Desde declarar la guerra a la red social hasta unirse a ella en su campaña electoral. En el centro de esta inesperada alianza se encuentran intereses conómicos, políticos y tecnológicos liderados por un interés multimillonario y un presidente decidido.
Daniella Ginzburg |
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En 2020, durante su primer mandato como presidente de Estados Unidos, Donald Trump declaró la guerra a TikTok, la popular aplicación de redes sociales propiedad de la empresa china ByteDance. Dijo que la aplicación permitía al Partido Comunista de Pekín acceder a la información personal y privada de los ciudadanos estadounidenses, incluida la ubicación de los empleados y contratistas del gobierno federal.
Trump afirmó en ese momento que esto era un peligro real para la seguridad nacional de Estados Unidos, e incluso trató de prohibir sus actividades. “TikTok le da a China un enorme poder sobre nuestra información personal”, advirtió en ese momento.
Al mismo tiempo, hubo quienes afirmaron que los motivos del presidente también se derivan de su miedo a socavar su posición entre los votantes jóvenes estadounidenses, la mayoría de los cuales están en la red social y sujetos a su influencia. En otras palabras, TikTok fue percibida no sólo como una aplicación que transfiere información a un país rival, sino también como una plataforma capaz de desestabilizar la situación política en Estados Unidos.
En 2023, unos años después de que Trump intentara prohibir TikTok en Estados Unidos y no tuviera éxito, la administración Biden adoptó un enfoque similar. El pasado mes de abril, el Congreso aprobó una ley de mayoría bipartidista que aprobó amplias restricciones a las actividades de empresas extranjeras como TikTok en el país, alegando que podrían utilizarse como herramientas de espionaje en nombre de gobiernos hostiles.
Sólo cuatro años después, la postura de Trump sobre TikTok ha cambiado drásticamente. En lugar de verlo como un enemigo, se unió a él en junio de 2024, convirtiéndolo en una herramienta clave en su campaña electoral y acumulando alrededor de 15 millones de seguidores en sólo unos meses.
En septiembre, apenas tres meses después de abrir su cuenta en TikTok, llegó a escribir en su red social Truth Social que “quien quiera salvar TikTok que vote por mí”. De esa manera, sin confundirse ni dejar espacio a la interpretación.
Como parte de su cambio de enfoque, Trump comenzó a cultivar una relación con el CEO de TikTok, Xu Zi Cho, a quien recibió varias veces en su finca de Florida e incluso invitó a eventos oficiales, como su toma de posesión presidencial.
Y esta relación resultó ser muy beneficiosa para Cho cuando apenas ayer, cuando entró en vigor la nueva ley, Trump anunció que firmaría una prórroga en cuanto asumiera el cargo para tratar de encontrar una solución que mantuviera a TikTok activa en Estados Unidos.
En el centro de la alianza entre Trump y TikTok se encuentra la figura del multimillonario judío y algo misterioso Jeffrey Yas, uno de los mayores inversores en la empresa matriz de TikTok, ByteDance. Yas, cuya vasta fortuna se amasó principalmente gracias a las inversiones en tecnología y al mercado de capitales, posee acciones significativas en la empresa china, lo que la convierte en un accionista directo en el futuro político-empresarial de la plataforma en Estados Unidos.
Al mismo tiempo, Yas mantiene vínculos directos con Trump. Es considerado uno de los donantes más destacados del Partido Republicano y de la red social de Trump, Truth Social, que nació con el objetivo de competir con las grandes plataformas X y Meta.
Según varios informes, la participación de Yas ayudó a mediar entre Trump y la gestión de TikTok, y Yas actuó como una especie de “mediador” entre los intereses de ambas partes. Para Yas, parece que la conexión entre Trump y ByteDance es una rara oportunidad de negocio para conectar el poder tecnológico y político.
Al mismo tiempo, el hecho de que Yas posea acciones en ByteDance y esté involucrado en la red social de Trump, junto con su contribución al sistema político estadounidense, plantea preguntas sobre posibles conflictos de intereses, el papel que desempeña en la configuración de la arena digital estadounidense y si tiene en mente los intereses estadounidenses.
La alianza entre Trump y TikTok, con el apoyo de Yas, es una sorprendente combinación de intereses mutuos. Trump se dio cuenta de que TikTok no es sólo una aplicación de entretenimiento, sino un poderoso mecanismo para difundir mensajes políticos y, a veces, desinformación, lo cual es particularmente adecuado para su estrategia.
ByteDance, por su parte, no sólo goza de la protección política de Trump, sino también de un importante respaldo empresarial de Yas, que invierte mucho en su éxito. Esta alianza crea una compleja red de intereses, en la que la tecnología, la política y la economía convergen para avanzar en objetivos comunes, a veces a expensas de los valores democráticos y los intereses del ciudadano estadounidense.
Es fácil olvidarlo, pero detrás de los intereses de Trump, Yass e incluso de los 170 millones de estadounidenses que no se imaginan vivir sin TikTok, se encuentra nada menos que el Partido Comunista Chino, que, como sabemos, no juega exactamente con las reglas del juego democráticas u occidentales.
Por ejemplo, mientras ByteDance, por un lado, insiste en que no tiene lazos tan profundos con el gobierno chino como se afirma en Estados Unidos, es el gobierno chino el que, según se informa, se niega a permitir que ByteDance venda las operaciones de TikTok en Estados Unidos a manos estadounidenses, como exige la nueva ley.
Incluso Elon Musk, el hombre más rico del mundo y estrecho colaborador de Trump, que también ha expresado su apoyo a que TikTok siga funcionando en Estados Unidos, expresó recientemente sus reservas sobre la situación que se ha creado, en la que las aplicaciones chinas funcionan sin obstáculos en Estados Unidos, mientras que las aplicaciones estadounidenses como X están prohibidas en China.
De cualquier manera, la relación entre Trump, TikTok y Yas (sin mencionar el apoyo que el nuevo presidente recibe de los principales líderes de Silicon Valley) refleja la nueva dinámica entre la tecnología y la política, una dinámica en la que las alianzas económicas y los intereses compartidos dan forma a la realidad de cientos de millones de ciudadanos, no siempre a su favor. La única pregunta que queda es ¿quién es realmente el dueño de casa aquí?