Religión
Drusos de Líbano. Por Kitta@Adobe Stock
Anne-Bénédicte Hoffner 03 ene 2025, 23:30 0 Comentarios
Desde la caída de Bashar Al Assad el domingo 8 de diciembre, Israel ha reforzado sus posiciones en los estratégicos Altos del Golán, hogar de una población siria predominantemente drusa. Pero, ¿de dónde procede esta poco conocida comunidad de chiíes ismaelitas y en qué creen?
¿De dónde procede el nombre “druso”?
La religión drusa procede del islam, y más concretamente del chiismo ismailí, también conocido como septimaní. Se refiere al califa Alí, a su esposa (Fátima, hija del profeta del islam Mahoma) y a sus descendientes directos, los siete imanes, “guías”, el último de los cuales ha sido oscurecido.
El ismailismo llegó al poder en el año 969 en Egipto, con la dinastía de los fatimíes, y luego se extendió a Siria. La escisión entre drusos e ismailíes se produjo a principios del siglo XI, bajo el califa fatimí Al Hakim (996-1021). Éste declaró ser la “encarnación de Dios” y fue reconocido como tal por el predicador Muhammad Al Darazi. Según los investigadores, el predicador -procedente del actual Uzbekistán- aportó a la naciente fe influencias maniqueas, mazdeas e incluso cristianas y budistas.
La tesis de la divinidad del califa y la filosofía griega que la sustentaba provocaron un escándalo en el mundo musulmán. Sin embargo, algunos seguidores se agruparon en torno a Al Darazi y le siguieron hasta Siria, donde se vio obligado a exiliarse tras la muerte de Al Hakim.
La palabra druso -en árabe duruz- deriva de su nombre, que también dio el «Jebel Druso», en el sur de Siria. Pero los miembros de la comunidad discuten este apelativo: ellos mismos reconocen como su primer guía o imam sólo a Hamza, un ismailí originario de Persia y cercano al califa Al Hakim, a quien atribuyen una de sus principales obras: el Libro de los Testimonios y Misterios de la Unidad.
¿En qué creen los drusos?
La principal creencia de los drusos es la unidad de Dios. Se autodenominan “unitarios” o “monoteístas” (los Mouwahhidoun). El drusismo afirma ser la última de las religiones reveladas, y los drusos los únicos custodios del “verdadero monoteísmo”.
Aunque los misioneros drusos predicaron su religión en Siria y Líbano durante los primeros años de su asentamiento, el proselitismo cesó repentinamente bajo Baha’el-Din, cuarto sucesor de Hamza, y se prohibieron las conversiones. Incluso hoy en día, nadie puede convertirse en druso a menos que haya nacido de padres drusos.
Los investigadores están divididos sobre la cuestión de si el druismo puede seguir vinculado al islam. De hecho, sus prácticas difieren notablemente de las de suníes y chiíes, a las que añaden la herencia de concepciones cosmogónicas y de la filosofía neoplatónica y aristotélica.
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Según el gran turcólogo Robert Mantran, los drusos rechazan los cinco pilares del islam, que Hamza habría sustituido por otros siete mandamientos, entre ellos la ayuda mutua y la protección entre creyentes, la renuncia a todas las demás religiones y el reconocimiento de la unidad del Mawlana (“nuestro maestro”, también conocido como Al Hakim).
¿Por qué les rodea tanto secretismo?
Poco se sabe sobre el mundo religioso de los drusos. Se han propuesto varias explicaciones. Para quienes defienden que el drusismo pertenece al islam, su secretismo, dispersión geográfica y repliegue comunitario se explican por la hostilidad de la mayoría de los musulmanes (suníes en particular).
Al igual que los alauitas de Siria, los drusos son conocidos por utilizar la práctica chiíta de la ocultación (taqiyya). Esta práctica les permite adoptar las formas externas del islam para protegerse, al tiempo que mantienen su fe interior. Puede llegar al extremo de parecer musulmanes y afirmar que practican los ritos del islam… De ahí la dificultad de situar el druismo en el paisaje religioso.
Para otros, su religión aglutina a los drusos en una comunidad replegada sobre sí misma, en torno a unos libros y una doctrina muy concretos. “Para garantizar el secreto de su doctrina, los drusos la confiaron al control de una clase de iniciados (…) dentro de la comunidad”, señala la antropóloga Isabelle Rivoal, especialista en la comunidad drusa del Líbano (Les Maîtres du secret. Ordre mondain et ordre religieux dans la communauté druze israélienne).
Como protección adicional contra cualquier intrusión externa, la comunidad se divide en miembros “sabios” e “ignorantes”. Sólo los primeros, nacidos en familias iniciadas, tienen derecho a la iniciación y se comprometen a practicar fielmente. Tendrían entonces acceso a los textos sagrados, esencialmente cartas manuscritas que interpretan el Corán de forma esotérica, “intercambiadas por los misioneros en el momento de la predicación, agrupadas en un conjunto, El Libro de la Sabiduría”, escribe Isabelle Rivoal. No existen centros de enseñanza.
¿Dónde viven los drusos?
Las estimaciones de la población drusa varían entre 500 000 y 1 millón de personas. La dificultad de su recuento se debe sin duda a su dispersión geográfica: estrechamente unida por lazos familiares y de solidaridad, la comunidad está dispersa entre Siria, Líbano e Israel, pero también en menor medida en Palestina y Jordania.
A excepción de la llanura de Ghouta, cerca de Damasco, todos sus asentamientos se encuentran en zonas montañosas, ideales para el aislamiento y la defensa de la comunidad. De hecho, los drusos suelen compartir estos territorios montañosos con miembros de otras “minorías” religiosas, sobre todo cristianas: maronitas en Líbano, latinos y griegos ortodoxos en el sur de Siria, que también fueron rechazados por las autoridades suníes.
Algunos drusos emigraron a finales del siglo XIX al continente americano y Australia: como legado de este periodo, una Sociedad Drusa Americana trabaja para preservar su cultura en Estados Unidos. Incluidas las pequeñas comunidades de la diáspora -en Estados Unidos, Europa, Australia, Sudamérica, Canadá y otros países-, la organización cifra su número de miembros en todo el mundo entre “1 y 2,5 millones”.
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