El 2024 fue un año marcado por el sector ambiental (más aún en Colombia). La COP16 de Biodiversidad realizada en Cali, las decenas de eventos climáticos extremos alrededor de todo el planeta, la falta de un acuerdo final para ponerle fin a la contaminación plástica en el mundo y el descenso en la deforestación al tiempo en que aumentaron los incendios en la Amazonia brasileña (el país que alberga la mayor parte del inmenso bosque) marcaron la conversación.
Con la llegada de 2025 varias de esas discusiones tendrán su continuación, mientras que otros puntos permanecerán en la incertidumbre en medio de un escenario en el que aumentan las temperaturas, incrementan las dudas y se acaba el tiempo para actuar y cumplir algunos de los compromisos pactados para el final de esta década, que ya está a mitad de camino.
COP30 en la Amazonia
El mundo presenció en Colombia el inicio de dos años donde la discusión ambiental global es liderada por América Latina. Ahora en 2025 el lugar será la ciudad amazónica de Belén, en el estado de Pará, al nororiente de Brasil. Allí se espera que miles de líderes globales, ambientalistas, oenegés, científicos y otros expertos se reúnan para continuar una conversación que quedó a medias en la COP29 de Cambio Climático.
En la COP30, otra vez, la gran discusión será el financiamiento para lograr las metas de disminución de las temperaturas. Es clave señalar que fue en la COP21, realizada en Francia en 2015, donde se alcanzó el Acuerdo de París en el que el mundo se comprometió a que las temperaturas no aumentaran más allá de los 1,5 °C frente a épocas preindustriales. Desde entonces los países llevan una década buscando quién va a poner la plata para alcanzar dicho objetivo.
Tras el débil acuerdo de financiamiento alcanzado en noviembre en la COP29 de Bakú (Azerbaiyán), la directora ejecutiva de Greenpeace Brasil, Carolina Pasquali, dijo a EFE estar “bastante decepcionada” con el resultado de la Cumbre Climática y que esperaba que en Belén fuese diferente. “Brasil tiene una diplomacia bastante respetada y, en ese sentido, las expectativas son grandes para la COP30. Si todos los países cumplen, llegaremos a la cumbre con una visión clara de lo que falta para garantizar el límite de 1,5 grados”, explicó Pasquali.
Trump, el negacionista
Pero en una década que es crítica, donde el mundo ya ha superado en varias ocasiones el límite del 1,5 °C, un nuevo factor preocupa a expertos: el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. El 20 de enero el primer mandatario asumirá nuevamente el cargo y hay expectativa por las implicaciones que esto pueda tener para la geopolítica ambiental global.
Estados Unidos es el segundo país más contaminante del mundo y además uno de los llamados a poner recursos para que países pobres puedan hacer transiciones hacia modelos energéticos y enfrentar la crisis climática planetaria. Sin embargo, en su primer mandato como presidente Trump sacó a su país del Acuerdo de París. Hace tan solo unos meses, cuando el devastador huracán Helene golpeó Florida, Georgia, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Virginia, dejando decenas de muertos, Trump calificó el cambio climático como “una de las mayores estafas de todos los tiempos”, pese a que científicos señalaron que fue dicho factor el que aumentó la voracidad de Helene.
De hecho, un análisis desarrollado por Carbon Brief señala que las políticas en contra del sector ambiental de Trump pueden llevar a que Estados Unidos emita un total de 4.000 millones de toneladas de CO2 extra de aquí a 2030. Básicamente habría un extra de todas las emisiones anuales combinadas de la Unión Europa y Japón. “Un segundo mandato de Trump anularía –dos veces– todos los ahorros obtenidos con la implementación de energía eólica, solar y otras tecnologías limpias en todo el mundo durante los últimos cinco años”, señala Carbon Brief.
El médico y ambientalista colombiano, Camilo Prieto, señaló que además de la salida del Acuerdo de París, otro de los golpes que podría tener la geopolítica ambiental es un recorte en los fondos que Estados Unidos destina a la Organización Mundial de la Salud, que trabaja asuntos como la lucha contra las pandemias zoonóticas.
“La relación que tiene Trump con Putin seguramente puede relajar las sanciones que hay hacia Rusia y esto seguramente va a incrementar el comercio de gas y petróleo ruso. Y lo otro es que ese incremento del aporte a la oferta por parte de Rusia puede llevar a que se disminuya el precio del barril de petróleo y eso puede inducir a que se incremente la demanda porque los combustibles fósiles nuevamente pueden volver a precios muy asequibles y altamente competitivos en el mercado mundial”, agregó Prieto.
¿El fin del plástico?
Entre el 25 de noviembre y el 1 de diciembre de 2024, por quinta vez desde que se estableció que el mundo buscaría crear un acuerdo para enfrentar la contaminación plástica, el Comité Intergubernamental de Negociación se reunió. Esta vez la cita fue en Busan (Corea del Sur) donde, pese a los esfuerzos, nuevamente no se logró alcanzar lo requerido para hacerle frente al aumento exponencial de residuos plásticos.
Sin embargo, el avance fue amplio y se espera que el debate continúe y logre por fin un documento en un nuevo encuentro que tendrá lugar entre julio y agosto de 2025, según explicó Luisa Santiago, directora ejecutiva de la Fundación Ellen MacArthur en América Latina, organización que promueve y participa en la creación de acuerdo.
“En la reunión de Busan si bien las noticias fueron negativas porque no logramos llegar a un tratado tras los cinco encuentros, y la noticia fue que fallamos, si miras al detalle las mesas de discusiones dejaron un mensaje positivo aunque no es el ideal. Es positivo porque pasamos cuatro sesiones de negociación sin evolucionar, con discusiones bloqueadas y completamente paradas por países petroleros que no quieren un tratado ambicioso. En Corea los dos primeros días fueron igual, pero en la segunda mitad de la reunión se empezaron a crear consensos de que es necesario un tratado suficientemente ambicioso”, enfatizó Santiago quien añadió que hay un buen ambiente para que se logre finalmente un acuerdo en 2025.
¿Llegará La Niña?
El fenómeno de La Niña, que desde hace varios meses se viene anunciando, sigue sin llegar. De acuerdo con la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA), hay un 59 por ciento de probabilidad de que La Niña llegue en enero de 2025, que en todo caso sería débil y de corta duración según los modelos de predicción climática.
En el país, la llegada de La Niña tendría impactos no solo en la climatología, el transporte y la agricultura, sino también en en el llenado de embalses de las regiones Caribe y Andina, que es donde más impacto tiene este fenómeno. Sin embargo, para el sistema Chingaza, que brinda agua a Bogotá y se nutre de las lluvias de la región hidrográfica de la Orinoquia, no tendría efecto alguno.
Un clima impredecible
El 2024 cerró con un clima variable y extremo. El acelerado aumento de las temperaturas se tradujo en canículas mortales en Arabia Saudita; inundaciones devastadoras en Emiratos Árabes Unidos, España, Afganistán, Rusia, Brasil, China, Nepal, India y Estados Unidos; sequías e incendios voraces en Brasil, Argentina y Canadá; y huracanes que destruyeron todo a su paso en México y Estados Unidos.
Al ritmo actual, y con pocas luces del cambio que se requiere para evitar que el mundo se siga calentando, todo parece indicar que en 2025 seguiremos viendo fenómenos climáticos exacerbados por un planeta que no para de quemar combustibles fósiles y emitir gases contaminantes.
EDWIN CAICEDO
Periodista de Medioambiente y Salud
@CaicedoUcros