El lunes por la mañana, durante su primera conferencia de prensa desde que en noviembre ganó las elecciones presidenciales en Estados Unidos, Donald Trump pareció deleitarse con la amplitud de su apoyo.
“Durante el primer mandato, todos me atacaban. En este mandato, todos quieren ser mis amigos”, dijo.
Su expresión podría haber sido una exageración típica de Trump, pero el contraste entre la forma en que comenzó -y terminó- su primer mandato presidencial y la transición actual a su segundo mandato, ocho años después, es dramático.
En las últimas semanas, muchos de los antiguos críticos y adversarios del presidente electo han hecho gestos de acercamiento.
Jeff Bezos, de Amazon; Mark Zuckerberg, de Meta; y Sam Altman, de OpenAI, han prometido donaciones millonarias para las celebraciones por la toma de posesión de Trump prevista para el 20 de enero.
El director ejecutivo de TikTok, Shou Zi Chew, se reunió el lunes con Trump en Mar-a-Lago, su propiedad en Florida.
Durante su primer mandato, Trump intentó prohibir el funcionamiento en EE.UU. de esa empresa de redes sociales de propiedad china, que los conservadores de la época criticaron como un riesgo para la seguridad nacional.
El presidente electo ahora se opone a un esfuerzo actual para prohibir la plataforma, esta vez por parte del gobierno del presidente Joe Biden, en parte porque el veto podría ayudar a Facebook, empresa a la que Trump ha acusado de contribuir a su derrota electoral de 2020.
Está previsto que la prohibición entre en vigor antes de que el nuevo mandatario se instale en la Casa Blanca.
Otros también han viajado a Florida o planean hacerlo.
La víspera del Día de Acción de Gracias, Zuckerberg, cuyo Facebook vetó a Trump tras el asalto al Capitolio de 2021, viajó al club privado del presidente electo en Florida para cenar.
El director de Google, Sundar Pichai, también dijo que planea una reunión formal con el presidente electo.
Y cuando Trump apareció la semana pasada en la Bolsa de Valores de Nueva York para hacer sonar la campana de apertura de sesión y celebrar que fue elegido como “persona del año” de la revista Time, los altos ejecutivos de las principales corporaciones estadounidenses se reunieron para mirar.
“Esto marca un momento de gran promesa para nuestra nación”, publicó en X Marc Benioff, director de Salesforce y propietario de Time.
“Esperamos trabajar juntos para promover el éxito y la prosperidad de Estados Unidos para todos”.
Medios y políticos
La actitud cada vez más abierta y receptiva hacia Trump no se limita únicamente a los directivos de grandes empresas. También en los medios de comunicación se ha producido un cambio.
Joe Scarborough y Mika Brzezinski, presentadores del programa televisivo de la cadena MSNBC Morning Joe, visitaron Mar-a-Lago para reunirse con Trump el mes pasado.
“Es hora de hacer algo diferente, y eso comienza no solo hablando de Donald Trump, sino hablando con él”, dijo Brzezinski.
Y el sábado, ABC News –que es propiedad de la Corporación Disney– anunció que le pagará a Trump US$15 millones y honorarios legales para resolver una demanda por difamación relacionada con los comentarios hechos en marzo por el presentador de noticias matutinas George Stephanopoulos.
Los casos de difamación contra los medios de comunicación requieren probar malicia o un desprecio temerario por la verdad, y otras organizaciones de noticias han luchado con éxito contra demandas anteriores de Trump.
Sin embargo, con el pronto regreso de Trump al poder –y las amenazas del presidente electo el lunes de presentar demandas contra CBS, el Des Moines Register y la fundación del Premio Pulitzer– parece que ABC y Disney hicieron otro cálculo: una batalla legal prolongada con el presidente electo sería intragable.
En los pasillos del poder en Washington, parece estar en juego una dinámica similar.
Los senadores republicanos que parecían recelosos de confirmar a algunos de los nombramientos políticos más controvertidos de Trump -como el del presentador de Fox News Pete Hegseth para secretario de Defensa- están pasando por el aro, ya que enfrentan una presión cada vez mayor no solo de Trump sino de sus partidarios, que advierten de consecuencias nefastas para quienes no cooperen.
Incluso algunos demócratas están tratando de acercarse al gobierno entrante de Trump. El senador por Pensilvania John Fetterman dijo que consideraría respaldar a Hegseth y ha expresado su apoyo a algunas de las nominaciones de Trump.
Otros críticos de Trump en el Congreso están adoptando un enfoque pragmático.
El domingo, el senador independiente por Vermont Bernie Sanders sugirió que estaría dispuesto a apoyar a Robert F. Kennedy Jr. -quien es conocido por sus cuestionamientos a las vacunas- como secretario de Salud de Trump, diciendo que comparte las preocupaciones sobre los efectos de los alimentos procesados en la salud.
Una resistencia menos perceptible
Hace ocho años, la historia era diferente.
Los demócratas prometían una resistencia generalizada al presidente recién elegido.
Al día siguiente de su toma de posesión, millones de personas salieron a las calles en protesta.
Los oponentes de Trump se atrincheraron y lucharon por cada centímetro de terreno político: bloquearon con éxito los intentos conservadores de revocar las reformas de salud respaldadas por los demócratas y de gastar decenas de miles de millones de dólares en un muro fronterizo entre EE.UU. y México, y combatieron los cambios en la ley de inmigración en los tribunales.
Después de que el mandato presidencial de Trump terminara en controversia y caos cuatro años después, con sus partidarios atacando el Capitolio de Estados Unidos, docenas de poderosas corporaciones estadounidenses, incluidas American Express, Microsoft, Nike y Walgreens, cortaron vínculos con Trump, así como con los republicanos que desafiaron los resultados de las elecciones de 2020. Muchos en el propio partido de Trump denunciaron al expresidente.
Esta vez, es difícil percibir tales evidencias de resistencia, al menos por el momento.
El senador republicano por Kentucky Mitch McConnell, quien como líder de la mayoría del Senado criticó duramente a Trump en 2021 pero se opuso a su condena por impeachment, ha estado ofreciendo severas advertencias sobre los peligros de una política exterior de “Estados Unidos primero”.
Sin embargo, McConnell, de 82 años, renunció a su puesto de liderazgo en el Senado a principios de este año y es poco probable que busque la reelección en 2026. Es poco lo que Trump o sus partidarios pueden hacer para amenazarlo en este momento.
Mientras tanto, más de una docena de demócratas del Congreso han dicho que no asistirán a la ceremonia de investidura de Trump el 20 de enero.
“No creo que sea momento de celebrar. Creo que si tuviéramos un republicano tradicional, con quien tuviera desacuerdos, entonces lo más probable es que yo estuviera allí”, dijo la congresista de Texas Jasmine Crockett.
Pero aunque algunos demócratas pueden quedarse en casa, la celebración de Trump y sus partidarios está en pleno apogeo y, a la luz de sus comentarios del lunes, el presidente electo parece saberlo.
Sin embargo, una vez que Trump asuma el cargo y comience a intentar implementar su agenda de deportaciones masivas y aranceles comerciales, podría surgir oposición, tanto de los demócratas que buscan oportunidades políticas como de los intereses comerciales afectados negativamente.
Entonces, la lucha que Trump recuerda de su primer mandato podría resurgir rápidamente.
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