Luis Felipe Fabre (Ciudad de México, 1974), un poeta que, al igual que el verso, se repliega hacia otros tiempos. Su poesía avanza pero también “da vuelta al arado”, conjugando los mitos bajo formas que se le revelan cuando canta, como un griego sin lira que proclama los misterios de los dioses, sus pasiones, celos y venganzas.
Fabre se reconoce religioso. Ha ofrendado a los dioses los versos que elevaría Medusa hacia un Zeus rencoroso, a los titanes que derrumbaron un orden para imponer su voluntad absoluta. Ha recurrido al Rapto de Ganimedes para preguntar “cómo amar de nuevo” en un mundo que no es el suyo. Fabre ha publicado Poeta griego arcaico (Sexto Piso, 2024), obra donde reza su devoción por el “paganismo griego”. En este libro, el autor dibuja una nueva constelación, apresurado en encontrar otras rutas poéticas en un cielo colmado de símbolos. Ve en la astrología una manera de dialogar con otros lenguajes tan simbólicos como el arte o la poesía.
Pero también tiene algo de mito el anuncio de que “Fabre regresa a la poesía tras once años de prosa”, luego de la publicación de Poemas de terror y misterio en 2013. Como poeta ha revalorizado las figuras de Salvador Novo en Escribir con caca (2017) y San Juan de la Cruz en Declaración de las canciones oscuras (2019) ―obra con la que ganó el Premio Elena Poniatowska―, donde hace uso de la poesía para transmutar los versos de esta “sociedad de poetas muertos”. En ambos casos, hay una suerte de acercamiento espiritual.
¿Este griego arcaico regresa como tal a su tierra?
Mi trabajo siempre ha girado en torno a la poesía. Y como yo digo: Declaración de las canciones oscuras es una novela de poeta, no una novela de narrador, ahí hay una verdad. Pero para ser más exactos, este poemario es una vuelta al verso, y de alguna manera mis dos libros anteriores Escribir con caca, que es sobre Salvador Novo, y Declaración de las canciones oscuras, sobre San Juan de la Cruz, giraban en torno a los poemas de alguien más, como si yo no pudiera escribirlos, y también eso es otra verdad. Por X o por Y recaí en el verso porque creo que la poesía sí se escribe diferente que la prosa, y uno no siempre tiene el estado espiritual para escribir poesía.
¿Y ese habitar poético es permanente o por ratos?
Tiene sus subidas y bajadas, pero una vez que ya estás ahí, adentro, ya encontraste el abracadabra que te permite conjurar la poesía, se te descubrió el ritual. Termino de escribir un libro y se me olvida cómo lo hice, como si me borraran las palabras mágicas, y tienes que volver a inventarlas para que te permitan conectar con el lenguaje otra vez, cada vez; pero cuando encuentras estas palabras mágicas, por lo menos a mí se me concede la gracia de la escritura. En la prosa puede servir más la voluntad y la disciplina, en la poesía, no. En la poesía o hay gracia o no hay poesía.
Me gusta decir que este libro es una ofrenda a los dioses y es sobre chicos guapos, en ese sentido es un libro erótico
Luis Felipe Fabre, poeta y ensayista
José Emilio Pacheco no se explicaba por qué había poemas que le parecían espléndidos, y otros, terribles. ¿Te pasa?
Más allá de que los poemas sean buenos o sean malos, procuro que mis poemas me sean extraños, es decir, que en el momento de su escritura tenga un momento de revelación, ya le tocara al lector y al crítico decidir si son buenos o malos, pero lo que sí puedo decir es que, si siento que no se me revela nada en el lenguaje, si no me desconocí en su escritura, no los publico.
¿Qué cosas alcanza a distinguir este poeta griego arcaico de la poesía contemporánea: se mira ajeno?
Ya no sé si me siento más ajeno en la poesía contemporánea o me siento más ajeno en la antigüedad. Como cantaría Chavela Vargas: “No soy de aquí ni soy de allá /No tengo edad ni porvenir”, porque claro, creo que la poesía va hacia atrás, en un repliegue. En tanto que se escribe, avanza, pero la cara del verso mira hacia atrás, al pasado.
¿Cómo te constituye Eros y Venus como poeta, lo pasional y carnal?
En ciertos mitos griegos, sobre todo en los órficos, se considera a Eros el dios primordial, sin Eros nada se genera, si no hay amor, uno no hace nada. Las cosas que valen la pena se hacen por amor. Eros es la fuente creadora. Me gusta decir que este libro es una ofrenda a los dioses y es sobre chicos guapos, en ese sentido es un libro erótico. Me gusta la religión griega porque es una religión que ama la belleza y es muy homoerótica, en ese sentido también soy griego.
