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Un negacionista del cambio climático de nuevo en la Casa Blanca: ¿qué supone para el planeta la victoria de Trump?

Autor: ALVARO CABALLERO

“Quiero cerrar la frontera y perforar, perforar y perforar”. Donald Trump dejó claras ya al inicio de su campaña, en diciembre del año pasado, las prioridades de su “primer día” en la Casa Blanca si ganaba las elecciones, durante el cual sería un “dictador”, según bromeó.

El recién elegido presidente de Estados Unidos hacía referencia a la extracción de combustibles fósiles como el gas y petróleo, principales culpables de la crisis climática, en toda una declaración de intenciones de lo que será su política energética y ambiental en los próximos cuatro años. 

Antes, ya había calificado el cambio climático como “un gran engaño” y había tachado las políticas verdes del todavía presidente Joe Biden como de “la nueva estafa verde”. ¿Qué supondrá para el clima la vuelta al poder de un negacionista del calentamiento global? 

Salir de nuevo del Acuerdo de París y extraer más petróleo y gas

Esta elección supone “una encrucijada en la política climática”, señala a RTVE.es Clarence Edwards, director ejecutivo de la oficina de Washington DC del think tank E3G. “Podemos estar seguros de que una nueva administración Trump saldrá del Acuerdo de París y que impulsará la extracción de petróleo y gas”, afirma, mientras que advierte de que es pronto para avanzar los derroteros de otras muchas de sus promesas en materia climática y energética.

Una de las primeras medidas de Trump en su primer mandato, entre 2016 y 2020, fue sacar a Estados Unidos del Acuerdo de París, el compromiso de prácticamente todos los países del mundo para reducir sus emisiones y lograr limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 o 2 grados, el umbral considerado seguro para el planeta. 

Su anterior presidencia también dejó un desmantelamiento de las “regulaciones federales sobre las energías limpias”, según Edwards, y en campaña el magnate republicano ya ha avanzado que deshará la política de Biden en este sentido, en especial su ley climática más importante, la Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por sus siglas en inglés, aprobada en 2022 tras el inicio de la guerra de Ucrania).

Desmantelar las leyes climáticas de Biden, una tarea no tan sencilla

Esta ley suponía una inversión millonaria en energías renovables, baterías y coches eléctricos, y supone la mayor legislación adoptada en Estados Unidos para combatir el cambio climático. Pero en este aspecto, Trump no lo va a tener tan fácil para cumplir con sus promesas.

“Es una ley votada por demócratas y republicanos en el Congreso, eso no lo va a poder quitar”, advierte Carlota García Encina, investigadora principal del Real Instituto Elcano sobre Estados Unidos y Relaciones Transatlánticas. Lo que sí que va a poder hacer es “ralentizar el proceso de implementación” si, como apunta el recuento, los republicanos se hacen también con el control de la Cámara de Representantes.

También se podría enfrentar a la oposición de muchos gobernadores de los estados, tanto demócratas como republicanos, ya que estos también tienen competencias en materia energética y se están beneficiando de la ley. “A nivel de los estados no hay una percepción radicalmente en contra de la transición hacia la energía verde, porque está creando empleos”, añade García Encina.

Desde la aprobación de la IRA, un 70% de los proyectos de inversión han ido a parar a distritos republicanos, con el apoyo de dirigentes locales o estatales de este partido, según un reciente análisis de la Universidad Johns Hopkins. En Texas, un estado tradicionalmente republicano, la instalación de renovables no deja de aumentar y esta no dejará de hacerlo bajo una administración Trump, cita como ejemplo Linda Kalcher, directora ejecutiva del think tank Strategic Perspectives.

4.000 millones de toneladas de CO₂ más con Trump

Otro estudio, en este caso de la web Carbon Brief, ha determinado que una victoria de Trump supondría una emisión adicional, de aquí a 2030, de 4.000 millones de toneladas equivalentes de CO₂ -el principal gas responsable del cambio climático-, comparado con lo que se emitiría si se mantuvieran los planes actuales de Biden.

