La derrota en Mónaco fue una decepción para todos. Un bajón en el ilusionante arranque de temporada liguero. Un regreso a los fantasmas que acompañan al Barcelona en la Champions casi en la última década.
Se volvieron a cometer graves errores del pasado en Europa que esta temporada parecía que se habían superado. El principal, la acción que deja en inferioridad numérica al equipo casi sin romper a sudar. Una acción en la que se toman malas decisiones y se arriesga innecesariamente.
Ter Stegen debe recapacitar. Su actuación en Mónaco no estuvo a la altura de un portero de primer nivel en Europa. Su error en la expulsión, es suyo principalmente, lastró y mucho al equipo. Y un capitán como él, debe asumirlo y procurar que no se repita. En Europa los errores, además lo vemos mucho repetidamente en el Barcelona, penalizan gravemente. En el fútbol moderno, tan físico, jugar diez contra once durante 80 minutos es mucha ventaja por muy buenos jugadores que tengas o bien preparados que estén.
Los números de las últimas salidas por Europa del Barça no invitan al optimismo. Acumula siete derrotas en los doce últimos partidos. No son números de equipo aspirante a ganar la competición sino de equipo casi medio de Europa.
De los errores es verdad que se aprende, pero en el caso de la plantilla del Barcelona ya son muy recurrentes y el margen de equivocación ya es casi nulo. La paciencia tiene un límite y algunos jugadores la están colmando. El lado positivo, que lo tiene, es la consolidación de Casadó como pieza muy útil en el medio campo y por encima de todo, la consagración como gran estrella del fútbol, de Lamine Yamal, tocado por un don divino que le convierte en un futbolista muy especial.
El crédito en el fútbol cada día dura menos y a la primera zozobra del equipo de Flick, condicionada por la tempranera expulsión, ya parece cundir el pánico. Pasamos del extremo de Máxima felicidad que se había instalado en el barcelonismo a pensar que todo era un espejismo y que volverá a ser una temporada dura.
Hasta el recién llegado y encantador Flick, que nos tenía embelesados hasta el jueves, no supo leer el partido y realizó los cambios demasiado tarde. Ya no es tan maravilloso y tan buen técnico. Ya tiene sombras de dudas sobre su figura.
La realidad también es que, por las lesiones, ahora mismo la plantilla es muy corta y sobrevive a duras penas con un calendario tan apretado que apenas te da respiro. Habrá que esperar a que pronto vuelvan más jugadores a sumarse al equipo y a que Flick pueda poner en práctica su plan.
Incluso en momentos y fases del choque de Mónaco, el equipo no se arrugó, no bajó los brazos y demostró personalidad pese a las enormes dosis de juventud que tiene. Calma. A la primera curva no se bajen aún del coche, y que no cunda el pánico.
