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Sin un mercado cambiario legal no hay inversión posible en Cuba

Autor: Diario de Cuba

Aparte de romper bolsillos y vaciar refrigeradores, el torbellino cambiario que hace unos días asoló la Isla dejó algo bien claro: el castrismo tiene menos dinero que vergüenza. El Gobierno, como boxeador noqueado, solo pudo observar, impotente, cómo le vapuleaban la moneda, sin fuerzas siquiera para intentar calmar un mercado que se le ha ido de las manos.

Años llevan anunciando una ordenación del mercado cambiario que jamás llega, y no porque no quieran hacerla, pues ordenar, controlar, regular son rasgos intrínsecos al totalitarismo. Tampoco es que no sea necesario estructurar ese mercado pues, en economías como la cubana tan expuestas al comercio internacional, es imprescindible un mecanismo financiero —normalmente un banco central inyectando o retrayendo divisas de la circulación— que amortigüe los picos en los tipos de cambio para evitar consecuencias indeseadas en la economía real.

Pero pasa que el castrismo no tiene recursos para hacer lo que le gustaría, ni valor para hacer lo que debería.

Lo que le gustaría hacer (solo que no tiene dólares para darse el gusto) es volver a aquel remanso de paz de cuando la CADECA monopolizaba el mercado cambiario gracias a que, en complicidad con Western Union, GAESA rapiñaba los dólares de las remesas forzando a los cubanos a usar fichas llamadas CUC con las que el Gobierno alegremente saqueaba al pueblo cobrándole un 240% de sobreprecio.

Lo que debería hacer es legalizar agentes privados en el negocio financiero —cubanos e internacionales— como mismo ha abierto la veda sobre otras actividades, para así institucionalizar un mercado, el de divisas, que hoy anda a la deriva cuando es imprescindible para el mejor funcionamiento de una economía que se sostiene más de lo que pasa afuera que de lo que se hace fronteras adentro.

Sin embargo, no supera el castrismo su temor, su pánico a una banca privada en Cuba. Saben que aquellos que comiencen hoy como cambistas pronto evolucionarán a prestamistas y de ahí a inversores no va nada, naciendo así un mecanismo paralelo de captación y colocación de recursos que opacaría el pobre rendimiento de la inversión estatal. Y no, el castrismo no quiere ser menos que nadie, antes muertos (nosotros) que sencillos (ellos).

Legalizar a quienes hoy se dedican a la compraventa de monedas permitiría, sino controlar el tipo de cambio, al menos reflejar el valor real de las divisas con respecto al peso, un importantísimo servicio que hoy presta El Toque, con la inevitable limitación de muestrear solo oferta y demanda anunciada, un método de momento necesario por tratarse de transacciones ilegales, pero del que se obtiene un valor diferente al que se obtendría si en un mercado oficial se pudiesen muestrear compras y ventas efectivas.

Que se desconozca el verdadero valor de las divisas en Cuba, tasadas hoy en la ilegalidad y a la vista de un Estado incapaz de modular picos especulativos, es una barrera enorme para la inversión extranjera, dados los problemas de cálculo económico que genera esa imprevisibilidad del tipo de cambio, lo cual se suma a los riesgos de invertir en una finca quebrada donde el dueño puede pagarte cuando debe… o puede coger ese dinero para arreglar una avería en una termoeléctrica y decidir  pagar cuando se le ocurra en una moneda que se inventó anteayer diciendo que vale 24 por un dólar.

El actual tipo de cambio fijo dictado por el Banco Central, aparte de estar totalmente desconectado de la realidad económica, en la práctica supone un mecanismo de control de capitales que asusta a los pocos delirantes que, en algún momento de crisis sicótica, alucinan con la mala idea de invertir en Cuba socialista.

La inestabilidad de la moneda, la opacidad natural del mercado cambiario ilegal y la irrelevancia del oficial, más el empeño obtuso de mantener un tipo de cambio fijo —una antigualla financiera prácticamente erradicada de la faz de la Tierra— son un escollo para que Cuba sea un lugar de inversión tan atractivo como debería ser, dados sus recursos, su buena, bonita y vergonzosamente barata mano de obra, y su posición geográfica.

Así, el costo de que el castrismo no acabe de regularizar esta situación haciendo lo que debe, es enorme para los cubanos atrapados en esta tierra fuera del mapa de la inversión mundial. “El Gobierno más social del mundo”, una vez más se comporta como el más canalla, anteponiendo sus intereses de grupito mafioso a las necesidades de 11 millones de almas desahuciadas, que tiemblan cada vez que escuchan que el dólar, una vez más, está volviendo a subir.

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