- Autor, Ayelén Oliva
- Título del autor, BBC News Mundo
- Twitter, @ayelenoliva
El auto que eligen los estadounidenses dice mucho sobre sus preferencias políticas.
Para Marc Hetherington, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, las elecciones personales cotidianas son la mejor manera de detectar la identidad política de la gente.
”Los republicanos [conservadores], por ejemplo, son mucho menos propensos que los liberales a conducir autos hechos en el extranjero, autos pequeños o eléctricos”, dice Hetherington, coautor junto a Jonathan Weiler de Prius or Pickup? How the Answers to Four Simple Questions Explain America’s Great Divide (Toyota Prius o camioneta pickup: cómo las respuestas a cuatro simples preguntas explican la gran división en Estados Unidos)
Según los autores, el auto es una de las decisiones personales que pueden ser predictivas de las elecciones políticas. Por algo el título del libro habla del modelo Toyota Prius en oposición a las camionetas pickup o de caja abierta.
Sin embargo, los autores empezaron su investigación con 4 preguntas relacionadas con qué valores prefieren los estadounidenses que tengan sus hijos:
- ¿Prefieren independencia o respeto a los mayores?
- ¿La curiosidad o los buenos modales?
- ¿La obediencia o la autosuficiencia?
- ¿Ser considerado o portarse bien?
“Tus ideas sobre las cualidades deseables en los niños son quizás la ventana más clara a tu visión del mundo y a la potente combinación de preferencias políticas y no políticas que surgen de ella”, explican los autores.
A pocos días de las elecciones presidenciales entre el republicano Donald Trump y la demócrata Kamala Harris, en BBC Mundo hablamos con Hetherington para entender qué tienen que ver la crianza o los autos con la polarización que divide a Estados Unidos.
¿Cuáles son las cuatro preguntas que dan título al libro que escribiste junto a Jonathan Weiler?
Empezamos analizando los valores que los estadounidenses quieren que sus hijos tengan en base a cuatro preguntas: ¿prefieren independencia o respeto a los mayores?, ¿la curiosidad o los buenos modales?, ¿la obediencia o la autosuficiencia?, ¿ser considerado o portarse bien?
Las respuestas de la cosmovisión liberal son la independencia, la curiosidad, la autosuficiencia y la consideración. Las respuestas de la cosmovisión conservadora son lo opuesto.
Pero también ya desde el título se habla del auto. ¿De qué manera el coche que elige una persona puede hablar de sus preferencias políticas?
En el libro encontramos que los republicanos tienen una mente más tradicional, que se sienten más cómodos con el pasado, con aquellas cosas que se hacen desde hace mucho tiempo.
Los republicanos son, por ejemplo, mucho menos propensos a conducir autos extranjeros, a conducir coches pequeños o vehículos eléctricos. Mientras que los demócratas están interesados en desafiar todas aquellas viejas formas de hacer las cosas, en probar lo nuevo.
Por eso, a la hora de entender el comportamiento electoral de un votante, no valen solo sus opiniones políticas sino también el modo de vida que llevan.
Lo que buscamos fue demostrar que la gente que tiene un impulso a cambiar las cosas tiende a optar por opciones liberales y eso se ve en cada pequeña elección cotidiana que toma.
Entonces, ¿no son solo esas cuatro?
Las cuatro preguntas en sí han sido la primera etapa de nuestra investigación. Después lo fuimos ampliando. Fue muy divertido el proceso.
Puedes ver una mirada del mundo en casi todo lo que elegimos.
Por ejemplo, en el café o en la cerveza que tomamos, en los valores con los que decidimos criar a nuestros hijos… Casi todo lo que elegimos se puede dividir entre lo tradicional y aquello que desafía el modo en que hacemos las cosas.
Usted dice en su libro que el modo de ver el mundo determina las ideas políticas. Por ejemplo, aquel que percibe el mundo como un lugar peligroso tiende a posiciones más conservadoras.
Hay muchas cosas que nos hacen liberales o conservadores. Por ejemplo, los conservadores quieren gobiernos pequeños y los liberales, más grandes.
Pero desde nuestro punto de vista, lo que hace a alguien conservador o liberal es algo mucho más profundo.
Si piensas en un conservador, una parte importante de su vida es andar con cuidado, porque considera que el mundo es un lugar peligroso. Para esa persona, es mejor cambiar lo menos posible.
¿Esto siempre ha sido así?
No. Hasta el año 2000, los conflictos entre partidos giraban principalmente en torno a cuán grande debía ser un gobierno, cuánto debía regular a las empresas y cuánto debía gastar.
Pero a partir del año 2000, los temas raciales, de género y culturales pasaron a ocupar un lugar central. Entonces, ahora desde ahí pensamos qué es lo que debería hacer un gobierno.
Por lo tanto, cuando el debate era sobre cuán grande debía ser un gobierno, era más fácil llegar a acuerdos, porque la mayoría de nosotros no sabe mucho sobre el tema, ni nos interesa tanto pensar en eso. Eso ya no es así.
¿No cree que los liberales también ven al mundo como un lugar peligroso, por ejemplo, por la crisis climática?
Bueno, en el momento en que escribimos el libro, en 2018, la situación estaba clara: los conservadores eran quienes entendían el mundo como un lugar más peligroso.
