La hipótesis de que las vacunas podrían causar autismo se originó a partir de un estudio británico que posteriormente fue retractado, y las investigaciones posteriores no han encontrado ninguna relación.
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Donald Trump dijo que investigaría con su próximo secretario de Salud, RFK Jr. la relación entre las vacunas y el autismo, una hipótesis que no está respaldada por la evidencia científica. FOTO: AFP
El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, aseguró que su designado como próximo secretario de Salud y Servicios Humanos (HHS), Robert F. Kennedy Jr., investigaría un posible vínculo entre las vacunas infantiles y el autismo, una idea ampliamente refutada por la medicina.
Trump, quien ha promovido esta hipótesis durante más de una década, dijo en una entrevista con la revista TIME que iba a tener una “gran discusión” con Kennedy sobre ponerle fin a los programas de vacunación infantil a los estadounidenses.
“La tasa de autismo está en un nivel que nadie creyó posible. Si observamos las cosas que están sucediendo, hay algo que lo está causando”, dijo el republicano en la entrevista para la Persona del Año 2024, reconocimiento que le otorgó Time.
Desde antes de lanzarse a su primera presidencia, Trump había sugerido que existía una relación entre las vacunas y el autismo. En 2014, publicó en la entonces llamada red social Twitter: “Un niño pequeño y sano va al médico, le inyectan una gran cantidad de vacunas, no se siente bien y cambia: AUTISMO. ¡Hay muchos casos así! (sic)”.
Estas declaraciones han alimentado la desinformación y el movimiento antivacunas en el país.
El nombramiento de Kennedy Jr. como el jefe de los asuntos de salud pública en Estados Unidos generó críticas, ya que el abogado ha promovido teorías conspirativas sobre los presuntos riesgos de las vacunas, incluyendo un posible vínculo con el autismo, y se ha opuesto a la adición de flúor en el agua potable, considerado un gran éxito sanitario en la lucha contra la caries.
¿Por qué se habla de un supuesto vínculo entre las vacunas y el autismo?
El origen de la teoría se remonta a 1998, cuando el médico británico Andrew Wakefield publicó un estudio en la revista médica The Lancet que afirmaba haber encontrado una relación entre la vacuna triple vírica (sarampión, paperas y rubéola) y el autismo. Este estudio generó gran atención mediática y fomentó los movimientos antivacunas.
Sin embargo, estudios posteriores no lograron replicar sus hallazgos, y se descubrió que Wakefield había cometido faltas éticas graves, incluyendo la manipulación de datos y conflictos de interés financieros. En 2010, la revista The Lancet se retractó formalmente del estudio, y a Wakefield se le retiró la licencia médica en el Reino Unido. A pesar de esto, la teoría sigue siendo utilizada.
Numerosos estudios han descartado cualquier relación entre las vacunas y el autismo. La Dra. Claudia Quintero, docente de la Facultad de Medicina de la UdeA con 8 años de experiencia en el campo de la psiquiatría infantil, explicó a EL COLOMBIANO que el autismo es una condición del neurodesarrollo con una etiología compleja y multifactorial.
Sobre el autismo se conoce que es un espectro complejo donde todos los niños afectados son muy diferentes entre sí. La doctora Quintero explica que “cuando se hizo la hipótesis de la vacuna (de Wakefield), lo que se pensó era que había un factor A que generaba un resultado B entonces se ponía la vacuna, que es más o menos entre los 12 y 18 meses, y se empezaban a presentar los síntomas de autismo, porque casualmente esa es la edad a la que se presentan”.
Quintero, quien desde hace tres años trabaja en una institución especializada en la atención de niños, niñas y adolescentes con trastorno del espectro autista, explica que “las investigaciones no han encontrado realmente que las vacunas sean un factor causal del autismo, el autismo es un trastorno del neurodesarrollo. No se ha logrado obtener, en este momento, cuál es la causa real del autismo”.
Sin embargo, aclara que se han visto ciertos factores ambientales o de riesgo que pueden estar involucrados, donde se incluye:
-Hipoxia neonatal (falta de oxígeno durante el parto).
-Edad materna superior a 40 años y edad paterna superior a 50.
-Uso de medicamentos teratogénicos durante el embarazo, como el ácido valproico.
-Antecedentes familiares de autismo. —La especialista explica que el factor que más prevalente se ha visto es tener un hermano mayor con autismo—.
-Nacimiento prematuro.
Asimismo, la experta aclara que en la comunidad científica “no ha visto un aumento de la prevalencia (casos), sino que más bien se ha aumentado más la conciencia”, es decir, ahora se ha avanzado en el entendimiento del trastorno del autismo.
Según la especialista en psiquiatría pediátrica, sobre los movimientos antivacunas, aunque dice son “conceptos respetables”, han contribuido a la reaparición de enfermedades infecciosas antes controladas, como el sarampión.
La difusión de información falsa sobre las vacunas ha generado consecuencias graves para la salud pública. La caída en las tasas de vacunación ha permitido la reaparición de enfermedades infecciosas previamente controladas.
La Dra. Quintero advierte que “el impacto de las vacunas es muy positivo, especialmente para las personas con sistemas inmunes debilitados que no pueden vacunarse y dependen de la inmunidad de rebaño”.
En Colombia, la especialista advierte que “lastimosamente sí hemos encontrado también personas que prefieren no vacunar a sus hijos por el temor, por esas informaciones, sobre todo por redes sociales, donde encuentran todo tipo de recomendaciones. Hemos vuelto a ver casos, digamos, no tan frecuente como en Estados Unidos, pero casos de enfermedades infecciosas que ya teníamos dadas por erradicar”.
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