Qué ganas de volver a verte, Athletic, en las tierras sagradas de la Champions League; cuanta apetencia por ver de nuevo a Sancet convertido en la gran esperanza blanca del ataque rojiblanco, purgados los pecados o resueltas las dolencias, sea lo que sea; qué anhelo por el regreso del mando de Vivian, un hombre con credenciales de general en los ejércitos de la defensa. Qué ganas de volver, en fin, a sentarse en la mesa de los elegidos, ahora que comienza la cuenta atrás, con el candente partido de La Cerámica frente al Villarreal a la vuelta de la esquina; con la eliminatoria frente a los scottish a dos pasos (la vieja Escocia, con tantos nexos de unión con la vieja Bizkaia…); con San Mamés engalanándose para la final de la Europa League.
Qué ganas de volver a verte, Athletic, con las gafas de los días grandes, de verte de nuevo en los días de los partidos trepidantes y pecho partido y los años de cosecha en los títulos. No soy el único que piensa así, lo sé, porque otros muchos me lo han dicho. Y sé que queda la más dura, la última cordada para la conquista del Everest, que no está nada hecho. También me lo piaron. Pero qué ganas, Athletic, de verte como protagonista de una película de Quentin Tarantino, de vivirte como un personaje del realismo mágico que corría por las venas de García Márquez. ¿Acaso no lo eres en tiempos donde el realismo es otro, más sucio, más apegado al negocio que al corazón?
Las campanas ya doblan y anuncian que es el momento, que es la ocasión. Hasta hoy, Athletic, has hecho un trabajo impecable. Has competido entre los grandes, más como un ejemplo que como un milagro. Son, los que se avecinan, tiempos en los que todo ha de decidirse. Que no os tiemble el pulso, leones, aferraos bien a las raíces del viejo roble. Ya sé que os habla un viejo aficionado y que el fútbol de hoy no es el de ayer, que no son asuntos del corazón los que gobiernan. Pero permitídmelo, permitirme vivir estos días como las glorias de antaño. Ahí va un irrintzi y el sueño de veros de nuevo en la cima.