Pero en 2020, después de la pandemia, la situación cambió. No solo los conservadores ven el mundo como un lugar peligroso sino también los liberales.
Entonces, la forma en que empezamos a pensar en esto es: ¿a qué le tienen miedo los liberales y a qué los conservadores? ¿Les temen a las mismas cosas? ¿Qué les preocupa?
¿Y encontraron que las preocupaciones son diferentes?
Sí. Por ejemplo, los liberales le temen al cambio climático, a la desigualdad, a las amenazas que enfrenta la democracia, a la guerra. Todas estas cosas tienen algo en común: todas ellas son amenazas invisibles, no se pueden personificar, no hay un responsable.
Pero los conservadores tienden a estar más preocupados por amenazas que pueden personificar. Por ejemplo, le temen a los criminales, a las personas que no se parecen a ellos, a los inmigrantes, a la gente que no comparte su orientación sexual o sus creencias religiosas.
Por eso, creo que la clave es el tipo de amenaza que perciben: una es invisible, la otra es realmente concreta.
¿Cree que es más complicado para los demócratas alcanzar una campaña exitosa cuando lo que se presenta como amenaza no se puede personificar?
Totalmente. Y creo que esa es la fuente primaria de la polarización que estamos experimentando: los liberales no entienden las cosas que molestan a los conservadores y los conservadores no entienden a los liberales.
No entienden ni ven la forma en la que el otro analiza al mundo. Cuando solíamos estar divididos por cuánto iba a gastar un gobierno, los liberales decían “queremos gastar un poco más” y los conservadores, “queremos gastar un poco menos”, pero todos estábamos en el mismo debate.
Eso no es lo que pasa ahora. Si no puedes entender por qué tu oponente ve el mundo como lo ve, simplemente no puedes ni empezar a hablar.
En ese contexto, ¿cómo define a la polarización política?
La naturaleza de la polarización política en Estados Unidos tiene que ver con los sentimientos, esto es, qué sentimos sobre nuestros oponentes.
Tanto demócratas como republicanos no están tan en desacuerdo sobre los problemas que tiene el país. La naturaleza de la polarización no es tanto cómo entendemos la realidad, sino cómo nos sentimos ante nuestro oponente.
A los estadounidenses no les gusta su propio partido político más de lo que les gustaba hace 50 años. Esos sentimientos son exactamente los mismos.
Lo que ha cambiado es que desde hace una década hemos llegado a odiar por completo a nuestros oponentes políticos.
Puedo imaginar que ese sentimiento es peligroso porque impide una convivencia pacífica con el que no piensa como uno…
Sí. Cuando odias a tu oponente, cuando simplemente no puedes soportarlo, estás dispuesto a creer cualquier cosa que esté de tu lado.
¿De qué manera cree que el ataque al Capitolio el 6 de enero de 2021 afectó el grado de polarización de la sociedad?
Me parece que los hechos ocurridos el 6 de enero emuestran que lo preocupante de la situación es que los seguidores de Donald Trump no parecen preocupados por ello en absoluto.
Eso nos dice que a los republicanos les desagradan tanto los demócratas que están dispuestos a pasar por alto lo que en cualquier circunstancia es preocupante.
¿Y cómo analiza los dos recientes intentos de asesinato contra Trump en este mismo contexto de polarización?
Los intentos de asesinato parecen haber sido actos llevados a cabo por personas perturbadas y no por motivos políticos partidarios. En ese sentido, no creo que reflejen en absoluto una polarización política.
¿Se puede decir que la sociedad está polarizada cuando, según encuestas, la mayoría de las personas no se sienten representadas por ninguno de los dos grandes candidatos?
Es un buen punto. En 2020 se registró la mayor tasa de participación en más de 100 años, pero aún así, sólo dos tercios de las personas habilitadas para votar lo hicieron. Es decir, un tercio del país no estaba atrapado en el drama.
Para estas elecciones, sospecho que la tasa de participación electoral será ligeramente inferior.
Yo entiendo que para gente como tú o como yo, que siguen la política, no participar de una elección es algo impensable. Pero para la mayoría de las personas, la política corre por un costado. Piensan que no afecta sus vidas cotidianas y prefieren mantenerse al margen de la votación.
¿Qué pasa cuando ideas antagónicas sobre el mundo chocan? ¿Dónde termina eso?
Una de las cosas que aprendimos en 2020 es que puede terminar en un candidato que no reconozca una elección. Eso es peligroso y no tenía precedente en Estados Unidos.
Y ante esa situación, ¿cree que los partidos han perdido su capacidad de responder a los problemas de la gente?
Me gustaría tener la respuesta a eso y no la tengo, pero puedo dar algunas hipótesis.
Las cosas en las que los partidos solían estar en desacuerdo eran cosas que a la gente no le apasionaban, como cuánto vamos a gastar en autopistas o en seguridad social.
Pero ahora no nos ponemos de acuerdo en cuestiones del orden moral, por ejemplo, en lo que pensamos sobre las creencias religiosas o la identidad sexual.
Ese tipo de diferencias hace que nos miremos con nuestros oponentes y digamos: “No solo no coincido contigo, sino que creo que eres una mala persona”.
En ese contexto, los partidos han entendido que nada contribuye más a sus campañas que el odio por el que está enfrente. El enojo es una acción-emoción muy potente.
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