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El evangelio de este lunes de la primera semana de cuaresma es el episodio de Mateo 25 en el que se recoge el relato del juicio final. Cuando el hijo del hombre venga en su gloria como juez de vivos y muertos separará a los hombres como el pastor separa a las ovejas de las cabras.
Y a los de su derecha les dirá venid a mí benditos de mi padre porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estuve enfermo y me visitasteis, etcétera. Y a los de su izquierda les dirá id al fuego eterno malditos porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber. Subrayo especialmente en este episodio la manera en la que concluye cuando es así que te vimos y no te reconocimos y entonces Jesús dice cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos conmigo lo hicisteis.
Este pasaje, esta expresión última de este evangelio está citada en la encíclica Dilex Indos, en la encíclica reciente que el Papa Francisco ha escrito sobre el Sagrado Corazón de Jesús. En el capítulo quinto de esa encíclica se habla de la reparación, de cómo reparar al corazón de Jesucristo porque Jesús nos ama y su amor no es correspondido. Él dice a Santa Margarita María de Alacoc, he aquí este corazón que tanto ha amado al mundo y que a cambio ha recibido tantas veces desprecios. Es decir, Jesús tiene sed de ser amado, no es indiferente a nuestra respuesta de amor.
Entonces una pregunta clave es cómo podemos reparar ese amor de Cristo ofendido, cómo podemos devolverle amor con amor. Pues bien, en el punto 167 de esa encíclica dice la mejor respuesta al amor de su corazón es el amor a los hermanos. No hay mayor gesto que podamos ofrecerle para devolverle amor con amor y es allí donde cita el texto del evangelio de hoy. Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. Es decir, es por lo tanto una llamada a amar, amar al prójimo y especialmente al más débil para así reparar el corazón de Cristo, devolverle a Cristo amor con amor.
Y por cierto, merece la pena subrayar lo que también dice la encíclica, que al identificarse Jesús con los más pequeños de la sociedad, con los más débiles, los hambrientos, sedientos, los enfermos, etcétera, él aportó una gran novedad porque dignificó a toda persona humana. Sí, no hay persona indigna en esta sociedad una vez que Jesucristo se identifica especialmente con los últimos, con los últimos de la historia. Amemos, amemos al prójimo para así poder reparar el corazón de Cristo y para así también poder responder a esa llamada que nos hace Jesús en su juicio final.
