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Martes, 25 de Junio de 2024
Jesus Gil iba líder destacado en la Riaño Trail Run cuando miró la caóda de una cresta extrema y se quedó bloqueado por el vértigo
Las carreras de montaña buscan cada vez recorridos más extremos y, a veces, ni los mejores se atreven a cruzar ciertos desafíos.
“Si este tío que es un crack del ultratrail ha decidido darse media vuelta en esta montaña yo no voy a ser menos”. Eso es lo que debieron pensar siete competidores de la Riaño Trail Run tras ver a todo un campeón de España de ultratrail darse la vuelta y retirarse pese a ser líder de la carrera.
A Jesús Gil nunca le había pasado nada parecido pero esa mañana al llegar a una de las cimas de la exigente prueba leonesa se vio atenazado por el vértigo. Miró hacia abajo y se convenció de que no era el día para hacer ‘locuras’ y jugársela en un tramo extremo.
Según informa diario El Norte de Castilla, Miguel Heras, director de carrera de la Riaño Trail Run y uno de los mejores corredores de España, subió a primera hora a la cresta más emblemática y peligrosa de la Montaña Palentina y dio luz verde para pasar por la imponente pared sur –1,78 kilómetros al 41,5% de pendiente media– que desemboca en el precipicio.
Jesús Gil, sin embargo, cuando llegó líder a ese punto se quedó bloqueado. Ese mirador estrecho, con cientos de metros de caída, hizo que se disparara su vértigo. La estrella española del trail se da cuenta de que estos solo es deporte y a veces hay que rendirse y pasar página.
El organizador estuvo a su lado y no quiso convencerle para seguir
El pasado sábado se disputaba la segunda etapa de la Riaño Trail Run, la etapa reina de una de las carreras más exigentes de España con un recorrido de casi 22 kilómetros y unos 1.900 metros de desnivel positivo. La Riaño Trail Run está dividida en dos modalidades: los que hacen las tres etapas y los que solo hacen las dos últimas.
Miguel Heras, organizador y estrella mundial de ultratrail, vio cómo su amigo Jesús Gil tomaba la decisión más difícil de su carrera. Esperaba en el punto crítico, pero no trato de convencerle, no quería meterle más presión y que se quedó sentado sin interferir en su decisión, escuchando a un voluntario que se ofrecía a acompañarle en la bajada si lo necesitaba. No consiguió convencerle, la decisión era irrevocable.
A Jesús Gil no se le olvidará jamás la cresta del Espiguete, un obstáculo que seguramente no le volverá a frenar en el futuro pero que ese día de junio se convirtió en un desafío imposible.