El dormir es una metáfora de la muerte, un ensayo de la muerte, la muerte de todos los días. Y además los sueños tienen que ver con lo mucho que eres
Luis Felipe Fabre, Premio Elena Poniatowska 2019
¿Eres un ofrendado o un oráculo?
Soy una ofrenda. El oráculo sería la poesía misma, pero a veces el lenguaje revela formas de uno mismo que desconocía.
¿Cuáles son tus musas?
Las musas son las hijas de la memoria, las hijas de Mnemosine, y a veces les ruego que me concedan el don de la palabra.
Has dicho que uno de tus poemas favoritos es la Epopeya de Gilgamesh. En este libro figuran los mitos de Medusa y El rapto de Ganimedes. ¿Por qué volver a los mitos, qué secretos esconden?
En mi caso, ya no lo llamaría mito, es una religión. Como digo en una notita del libro: me gusta la astrología, llevo muchos años viéndola actuar en mí. La astrología es una manera de comprender cómo los antiguos dioses operan en uno: un Júpiter en conjunción con tu Saturno natal; no es que vuelva a los mitos, es que soy un devoto.
Me llama la atención otra notita: “Debajo de un poema siempre hay otro poema (tachado, borrado, negado) (…). Debajo de este poema, hay un poema en el que Medusa, aún desde aquel Hades, insiste: ¿Quieres saber que te aguarda después de la muerte? Observa tus sueños”. ¿Con qué sueña Fabre?
A mí me gustaría poder recodar todos mis sueños, últimamente le he preguntado cosas a los sueños y me han respondido. Tenía una tristeza profunda, sentía que había tomado una mala decisión, le pedí al sueño que me aconsejara, lo hizo muy claramente; debía escribir un texto del que no tenía ni más remota idea, el sueño me soplo. Estudié psicoanálisis muchos años y era asombroso que en esa época mis sueños eran muy freudianos, en un diálogo casi de manual. Ahora sueño con lo que somos en este mundo, habitando otros avatares, por eso creo que lo que uno vivirá después de la muerte serán los sueños, porque son el sistema operativo del cosmos. El dormir es una metáfora de la muerte, un ensayo de la muerte, la muerte de todos los días. Y además los sueños tienen que ver con lo mucho que eres.
Para algunos escritores, hay otro flujo narrativo y poético que no es el sueño sino el insomnio. ¿Qué piensas?
Soy insomne, y lo pensaría distinto, para mí el insomnio no es un espacio creativo: duermo poco, sueño poco y escribo poco.
Me pareció un síntoma de la intolerancia de nuestra época que se exigiera bajar un artículo de un gran astrólogo mexicano, Javier Betancourt, escrito en la Revista de la Universidad
Luis Felipe Fabre, autor de “Poeta arcaico griego”
Se ha reinterpretado el mito de Medusa, ella se ha vuelto un reflejo de las mujeres que se rebelan contra el status quo, y al igual que Medusa, son relegadas…
Claro que me he encontrado muchas lecturas feministas interesantes del mito de Medusa, como ese hermoso libro de Hélène Cixous, La risa de la Medusa, increíble, donde se entiende que las gorgonas son imágenes del régimen matriarcal abolido por la figura patriarcal en Perseo. Pero eso lo podría leer una feminista. Es más cercano a mí pensar en el asunto de Medusa como seres pertenecientes a órdenes más antiguos, como decía alguien: “Todo dios derrocado regresa como demonio”. La idea cristiana del diablo con sus cuernos tiene que ver más con Pan y con Dionisio, incluso con otros dioses orientales. Cuando los españoles llegaron aquí veían a los dioses mesoamericanos y los llamaban demonios; y por supuesto que Medusa representa un orden anterior derrocado por los semidioses que hacen el trabajo sucio de Zeus. En un momento donde Cronos, Zeus y Perseo son la triple T (la triple transformación), Medusa representa un vestigio, llámese matriarcado, llámese época de los titanes. De pronto, ahora que vemos el mundo transformarse, me siento alguien que pertenece a un orden anterior del mundo.
Hablando de dioses derrocados, Denis de Rougemont escribió: “El amor deja de ser un demonio cuando deja de ser un dios”. ¿En este nuevo orden el amor también se ha transformado?
Qué hermoso lo de Denis. Sí, tanto en el poema de Medusa como en el de Ganimedes pervive una aspiración de que el amor pueda ser posible. El amor es derrocado pero vuelve a ser; creo que lo decía mejor Clarice Lispector: “El deseo de amor ya es amor”.