Es una cantidad equivalente a las emisiones anuales combinadas de la Unión Europea y Japón, o el cómputo total de lo que emiten en un año los 140 países menos contaminantes. Además, este aumento del dióxido de carbono expulsado a la atmósfera causaría daños climáticos por valor de 900.000 millones de dólares.

Una política de Trump contra la IRA “contradeciría” su promesa de mejorar el bienestar de los trabajadores norteamericanos, asegura Kalcher, que destaca que China busca “dominar el mercado mundial de las tecnologías limpias” y se aprovecharía de que Washington se descolgara de esta competición.

“Por tanto, si [Trump] diera marcha atrás o debilitara la Ley de Reducción de la Inflación y las empresas dejaran de modernizarse, la competitividad de EE.UU. se debilitaría y podría poner en peligro los puestos de trabajo de la industria manufacturera estadounidense que pretende proteger”, apunta.

El estudio de la Universidad Johns Hopkins advierte de que si EE.UU. elimina o disminuye el alcance de la IRA, el país perdería fábricas, puestos de trabajo y hasta 50.000 millones de dólares en beneficios por la exportación. Si abandonara las inversiones que esta ley ha impulsado, se crearían 80.000 millones de oportunidades de inversión para otros países, entre ellos “competidores como China”, apunta el análisis. 

Una transición energética “imposible” de deshacer

En todo caso, para Carlota García Encina, “Estados Unidos ya ha tomado el camino hacia la transición energética Estados Unidos ya lo ha tomado y es imposible ya ir hacia atrás“, algo en lo que coincide Clarence Edwards, de ERG: “A pesar de todas las disputas partidistas, hay un consenso creciente entre los partidos sobre la importancia de la política industrial, más de lo que la gente cree”.

Quizá un lado lo llame “política industrial verde” y otro no, continúa, pero “buscan el mismo objetivo”, por lo que se muestra “optimista” a pesar de todo sobre el mantenimiento de la transición hacia las energías renovables. 

El republicano, además, “no podrá cambiar las tendencias económicas” que muestran que la demanda de combustibles fósiles está cayendo mientras crece velozmente el mercado de las renovables, según apunta Kalcher. Todo ello a pesar de que el nuevo presidente afirmó “odio el viento”, en una conversación con ejecutivos petroleros difundida por The Washington Post.

Un golpe para las negociaciones climáticas a las puertas de la COP

Más allá de la política interna, Estados Unidos tiene un papel crucial en la gobernanza climática internacional. La victoria de Trump llega solo unos días antes del inicio de la cumbre del clima, que este año se celebra en Azerbaiyán. Y aunque no será su equipo el que negocie en nombre de su país, ya que no toma posesión hasta enero, es previsible que influya en el ánimo de la negociación, como ya ocurrió cuando Trump ganó antes de la cumbre de Marrakech de 2016. 

“Retirarse de nuevo del Acuerdo de París o incluso de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC)”, el paraguas bajo el que se celebran las cumbres climáticas y en el que están representados prácticamente todos los países del mundo, “tendría repercusiones duraderas y podría reducir aún más el flujo de financiación para el clima hacia los países en desarrollo”, según señala Kalcher.

Para la investigadora del Real Instituto Elcano, que “EE.UU. no participe en las negociaciones mundiales sobre cambio climático” sería un “escenario dramático”, dado no solo que es el segundo país que más emite sino por su papel de liderazgo en estas conversaciones. 

Mientras, Laurence Tubiana, arquitecta del Acuerdo de París y actualmente CEO de la European Climate Foundation, recuerda que el resultado de aquel pacto histórico se ha demostrado “más resiliente y fuerte que las políticas de cualquier país”, teniendo en cuenta que Washington ya estuvo fuera del mismo durante cuatro años. Ahora, además, hay un “potente empuje hacia la transición global”, algo que no existía en 2016.

La hora de la verdad se conocerá a partir del 20 de enero del año que viene, cuando Trump ocupe, de nuevo, el despacho oval de la Casa Blanca y demuestre hasta dónde puede aplicar sus promesas de “perforar, perforar y perforar”.

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