¿Nos conformaremos? El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que ya en verano se fue de vacaciones sin dar explicaciones sobre los supuestos casos de corrupción que afectaban a quienes habían sido estrechos colaboradores, Santos Cerdán, José Luis Ábalos y Koldo García, parece querer ahora pasar también de puntillas, con una rápida rueda de prensa celebrada a 6.500 kilómetros de España, para explicar cómo piensa hacer frente a la delicada situación en que le ha dejado Junts.
No critico que haya una rueda de prensa, solo faltaba, pero además de llegar tarde, dos semanas después de que Junts rompiera con Sánchez, la situación requiere, a mi juicio, más explicaciones, a los medios de comunicación, pero también en el Congreso, ante quienes le hicieron presidente.
Un debate del estado de la nación sería una alternativa a elecciones o cuestión de confianza
El PP descarta una moción de censura porque no salen las cuentas (Junts no la apoyaría). El presidente del Gobierno descarta elecciones e insiste en que acabará la legislatura, cuando aún estamos a punto de llegar a su ecuador. Todo es descartar, pero no se dan alternativas. Pedro Sánchez cree que podrá gobernar sin el Parlamento, seguir como hasta ahora, pero sin mayoría. Y eso supone que no habrá presupuestos, además de que el Ejecutivo no podrá aprobar ninguna ley.
¿Se puede gobernar sin presupuestos? O mejor dicho, prorrogando unas cuentas aprobadas en el 2022 para el 2023. La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, cree que sí, y debe de ser verdad, porque Sánchez lleva haciéndolo desde hace dos años y, a pesar de que se había comprometido a presentar las cuentas del 2026, parece que el año que viene tampoco las habrá.
Pedro Sánchez en la Celac-UE 2025
Luisa Gonzalez / Reuters
Quizá, pues, ese no sea el problema del presidente del Gobierno, pero en política debería pesar más la coherencia, mantener cuando gobiernas lo que dices en la oposición; aplicarte a ti mismo lo que le exiges a los demás. En el 2018, apenas unos meses antes de la moción de censura contra Mariano Rajoy que le llevó a la presidencia del gobierno, el entonces secretario general del PSOE decía ante su ejecutiva que “si Rajoy no aprueba los presupuestos generales, la principal ley del gobierno, y no anticipa elecciones, yo le exigiré que, por obligación a la ciudadanía, y por responsabilidad institucional, se someta a una cuestión de confianza”. Rajoy consiguió aprobar muy poco después las cuentas del 2018, con las que Sánchez gobernó hasta el 2021, prorrogadas. Decía entonces que “un gobierno sin presupuestos no puede hacer nada”, que “aprobar los presupuestos es la primera y principal obligación de un gobierno”, que “la situación de un gobierno que no puede aprobar los presupuestos es insostenible” y que “como el presidente no apruebe los presupuestos, lo que tiene que hacer es convocar elecciones”.
Sánchez, el viernes en Brasil, descartaba elecciones, aunque no decía cómo piensa seguir gobernando. De la cuestión de confianza no quiere ni hablar, la perdería. Qué queda entonces para que un presidente del Gobierno explique a los ciudadanos cómo piensa seguir adelante y responda ante quien le ha elegido presidente si puede seguir siéndolo. La verdad es que poco, porque los dos remedios que parecerían lógicos en política, elecciones o cuestión de confianza, solo dependen de él, nadie le puede obligar.
Queda aún otra opción, sin las consecuencias que Sánchez trata de evitar, las de una votación con efectos. Es un debate del estado de la nación, que a pesar de que la costumbre lo preveía de forma anual y así se ha hecho siempre, salvo en los años electorales, en los más de siete años que Sánchez lleva en el Gobierno solo se ha celebrado uno, en el año 2022.
No es pedir mucho, pero solo lo habrá si la conciencia del presidente considera que los españoles merecen una explicación. Si no, la legislatura continuará. ¿Cómo? A rastras, sin afrontar los asuntos importantes para los españoles. ¿Nos conformaremos?



