- Autor, Paula Rosas
- Título del autor, BBC News Mundo
- Twitter, @melibea20
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No hace tanto que el Líder Supremo de Irán describía a Bashar al Assad como el “héroe del mundo árabe”, en cuya supervivencia la república islámica ha gastado decenas de miles de millones de dólares.
Sin embargo, en la noche más larga de Al Assad, su aliado más próximo lo ha dejado caer.
Este ha sido, muy posiblemente, el peor año para los intereses de Irán desde su sangrienta guerra con Irak en la década de 1980.
Sus milicias aliadas en Gaza y Líbano -Hamás y Hezbolá- se encuentran diezmadas tras más de un año de guerra con Israel, su archienemigo Donald Trump vuelve a la Casa Blanca y el régimen sirio, la puerta de entrada de su influencia en el mundo árabe, se ha desmoronado como un castillo de naipes.
Tras décadas de apoyo inquebrantable a un régimen al que prestó ayuda militar, económica y política, Irán ha visto cómo la tortilla daba la vuelta en Siria y ha iniciado conversaciones con los grupos rebeldes que han logrado derrotar a Al Assad, en un intento de evitar una confrontación entre los vecinos.
“Es el pueblo sirio el que debe decidir sobre el futuro de su país y su sistema político y gubernamental”, señaló el presidente iraní Masud Pezeshkian este domingo.
También añadió que los sirios deben ser libres de poder hacerlo sin injerencias extranjeras.
El mensaje es poco menos que paradójico viniendo del país que más ha movido los hilos para mantener a Damasco dentro de su órbita. Y los rebeldes no lo olvidan.
El domingo, tras llegar triunfantes a Damasco, el líder del grupo miliciano que ha sido crucial para derrocar a Al Assad, Abu Mohammed Al Jolani, lanzó un preciso dardo a Teherán desde la mítica mezquita de los Omeyas:
“Este nuevo triunfo, hermanos míos, marca un nuevo capítulo en la historia de la región, una historia plagada de peligros (que dejó) a Siria como patio de recreo de las ambiciones iraníes, propagando el sectarismo, atizando la corrupción”.
“Están muy preocupados en Teherán ahora mismo”, analiza para BBC Mundo Roxane Farmanfarmaian, profesora de Política Internacional de Medio Oriente y Norte de África de la Universidad de Cambridge, quien considera que “es muy confuso lo que ha hecho Irán para llegar a este punto”.
Para empezar, por el cambio de régimen, se arriesga a perder el paso que tenían por tierra para apoyar a Hezbolá en Líbano, “ese puente terrestre del Creciente que tanto empeño habían puesto en mantener”, explica la experta en Irán.
El territorio sirio ha permitido que Teherán enviara con total libertad armas, hombres y dinero a la milicia islamista libanesa, uno de sus mayores aliados. Mantener abiertos esos canales será ahora extremadamente difícil.
Siria era una pieza clave para el conocido como “eje de la resistencia”, la alianza impulsada por Irán para hacer frente a Israel, en la que también están Hezbolá, los hutíes de Yemen o las milicias chiitas de Irak, que ahora se ve furtemente debilitada.
La caída de Al Assad también muestra, según Farmanfarmaian, “una importante debilidad en la capacidad de Irán para influir en los acontecimientos, y también para defender a sus aliados y sus propios intereses”.
Aunque aún no está claro “hasta qué punto se han visto realmente perjudicados por la guerra del Líbano y los ataques de Israel”, señala la investigadora, sí parece que estos dos acontecimientos “han debilitado seriamente al ejército iraní y han reducido su alcance estratégico”.
Consecuencias para Irán
La guerra civil en Siria se inició después de que el régimen de Al Assad reprimiera violentamente las protestas pacíficas que estallaron en Siria durante la Primavera Árabe en 2011 puso a Damasco contra las cuerdas.
Fuerzas kurdas, el Ejército Libre Sirio (apoyado por Turquía), las Fuerzas Democráticas Sirias (respaldadas por Occidente), yihadistas de Al Qaeda y el Estado Islámico y decenas de grupos insurgentes locales se han enfrentado entre ellos y al ejército sirio a lo largo de estos largos 13 años.
En este caos, Irán y Hezbolá, además de Rusia, han sido cruciales para apuntalar al régimen.
Pero en los últimos años, al decaer la intensidad de los combates, Teherán había retirado gran parte de sus fuerzas militares desplegadas en Siria al suponer que la situación era manejable, según Ray Takeyh, investigador de estudios de Medio Oriente en el Council on Foreign Relations.
Desde el asesinato del general Qassim Suleimani, uno de los principales comandantes de la Guardia Revolucionaria, en un ataque de Estados Unidos en enero de 2020, Irán dejó en manos de Hezbolá la defensa de sus intereses en Siria, explica Takeyh en un análisis publicado por el think tank estadounidense.
La velocidad con la que los grupos insurgentes lograron avanzar en apenas una semana desde la provincia norteña de Idlib y desde el sur hasta la capital ha dejado descolocados a los iraníes.
El propio ministro de Exteriores de Irán, Abbas Araghchi, reconocía en una entrevista en televisión que, aunque habían recibido información de que los grupos rebeldes planeaban un levantamiento en el norte, “lo que nos pilló desprevenidos fue, por un lado, la incapacidad del ejército sirio para hacer frente al avance y, por otro, la rapidez de los acontecimientos”.
