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¿Regular la inmigración en España? / Más moros y menos muros

Autor: J. L. Vidal Coy

Siempre se ha creído que los dirigentes políticos son, al menos, gente bien informada. Sobre todo si son líderes estatales. Se supone que conocen al milímetro las características de su país para trazar las políticas con las que gobiernan o gobernarán. Aunque hay algunos que se empeñan en demostrar que hablan por hablar, sin basarse en datos comprobables. Eso hizo Santiago Abascal en su mitin frente al Romea del domingo pasado.

Su «Más muros y menos moros que no respetan a las mujeres» representa justo lo contrario de lo que su querida España necesita. A no ser que organismos tan respetables como el FMI, el Banco de España, el Instituto Nacional de Estadística o el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones estén radicalmente equivocados y fuera de la realidad. Por ejemplo, el INE espera que para 2050 haya 14,8 millones de pensionistas, 18 millones de nacionales en edad de trabajar y 12 millones de extranjeros activos.

Por su parte, el FMI estimó en marzo de 2018 que eran necesarios otros 5,5 millones de extranjeros en España para financiar las pensiones en 2050. Más recientemente, hace poco más de un mes, el Banco de España estimó que para conservar el actual nivel de pensiones en ese año, los inmigrantes trabajando tendrían que ser casi 37 millones. Eso supondría que habría más empleados foráneos que españoles y se tendrían que crear desde ya unos 800.000 puestos de trabajo anuales. El ministerio reconoció en marzo que son necesarios entre 200.000 y 500.000 inmigrantes cada doce meses para mantener el estado del bienestar.

Obviamente, esas previsiones están hechas sobre modelos estadísticos y económicos, pero no ocultan de ninguna manera que el sistema español actual necesita la incorporación de muchísima mano de obra extranjera para ser sostenible en sí mismo y para garantizar el estado del bienestar, incluyendo las pensiones actuales.

Ante esta realidad, al líder de la ultraderecha parece que le puede más el miedo a la ‘sustitución’ de la sangre española por otras aparentemente menos puras y, por lo que dijo, más machistas que los indígenas de esta parte de la Península Ibérica, que ya es decir. Ese temor cerval le lleva a enmascarar políticamente el rechazo xenófobo al extranjero de piel más oscura con la propuesta de regular la inmigración de forma más efectiva.

Olvida el jinete español por antonomasia que con las diferencias de renta per cápita entre el norte y el sur del Mediterráneo y el crecimiento demográfico más allá de las orillas del Magreb resulta imposible detener la marea migratoria. Máxime cuando los que ya están y los que siguen llegando de una u otra forma son imprescindibles para que el sistema productivo que dominan los nacionales españoles siga en marcha. A no ser que la ayuda al desarrollo de todo el Norte alcance el 0,7% del PIB propuesto por la ONU en… ¡1970! ¿O van los juveniles del ‘partido abascaliano’ a marchar todos juntos en unión sobre el Campo de Cartagena a recoger alcachofas, lechugas, tomates…?

O sea, que sí: hay que regular mejor el flujo migratorio, como dicen pretender los voxistas, pero para que puedan venir más trabajadores de los que vienen y lo hagan en situación legal, de forma y manera que reciban salarios dignos, coticen a la Seguridad Social desde el minuto uno y paguen sus correspondientes impuestos cada año. Solo así –y a la espera de que en varias décadas disminuya la explosión demográfica africana– podrán España y Europa equilibrar el sistema y mantener el estado del bienestar en el grado que se pueda. Es decir, es justo lo contrario de lo que dijo Abascal: Más moros y menos muros.

El coste será el mestizaje; y no les gusta porque es con pieles oscuras. Así, se suben al elefante trumpista y proponen más muros para parar la ‘invasión’ mora y negra. El próximo eslogan electoral voxista podría ser, a imitación del MAGA de don Donaldo, el ‘HESO’ (Hagamos a España Santa Otra vez), ya que dizque el candidato Buxadé marca tendencia en el partido exhibiendo, cuando se despoja de esa corbata que tan bien le sienta, esa cruz cristiana a modo de gargantilla para que se vea bien. 

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