Apuestas por una nueva forma de crítica literaria que conjugue a la astrología, la llamas “astrocrítica”. Incluso se armó un revuelo por un texto sobre astrología publicado en la Revista de la Universidad, tuiteaste al respecto. Me gustaría abrir el debate. ¿Qué horizontes se disiparían con la “astrocrítica”?
Estudié en la Universidad de Salamanca, la gran universidad europea antigua, ahí están todos los signos del zodiaco, es un lenguaje simbólico, y como todo lenguaje simbólico, dialoga con otros lenguajes. La astrología puede hablar con el psicoanálisis, con la poesía, con el arte. Me pareció un síntoma de la intolerancia de nuestra época que se exigiera bajar un artículo de un gran astrólogo mexicano, Javier Betancourt, que además es crítico de cine de Proceso. No estás obligado a creer, digamos, pero se puede dialogar. Sí, también hay una fama perniciosa de la astrología como el horóscopo, pero no por no estar de acuerdo, voy a pedir que se baje.
Cuando me invitaron a hacer una revisión de la colección del Museo de Arte Carrillo Gil, de una exposición que se iba a inaugurar a finales de 2019, yo decía: ¿cómo voy a hacer una exposición para todo el siguiente año? Qué cosas pueden estar ocurriendo. Recurrí a la astrología. Se llamó El negro sol de la melancolía, tomado de un verso de Gérard de Nerval, El desdichado, donde el negro sol es Saturno, e iba a haber un tránsito astral a principios de 2020 muy particular, que fue la conjunción de Saturno y Plutón, y luego de Saturno y Júpiter, y todos los astrólogos sabían que algo iba a cambiar a finales de 2019, decían que habría un reseteo de la humanidad, no dijeron como tal “Covid” pero lo estaban anunciando de algún modo. Trabajé con esa idea de la astrología. Hice constelaciones, trabajé así la exposición, en la rueda de prensa se burlaron de mí; yo decía “Va a pasar algo”. Cuando viene el Covid, los encargados del museo me dijeron, medio en broma: “Pinche Fabre, nos echaste el chahuistle”. Para mí, fue asombroso y muy curioso, porque la exposición, dedicada a Saturno, que es Cronos, que es el tiempo —y quien devora a sus hijos—, fue devorada por el tiempo y no pudo verse, fue una exposición cerrada: los hijos de Saturno dentro del vientre de Saturno; el hecho de que la exposición no se pudiera ver la hizo perfecta pues se cumplió el mito de Saturno.
Novo es una estética también. Hay escritores que quieren desaparecer en sus textos y hay escritores que ellos mismos son un texto.
Luis Felipe Fabre, autor de “Escribir con caca”
Luego, dando talleres de análisis de texto que doy en casa, de pronto me empiezan a brincar cosas que uno no había previsto; por ejemplo, Romeo y Julieta está hecho con temas astrológicos, está la “Carta astral de Julieta”, es impresionante cómo Shakespeare maneja la astrología, lo mismo en El rey Lear, mientras unos se oponen a este asunto y otros lo defienden, alrededor hay un eclipse, que simboliza la caída o el nacimiento de un rey. De hecho, me pregunto, Claudia Sheinbaum tomó posesión el 1 de octubre y al día siguiente hubo un eclipse de Sol (que se alcanzó a ver en Chile y Argentina), ella es luna porque es cáncer, no sé si va a eclipsar al rey anterior o no porque un eclipse es impredecible, pero sí está íntimamente relacionado con los mandatarios. El poema Primero sueño, de Sor Juana, también es un asunto astronómico y astrológico…
Los magos llegan a Jesús por una estrella…
Claro, eran astrólogos de Mesopotamia, de donde surge la astrología tal y como la seguimos trabajando hoy. Pessoa le hacía una carta astral a cada uno de sus heterónimos para que así le obedecieran. Entonces, la astrología nos puede revelar cosas que de otro modo no podríamos ver; a mí me cambió la forma de leer a Shakespeare y entender cómo construye sus historias.
Ya le dedicaste a Salvador Novo Escribir con caca, pero entiendo que se te antoja hacer un libro de pura iconografía relacionada con el poeta, como cartas, pinturas, prendas, en fin. ¿Qué otras deudas se saldarían?
No tengo ninguna deuda, es más bien una enorme pasión. No me siento capaz de escribir algo sobre Salvador Novo distinto a lo que escribí. Pero hacer un libro visual me permitiría no repetirme, porque qué hueva. Veo en Novo una parte de imagen, de icono, él manejó su imagen como un performance, yo creo que se trata de una escritura, tan es así que algunos pintores la supieron captar, sabían que Novo estaba mandando una cantidad de imágenes que pertenecían a un lenguaje visual; Novo es una estética también. Hay escritores que quieren desaparecer en sus textos y hay escritores que ellos mismos son un texto.