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Qué es el “sudor del maíz” y cómo hace aumentar las temperaturas

Autor: National Geographic

Mientras el Medio Oeste estadounidense se hincha bajo los efectos de otra ola de calor, las temperaturas y la humedad de la región se están viendo avivadas por el “sudor” del maíz. Si en tus pronósticos para este 2024 no aparecía la amenaza de tener grandes sudadas, no estás solo; pero el “sudor del maíz” es un fenómeno real y bien conocido por meteorólogos y agricultores que añade humedad a la atmósfera y hace que las condiciones de calor sean aún más desagradables.

Y esta sólo es una de las formas inesperadas en que las actividades humanas, desde la agricultura a la deforestación y la contaminación, pueden tener efectos sorprendentes en los patrones meteorológicos regionales, a veces potenciando o incluso limitando temporalmente los impactos del cambio climático.

El maíz, como otras plantas, utiliza un proceso llamado evapotranspiración para extraer agua del suelo, tomar la que necesita para funcionar y liberar el resto a la atmósfera mediante la evaporación. Cuanto mayor es la temperatura ambiente, más agua necesita el maíz y mayor es la cantidad de agua que se evapora.

Con el calentamiento climático se produce un bucle de retroalimentación constante: el clima más cálido en el Medio Oeste también está provocando más precipitaciones, lo que significa que hay más agua en el suelo para que el maíz la absorba y evapore, lo que añade más vapor de agua al aire y alimenta aún más el calentamiento.

La mayor humedad del sudor del maíz no sólo hace que las olas de calor sean aún más incómodas, sino que también aumenta su peligro.

“Cuando el aire está seco, transpiras y la evaporación te enfría. Pero eso no funciona tan bien en condiciones húmedas, porque ya hay mucha humedad en la atmósfera. Por eso te sientes mucho más incómodo cuando, además de calor, hay humedad”, dice Mohler.

Aunque el mundo se está calentando, en algunos lugares las temperaturas se han mantenido relativamente estables o incluso han bajado ligeramente. Uno de ellos es el sureste de Estados Unidos; desde 1958, incluso cuando las temperaturas medias en todo el país han aumentado un grado, el sureste en realidad se ha enfriado algo menos de medio grado.

En un estudio de 2018 sobre el fenómeno, Trevor Partridge, del Servicio Geológico de Estados Unidos, y sus colegas argumentaron que una de las principales razones de este “agujero de calentamiento” fue un cambio en la corriente en chorro sobre el este de Estados Unidos, que dio lugar a vientos del norte que traen aire frío al sureste con más frecuencia.

Pero también puede haber otros factores. La deforestación generalizada de finales del siglo XIX y principios del XX dejó gran parte de la región prácticamente despoblada, pero muchos de esos bosques han vuelto a crecer desde entonces, hasta el punto de que casi el 70% de Alabama, por ejemplo, está ahora cubierto de bosques.  Y una mayor cubierta forestal significa más sombra, lo que reduce el calentamiento local.

Como explicó Partridge a National Geographic en 2022, estos efectos demuestran que “lo que hacemos con nuestra superficie terrestre puede tener repercusiones muy profundas en el clima local”.

En última instancia, sin embargo, la intensidad del calentamiento global superará incluso a los focos de resistencia más obstinados. Las temperaturas ya están aumentando en el sureste, y se espera que suban entre 4 y 8 grados para finales de siglo.

Otro posible factor del “agujero de calentamiento” del sudeste podría ser la influencia de la contaminación por aerosoles procedente de fuentes como las centrales eléctricas de carbón, que pueden reflejar la luz solar y provocar un enfriamiento localizado, lo que resulta irónico, dado el impacto de la quema de carbón en las temperaturas globales.

Los aerosoles también pueden haber influido en otro fenómeno climático poco conocido: la “sequía de huracanes” de las décadas de 1970 y 1980.

Según un estudio de 2022 de Raphael Rousseau-Rizzi y Kerry Emanuel, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, la actividad de los huracanes en el Atlántico experimentó una “pronunciada calma” durante esas décadas, un periodo que coincidió con el pico de emisiones de partículas de sulfato de las centrales eléctricas, hasta que las normativas medioambientales redujeron su impacto.

Rousseau-Rizzi y Emanuel sostienen, sin embargo, que el enfriamiento inducido por los aerosoles sobre el Atlántico no fue el único responsable de la disminución registrada en la actividad de los huracanes.

Creen que el efecto de enfriamiento de esta contaminación llegó hasta el norte de África, reduciendo el alcance hacia el norte del monzón de África Occidental, que contribuye a impulsar los huracanes atlánticos.

El resultado fueron unas condiciones más secas en el Sahel, que generaron más tormentas de polvo y de mayor tamaño. Ese polvo fue transportado por las corrientes de viento sobre el Atlántico, donde exacerbó el efecto refrigerante de los aerosoles, provocando un descenso de las temperaturas de la superficie del mar y privando a los huracanes de la energía calorífica que necesitan para formarse.

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