‘Euroverify’ desglosa lo que sabemos sobre la huella de carbono del elemento central de la decoración navideña.
En Navidad se plantea un gran dilema: ¿Es mejor para el medio ambiente un árbol de Navidad natural o artificial? Parece que no hay una respuesta clara y sí muchos elementos a tener en cuenta a la hora de tomar la decisión de escoger uno u otro.
Los expertos señalan que comparar la huella de carbono relativa de las opciones natural y artificial podría ser, simplemente, una cuestión equivocada y que deberíamos plantearnos si adquirir un árbol es necesario, dado el peaje que supone para nuestro entorno.
Desglosemos, primero, lo que conocemos sobre la opción de contar con un árbol natural. Se calcula que solamente en 2022 se vendieron en Europa 60 millones de árboles de Navidad naturales, según el Ministerio de Comercio polaco. Dinamarca, Polonia y Alemania son los principales exportadores europeos.
Los árboles de Navidad suelen ser coníferas de hoja perenne, como el abeto, el pino o la pícea, con un ciclo de recolección que suele ser de nueve a diez años. Esto significa que por cada árbol que se tala, se suele plantar otro para sustituirlo.
Bien gestionadas, las plantaciones de árboles de Navidad pueden tener un impacto positivo en el medio ambiente. Los árboles absorben carbono de la atmósfera y lo almacenan, y también pueden servir de refugio a diversas especies animales, incluidas las que se encuentran amenazadas o aquellas cuya población está en declive.
Sin embargo, si no se gestionan de forma sostenible, las plantaciones de árboles de Navidad pueden desplazar a los ecosistemas naturales, según un estudio de la consultora Ellipsos.
Los fertilizantes químicos utilizados en las plantaciones también tienen un impacto medioambiental negativo y pueden causar contaminación que afecte a ríos, lagos y ecosistemas, según indica Paul Caplat, profesor titular de Ecología de la Universidad Queen’s de Belfast.
“Los pesticidas se utilizan porque las explotaciones de árboles de Navidad son monocultivos en los que se cultiva una sola especie a gran densidad, lo que las expone al riesgo de parasitismo y enfermedades”, explica Caplat. “Cultivar los árboles de forma ecológica puede reducir ese impacto, aunque esto puede dar lugar a árboles ‘torcidos’, con una forma menos formateada”.
Los expertos recomiendan optar por un árbol local procedente de una plantación ecológica. Lo que ocurra con el árbol al final de su vida útil se considera esencial para reducir su huella de carbono. Replantar un árbol, por ejemplo, en una maceta, es el método preferido, ya que permite seguir disfrutando de él. También se recomienda el compostaje o cubrir con mantillo el árbol para esparcirlo por el jardín.
Por otro lado, un árbol que se arroja a un vertedero tras haber servido como elemento decorativo emitirá metano, un gas más potente que el dióxido de carbono, al descomponerse.
Según ‘Carbon Trust‘, un árbol natural típico que se quema después de haber sido utilizado tiene una huella de dióxido de carbono de 3,5 kilogramos, pero aumenta a 16 kilogramos de CO₂ si acaba en un vertedero.
Los aspectos positivos del árbol artificial dependen del reciclaje y los años que se utilice
En comparación, se calcula que un árbol artificial de dos metros de altura produce unos 40 kilogramos de dióxido de carbono, más de diez veces que uno natural si se elimina adecuadamente. A menudo, se fabrican con materiales derivados del petróleo y se envían principalmente desde China, lo que aumenta su huella ambiental.
Esto significa que un árbol artificial tendría que reutilizarse durante al menos una década para que su huella fuera comparable a la de un árbol de verdad. Sin embargo, los árboles artificiales suelen ser muy difíciles de reciclar debido a la mezcla de materiales utilizados. Esto desincentiva su reutilización o reciclaje.
Según la Universidad de Sheffield, unos siete millones de árboles de Navidad acaban cada año en los vertederos del Reino Unido, liberando al medio ambiente unas 100.000 toneladas de gases de efecto invernadero nocivos. Si se opta por la opción artificial, los expertos aconsejan comprar un árbol de alta calidad y asegurarse de que se reutiliza durante, al menos, una década.