Cansancio con Al Assad
Las declaraciones de estos últimos días de altos cargos de la república islámica dejan entrever asimismo un cierto cansancio del régimen de Teherán con su ahora defenestrado aliado.
Araghachi aseguró en televisión que el motivo de la caída de Bashar al Assad fue la falta de diálogo con los manifestantes y la falta de esfuerzos por alcanzar una solución política para llegar a un acuerdo con la oposición, según el servicio persa de la BBC.
Esto no deja de ser paradójico para un gobierno que ha sido acusado por las Naciones Unidas y organizaciones humanitarias de reprimir los derechos humanos, el derecho de manifestación y de encarcelar a cientos de opositores en Irán.
Según el ministro de Exteriores iraní, Teherán, Ankara y Moscú habían acordado durante el conocido como Proceso de Astaná (diálogo iniciado en 2017 por los tres aliados de Siria para encontrar una solución diplomática a la guerra), gestionar el descontento popular sirio.
Pero la “inflexibilidad y lentitud” del gobierno de Al Assad en adoptar cambios y alcanzar en una solución política llevaron a su derrumbe, dijo Araghachi.
Al Assad se había convertido “más en un lastre que en un aliado, lo que significa que su tiempo se había agotado”, reconoció un analista cercano al gobierno iraní, Saeed Laylaz, al diario Financial Times. Seguir defendiéndolo ya no estaba justificado, y habría tenido unos costes inasumibles, según la fuente.
No es fácil cuantificar cuánto ha costado el apoyo iraní al régimen de Al Assad.
Ambos países estrecharon relaciones durante la guerra entre Irán e Irak, en la que Siria, a diferencia de la mayoría de los países árabes, tomó partido por el estado persa.
En esta época, Damasco le ayudó a sortear las sanciones internacionales al canalizar a través de su territorio la venta de armas del bloque del Este a Teherán, según explica Ali Ramzanian, del servicio persa de la BBC.
Más de US$30.000 millones
La ayuda militar se desplegó a partir de 2011, en principio con la excusa de luchar contra el Estado Islámico.
Los medios iraníes calculan esta ayuda entre los US$30.000 y los 50.000 millones, aunque podría ser mucho mayor, según Ramzanian.
Es muy difícil que este dinero, que los opositores y críticos con el gobierno de los ayatolás enarbolan como una afronta a los iraníes, vaya a ser recuperado.
El hecho de que la principal facción rebelde que ha liderado el avance contra Al Assad sea una milicia islamista que tiene sus raíces en Al Qaeda -aunque hace años que se desvinculó del grupo- preocupa a los vecinos de Siria, entre ellos Irán.
“Ningún líder árabe, especialmente en el Golfo, se siente demasiado cómodo con esta evolución y creo que los iraníes y los árabes están bastante de acuerdo en esto”, señala la profesora de Cambridge.
Los gobiernos árabes que temen que el auge de un movimiento islamista en Siria pueda dar alas a los propios grupos fundamentalistas locales.
Por el momento, Hayat Tahrir al Shams (HTS) han asegurado que su intención es colaborar con todos los grupos sirios y han garantizado la protección de las minorías.
“Pero, independientemente de lo que diga, es un grupo islamista que tiene opiniones muy fuertes sobre los chiitas, lo mismo que ocurrió con los talibanes. Dijeron que eran incluyentes y más modernos y mira lo que sucedió en Afganistán. Así que hay una preocupación importante (en Irán) de que haya una brecha entre lo que dicen y lo que harán”, afirma Roxane Farmanfarmaian.
Como explica Kayvan Hosseini, del servicio persa de la BBC, la mayor parte de la población siria, un 75%, es sunita, mientras que los chiitas, entre alauíes, ismaelitas e imamíes, son apenas un 10%.
“Aunque el futuro de Siria todavía no está claro, lo que sí está claro es que Irán tiene muy pocas posibilidades de repetir los escenarios del Líbano, Irak e incluso Yemen para lograr influencia y poder”, analiza Hosseini.
¿Qué opciones le quedan a Irán?
Según Ray Takeyh, la situación actual abre dos opciones a Irán: incrementar la disuasión nuclear o abrirse a negociaciones.
Teherán no tiene armas nucleares, pero cuenta con un programa nuclear y, según la Organización Internacional de la Energía Atómica, ha acelerado el proceso de enriquecimiento de uranio hasta niveles preocupantes.
Irán siempre ha alegado que su programa nuclear solo tiene fines pacíficos.
“A medida que se derrumban otros pilares de disuasión, crece la importancia del arma definitiva”, señala el experto del CFR.
En este contexto, “es probable que Irán acepte ofertas de diplomacia estadounidenses y europeas, posiblemente incluso de la próxima administración Trump”.
Roxane Farmanfarmaian no ve tan claro que Teherán se abra a negociar con las potencias occidentales, pero quizás sí con sus vecinos.
“Irán ha iniciado en los últimos tiempos un proceso de una comunicación con sus vecinos sauditas que ha sido gradual, pero que se mueve en una sola dirección. Y (la caída de Bashar al Assad) lo va a reforzar”, afirma la profesora.
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