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La Biblioteca de Autores Cristianos recopila algunas intervenciones públicas, entrevistas, mesas redondas y artículos del que fuera presidente de Comunión y Liberación
No hemos visto nada igual (BAC, 2024) trae a ojos del lector algunas de las intervenciones públicas, entrevistas, mesas redondas y artículos en prensa en los que participó Julián Carrón durante sus últimos años como presidente del movimiento Comunión y Liberación. Algunos de estos textos ya vieron publicación en su momento, otros no, pero en todos late el mismo espíritu, que no solo es evangelizador sino, bien se puede decir, también traductor: sobrevuela y atraviesa en todo el libro el deseo de traducir, de trasladar al lenguaje de hoy la autenticidad de la experiencia cristiana, de hacerla accesible a aquel que, por lo que sea, se ha criado sin los códigos para entender la buena noticia cuando se le anuncia.
He ahí uno de los grandes retos de la modernidad —que no el único— al que Julián Carrón lleva años intentando dar respuesta: mientras se siga presentando el cristianismo, la experiencia de Cristo, como un pesado conjunto de normas que hay que cumplir para acceder a la Iglesia, para ser miembro, mientras se siga viendo esta como una especie de club cerrado y protegido por el arcano al que solo los que manifiesten una adhesión plena pueden pertenecer; seguirá habiendo crisis de fe. No importa la elocuencia que se invierta ni los esfuerzos publicitarios que se impriman. La crisis seguirá creciendo y agudizándose dentro y fuera de la Iglesia.
Quizá en otros tiempos fuera suficiente con una pertenencia superficial, quizá en eras pasadas, en plena cristiandad, bastara con estar y cumplir, que ya aparecería, antes o después, la experiencia viva, real y encarnada de Cristo. Hoy no es así, y si algo demuestra Julián Carrón en este libro es que sabe ser un magnífico lector del tiempo actual, de los acontecimientos y cambios que van marcando nuestra época. Lee los signos de la actualidad para tomarle el pulso a la sociedad, de la mano de Ratzinger, para predicar a los «paganos modernos» (p. 106) y de De Lubac para calibrar hasta dónde llega la brecha en una sociedad —la europea— cuyos valores cristianos languidecen al haber roto con su fuente primera (p. 107). De ahí el subtítulo: La transmisión del cristianismo hoy, que incide muy particularmente en ese hoy, ese ahora en que el cristiano debe brillar, y no por la irreprochabilidad de su conducta ni la ejemplaridad de sus acciones, no por llevar un currículum intachable ni ser perfecto cumplidor de la ley, sino, sobre todo, por ser fiel reflejo de Jesucristo.
En eso, y no otra cosa, consiste ser testigo: en haber gustado la misericordia de Dios, la victoria sobre la muerte y la miseria en algún aspecto concreto de su vida para poder trasladarlo, para poder decir sin doblez y con pleno conocimiento «nunca he visto nada igual» (cf. Mc 2,12) y que aquel que nos escuche y reciba nuestra experiencia, quien reciba de nosotros esa imagen, nos pueda responder: «Nosotros tampoco».