Una basílica cristiana
La construcción actual se remonta a tiempos del emperador Justiniano I, quien quiso construir una tercera basílica completamente diferente, más grande y más majestuosa en el mismo lugar que dos anteriores (360 y 415). Hay testimonio escrito de su construcción en la obra Sobre los edificios, del historiador bizantino Procopio de Cesarea. Allí explica que hicieron falta más de diez mil personas y materiales nobles de todo el imperio, como el mármol verde de Tesalia, piedra negra de la región del Bósforo y piedra amarilla de Siria. Fue la iglesia más grande del mundo durante casi mil años. Su impacto fue inmenso, inspirando a otras muchas iglesias y mezquitas posteriores.
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Una cúpula revolucionaria
Hay muchos elementos arquitectónicos importantes en Santa Sofía, pero su cúpula central es el más impresionante. A pesar de medir 31 metros de diámetro, parece flotar mágica sobre la planta del edificio. No es un truco, sino ingeniería constructiva: una innovadora estructura de cuarenta nervios y ventanas la sostienen a la vez que filtran la especial luz que crea el ambiente de su interior. Epítome de la arquitectura bizantina, es de esos pocos edificios de los que se puede decir que revolucionaron la historia de la arquitectura.
El ombligo del mundo
El Omphalion es una misteriosa zona en el suelo de la Santa Sofía, decorada con mármoles de vivos colores. Su diseño complejo incluye un gran círculo central rodeado por otros círculos más pequeños. Tradicionalmente, se creyó que este espacio era utilizado para coronar a los emperadores bizantinos. Como argumento se tomaba una descripción de Antonio de Nóvgorod hecha en el siglo XIII. De ahí lo de considerarlo el “ombligo del mundo”. Sin embargo, esta idea ha sido cuestionada a lo largo de los años debido a la escasez de otras referencias textuales de escritores y viajeros de la era bizantina.
De iglesia a mezquita
Cuando el sultán Mehmed II conquistó Constantinopla en 1453, transformó Santa Sofía, que por entonces parece que estaba en estado ruinoso, en mezquita para el Imperio Otomano. Para ello se añadieron hasta cuatro minaretes y otros elementos islámicos, como el mihrab (púlpito) y el minbar (el nicho de oración) en un collage arquitectónico de resultado fascinante. El sultán asistió a la primera oración del viernes en la mezquita el 1 de junio del mismo año.
Convivencia entre cristianismo e islam
Como ocurre con la Catedral de Córdoba, el interior de Santa Sofía es símbolo de coexistencia de dos grandes religiones, el cristianismo y el islam. Hasta su polémica conversión a mezquita en 2020, en su interior convivían deslumbrantes mosaicos bizantinos, como el de la Virgen María con el Niño Jesús, junto a las bellas caligrafías con los nombres de Alá, del profeta del islam Mahoma y los cuatro primeros califas y los dos nietos de Mahoma. La combinación tenía un gran poder de atracción.
Santa Sofía como museo secular
Tras la fundación de la República de Turquía en 1935 por el presidente Mustafa Kemal Atatürk, le llegó una nueva vida a Santa Sofía como museo secular, poniéndolo a disposición de todas las personas más allá de la fe o creencias. Un gesto popular de gran trascendencia de los nuevos aires que quería Atatürk para el país. Tuvo una exitosa vida como museo de más de 80 años.
Y vuelta a ser mezquita
Sin embargo, en julio de 2020, el gobierno de Turquía tomó bajo la presidencia de Recep Tayyip Erdogan la decisión de devolverle a Santa Sofía su estatus de mezquita. La polémica fue mundial y a día de hoy aún hay varias cuestiones que no se han logrado resolver, como la visibilidad de los mosaicos bizantinos, que están ocultos parcialmente para que no se vean de forma directa desde la zona de oración. A los turistas se les conduce al piso de la galería por una rampa fuera de las horas de rezo. Ahora es desde esa especie de mirador desde donde se puede vislumbrar la potencia escénica que un día tuvo el edificio.
Patrimonio de la Humanidad
Aunque Grecia denunció la conversión por considerarla una violación del título de Patrimonio Mundial y que la propia UNESCO lamentó la conversión y la falta de debate previo, lo cierto es que Santa Sofía sigue siendo Patrimonio de la Humanidad desde 1985. El reconocimiento le vino por importancia histórica, arquitectónica y cultural, como collage arquitectónico de épocas bizantina, otomana y moderna.
Ingeniería que desafió el tiempo
Uno de los mayores logros de Santa Sofía es su resiliencia. Ha sido afectada por numerosos terremotos y algún que otro incendio a lo largo de la historia, pero siempre salió más o menos airosa. Y eso a pesar de que sólo se tardaron cinco años en construirla. Se usaron soluciones técnicas arquitectónicas avanzadas para la época, lo que permitió que la estructura del edificio aguantara siempre cualquier revés.
El simbolismo del nombre
Pero Santa Sofía no está dedicada a una santa en particular, sino que simboliza la trascendencia del conocimiento divino. “Hagia Sophia” significa Sabiduría Sagrada, lo que subraya la determinación original de la construcción como un espacio de espiritualidad y conocimiento. La iglesia estaba dedicada así a la Divina Sabiduría, una imagen tomada del Libro de la Sabiduría del Antiguo Testamento que hace referencia a la personificación de la sabiduría de Dios Su nombre ha perdurado a lo largo de los siglos, ya sea iglesia, mezquita o museo.