La buena noticia
Los jubileos cristianos tienen la pretensión de ajustar las deudas con Dios y con el prójimo.
Al término de este año se cumplirá el primer cuarto del siglo XXI de la era cristiana. Los números con los que identificamos los años, 2025 en el caso del actual, remontan su cuenta al año en que nació Jesucristo, o al menos ese fue el intento. En la Antigüedad, los años se contaban de muy diversas maneras, usualmente según el número de los años del emperador reinante o según las dinastías vigentes. En el área de influjo del Imperio romano también existía la cuenta a partir de la fundación de la ciudad de Roma.
Los jubileos cristianos tienen la pretensión de ajustar las deudas con Dios y con el prójimo.
Cuando ya el cristianismo se había establecido por algunos siglos surgió la inquietud de designar los años a partir del nacimiento de Cristo. Un monje llamado Dionisio el Exiguo, astrónomo de aquel tiempo, fue el responsable de hacer el cálculo. De ese modo, el año 1278 desde la fundación de Roma, fecha en que hacía sus cómputos, se convirtió en el 525 de la era cristiana. Jesucristo habría nacido en el año 753 desde la fundación de Roma, que pasó a ser el año 1 de la era cristiana. El cálculo, según nuestros conocimientos actuales, falló en algunos años, de modo que, en realidad, Jesús nació entre el año 6 al 4 antes de Cristo, pero el intento de establecer una era cristiana tuvo éxito. El nuevo modo de contar los años no se generalizó de inmediato; pasaron varios siglos hasta que fue adoptado en todo el orbe cristiano y muchos otros más para quedar establecido como el modo universal de contar los años.
Una vez generalizado el cómputo de los años a partir del nacimiento de Jesús, surgió el interés por celebrar los centenarios de su nacimiento. Así que, en el año 1300, el papa de la época convocó un jubileo, que muy pronto pasó a celebrarse cada medio siglo y después, cada cuarto de siglo. De esa cuenta, el año 2025 es año jubilar en la Iglesia católica. El papa Francisco lo convocó el año pasado.
El año jubilar cristiano se inspira en los años santos de los que habla el libro del Levítico en su capítulo 25. En ese lugar bíblico se instituyen diversos años santos, cada siete y cada 49 años, que tienen el propósito de restablecer una ideal igualdad social supuestamente perdida: los esclavos recuperaban la libertad, las deudas pecuniarias eran condonadas y hasta las tierras volvían a sus dueños originales. Por supuesto, también la misma Biblia atestigua que esas legislaciones idealistas se cumplían a medias. En todo caso, los jubileos cristianos nunca tuvieron la pretensión de ajustar las desigualdades sociales, sino de ajustar las deudas con Dios y con el prójimo. En los jubileos la Iglesia invita a los pecadores a la conversión de modo más apremiante, ofrece el perdón de los pecados de modo más abundante y concede estímulos espirituales de modo más generoso. Uno de esos estímulos es la indulgencia.
Todo pecado cometido con conciencia y libertad supone una culpa; pero todo pecado causa también daño al prójimo de muy diversos modos. La Iglesia ofrece el perdón de la culpa en el sacramento de la penitencia. Pero la reparación del daño causado en disgustos, ultrajes, perjuicio al prójimo queda a la iniciativa de quien se ha arrepentido de sus pecados. Esa reparación con frecuencia es incompleta y a veces imposible. ¿Cómo se repara un asesinato? La indulgencia es la institución por la que la Iglesia, valiéndose de los méritos de Cristo y las buenas obras de los santos, condona esa deuda espiritual de los pecadores incapaces de reparar totalmente el daño cometido con sus pecados.
Las catedrales de todas las diócesis del mundo y algunos santuarios serán los lugares hacia donde deben peregrinar en este año jubilar quienes quieran obtener el perdón y la indulgencia, la unión con Cristo y la esperanza cristiana.