Las políticas y retórica del presidente Gustavo Petro han comenzado a socavar, y de manera preocupante, las históricas relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Colombia.
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Algo que se está sintiendo no solo en los pasillos de Capitolio estadounidense sino entre ciertos sectores de la administración del presidente Joe Biden.
Eso, al menos, es lo que escribe Cynthia J. Arnson en una reciente columna publicada en el Américas Quarterly, la revista del centro de pensamiento Consejo de las Américas, una de las instituciones más prestigiosas y que se enfoca en temas regionales.
Arnson, a su vez, es miembro distinguido del Woodrow Wilson Center y profesora de la Escuela para los Estudios Internacionales Avanzados en la Universidad de John Hopkins.
Presidente de Estados Unidos, Joe Biden.
Foto:Getty Images
“No debería sorprender que el primer presidente de izquierda del país busque cambiar las cosas tanto internamente como en el ámbito global. Pero la retórica y las posiciones de Petro en temas como la lucha contra las drogas, la paz y la seguridad (los ejes centrales de la colaboración entre cinco administraciones estadounidenses y colombianas) han alienado a sectores centrales del Congreso estadounidense e incluso a algunos miembros de la administración Biden”, comienza diciendo la analista.
Eso, de acuerdo con Arnson, está causando fisuras en el llamado apoyo bipartidistas con el que ha contado Colombia por más de 25 años.
Según la experta, un sector del gobierno estadounidense, al que llama los “institucionalistas”, ven a Colombia como una aliado vital y estratégico independientemente del ocupante actual de la Casa de Nariño.
Cynthia J. Arnson.
Foto:Wilson Center
Razón por la cual se han esmerado en preservar la relación y algo que consta en los pronunciamientos públicos de funcionarios.
Sin embargo, anota Arnson, tanto “en público y en privado, otro grupo de funcionarios estadounidenses (llámelos “los desilusionados” o incluso “los opositores”) expresan alarma por la dirección de las políticas del gobierno de Petro, preguntándose si no sería mejor gastar los recursos estadounidenses en abordar las crisis en Ecuador y Haití en un momento de restricciones presupuestarias generales en Estados Unidos”.
Para Arnson, esa percepción podría cambiar de rumbo si Petro contribuye a solucionar la crisis que vive Venezuela tras “el fraude masivo de las elecciones del pasado 28 de julio”.
Según la experta, una de las mayores brechas entre ambos gobiernos sigue siendo el de la lucha contra las drogas. Si bien Estados Unidos ha puesto mayor atención en el tráfico de fentanilo, la coca sigue siendo una prioridad tanto por su consumo como por que es utilizada como vehículo para ingerir el fentanilo.
En ese sentido existe mucha preocupación por el crecimiento exponencial de los cultivos y su impacto en otros países como Ecuador.
“El auge de la cocaína en Colombia ha empeorado las crisis de seguridad en otras partes de América del Sur, especialmente en el vecino Ecuador. Allí, según la ONU, “el aumento del tráfico de cocaína desde Colombia ha resultado en una ola de violencia letal vinculada a grupos criminales locales y transnacionales”“, afirma Arnson.
Aunque el gobierno colombiano insiste en que está usando los recursos de manera diferente -no para atacar cultivadores sino otros puntos de la cadena con interdicción y otras herramientas-, los resultados también plantean dudas.
“Algunos funcionarios estadounidenses están de acuerdo. Pero otros son más escépticos y sostienen que la interdicción de cocaína ha aumentado porque se produce mucha más cocaína. Además, la reducción de la erradicación de la coca elimina una penalización para el cultivo de coca, incluso cuando los precios de la hoja se han desplomado en medio de un exceso y cambios en los patrones de compra de los narcotraficantes”, sostiene la analista.
Dentro de los campos de cultivos ilegales se ven familias enteras, ancianos y madres solteras con sus hijos.
Foto:Raúl Arboleda- AFP
Los efectos del malestar
Arnson afirma que el malestar con el gobierno Petro ya se ha traducido en las reducciones a la ayuda que ha propuesto la Cámara de Representantes (50 para el año entrante). Aunque especula que probablemente el recorte no se materialice aún, las “acciones en la Cámara indican una fuerte desaprobación, presagiando cómo podría cambiar la política si Donald Trump gana las elecciones de noviembre”.
Otra área de amplia preocupación en Estados Unidos es el deterioro de la seguridad en muchas zonas rurales de Colombia y su enfoque en negociaciones de paz con grupos criminales que hasta ahora no dan resultados.
“Desde 1999, el gobierno de Estados Unidos ha proporcionado casi 14 mil millones de dólares en el marco del Plan Colombia, Paz Colombia y estrategias sucesivas. En un momento de disminución del apetito por la ayuda exterior y de guerras en Ucrania y Medio Oriente, tal vez no sea sorprendente que el apoyo financiero a Colombia esté disminuyendo. La pregunta a largo plazo es si la difícil presidencia de Petro marca un giro que se aleja de las estrechas relaciones entre Estados Unidos y Colombia o si los institucionalistas de ambas capitales se mantienen firmes mientras los nuevos presidentes (EE.UU. en 2025 y Colombia en 2026) asumen en el poder”, remata la experta.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
Washington
