Tras su victoria en las elecciones, Donald Trump regresa a la Casa Blanca con promesas de cambio en política exterior y un lema claro: América primero.

  • La reelección del expresidente, tras una campaña marcada por críticas a la gestión del Gobierno actual, abre un capítulo que podría transformar tanto a EE. UU. como a sus relaciones internacionales. FOTO AFP

    La reelección del expresidente, tras una campaña marcada por críticas a la gestión del Gobierno actual, abre un capítulo que podría transformar tanto a EE. UU. como a sus relaciones internacionales. FOTO AFP

Juan Felipe Bedoya Ramirez

Con su lema de “América primero”, el presidente electo Donald Trump regresará a la Casa Blanca, marcando el inicio de una nueva era para el país, periodo que seguramente dará mucho de qué hablar luego de las controversiales propuestas y afirmaciones que hizo durante la campaña. Con una agenda que promete replantear el papel de Estados Unidos en el mundo, al tiempo que redobla sus esfuerzos en temas que según él van a devolver el florecimiento interno al país, como la migración y el combate a las drogas, Trump ya comenzó a hacer algunos movimientos, lo que quiere decir que ya está trazando su hoja de ruta para comenzar el ajedrez que iniciará el 20 de enero del 2025.

Estados Unidos es por mucho uno de los países más influyentes en todo el mundo y el más influyente en el mundo occidental, por lo que las decisiones que tomé el nuevo presidente, que se prevé serán proteccionistas, no son cosa menor. Por estos motivos es fundamental entender qué significa realmente el cambio para la política de EE. UU. tanto internamente como aquella dirigida a sus relaciones internacionales.

“América primero”

Durante su campaña, Trump mantuvo un mensaje de protección a los intereses estadounidenses y en medio de estos, prometió una política exterior menos intervencionista, enfocada en “resolver problemas en casa antes de solucionar problemas en el extranjero”. Con este tono que apela al sentir de muchos estadounidenses, Trump conquistó muchos votos de ciudadanos que sienten que el país ha dejado de mirar hacia adentro por intervenir en asuntos externos.

Esto implicará cambios significativos, ya que, en el contexto actual, Estados Unidos ha sido uno de los principales actores en conflictos globales, como el apoyo militar a Ucrania ante a la invasión rusa, la presencia en Taiwán para contener a China, el apoyo y poca intervención en la guerra árabe israelí, y la alianza en la OTAN, serán temas que seguramente el nuevo presidente pondrá sobre la mesa para darles un trato diferente.

Este enfoque de Trump, que podría parecer un aislamiento estratégico, ha encendido alarmas entre los aliados europeos y otras naciones que dependen de la presencia estadounidense como factor de estabilidad. Sin embargo, Trump también ha dejado claro que no se retirará de los asuntos globales; lo que sí hará, según su equipo de campaña, es “revaluar la relación con cada aliado”, priorizando solo aquellos compromisos que, según él, “beneficien a Estados Unidos”.

¿Qué pasará con Ucrania?

Uno de los temas más polémicos y que más preocupaciones ha ocasionado tras el triunfo de Trump, ha sido su postura sobre el conflicto entre Ucrania y Rusia. Durante la campaña, Trump aseguró en una de sus afrentas a Biden que si él fuera presidente podría “terminar la guerra en 24 horas”.

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Si bien no detalló exactamente cómo, el comentario no se olvida y ha sido interpretado como una disposición a sentarse a negociar directamente con Vladimir Putin, con quien ha mostrado mantener una relación cordial en el pasado. Su relación con el presidente ruso podría generar cambios significativos en el desarrollo del conflicto y quizás pediría a Ucrania ceder alguna parte de los territorios en disputa, situación que probablemente sería motivo de conflicto con la OTAN.

En su primer mandato, Trump ya había mostrado reservas sobre el financiamiento militar hacia aliados y organizaciones internacionales. Ahora, tras años de apoyo militar de EE. UU. a Ucrania, en medio de una guerra que parece no acabar, su retorno a la presidencia ha generado dudas sobre si este flujo de ayuda continuará o si, en cambio, presionará a Ucrania para que haga concesiones. Para los ucranianos y sus aliados en la OTAN, esta posibilidad representa un cambio radical en el rol de Estados Unidos como principal respaldo militar de Kiev.

En Europa, líderes como Mario Draghi han señalado que esta administración podría generar un distanciamiento en las relaciones transatlánticas. Draghi ha llamado a la Unión Europea a tomar medidas para aumentar su independencia económica y política de EE. UU.

¿Se fractura la relación entre Estados Unidos y la OTAN?

La organización del tratado del atlántico norte, OTAN, que fue fundada en Washington hace más de 60 años, es otra institución que está preocupada por los grandes cambios que podría ver con la nueva administración de Trump. Ya en su primer mandato, el magnate criticó la desproporción de contribuciones financieras de algunos países miembros y amenazó con reducir los aportes de EE.UU. en la organización. Ahora, en su regreso, ya ha vuelto a cuestionar la participación estadounidense, sugiriendo que el país no defenderá a aquellos miembros que no cumplan con sus obligaciones económicas.

Para Europa, esto representa un riesgo, pues hay algunos países pequeños o pobres, que se enfrentarían a una preocupante vulnerabilidad ante amenazas como Rusia, que ya los amenazó en medio del conflicto ucraniano y que en los últimos años ha incrementado su influencia y ha aumentado su presencia militar cerca de las fronteras de estos. La posible salida de EE. UU. de la alianza militar, o incluso una disminución de su rol, podría desestabilizar la seguridad, sobre todo en Europa del Este.

¿Una guerra con China?

Otro frente en el que Trump no parece dispuesto a ceder es en la relación con China, pues ha mencionado que este país es la mayor competencia para el florecimiento de Estados Unidos. Durante su primer mandato, el republicano lanzó una guerra comercial contra el gigante asiático, imponiendo aranceles a sus productos e incrementando las restricciones sobre la tecnología. Con su regreso a la Casa Blanca, es probable que esta política se intensifique, especialmente ahora cuando China mostró su alcance y ha reforzado su influencia económica y militar en toda la región de Asia-Pacífico y en sus alianzas comerciales con muchos más países.

En ese orden de ideas, el regreso de Trump podría implicar nuevas sanciones económicas contra Pekín, además de un aumento en la presencia militar estadounidense en el mar de China Meridional, una zona de gran valor estratégico que también es reclamada por China, donde se libra la disputa política por el control de Taiwán. Si bien, hay quienes aplauden esa posición de Trump, la postura no solo tendría consecuencias económicas, sino que podría aumentar las tensiones en la región, poniendo en riesgo la estabilidad de uno de los corredores comerciales más importantes del mundo.

Migración y la mano dura de Trump

Como uno de los pilares de su campaña, Trump también puso en el centro del debate político y social el tema de la migración y la seguridad fronteriza en el sur del país, dos puntos en los que fue especialmente contundente en su primer mandato. En esta ocasión, no solo habla del muro, también ha prometido “la mayor operación de deportación en la historia del país”, anuncio que ha generado preocupación entre comunidades de inmigrantes, particularmente en América Latina. No siendo suficiente, lanzó otro golpe y ha reiterado su intención de acabar con la ciudadanía por derecho de nacimiento para hijos de inmigrantes indocumentados, lo que cambiaría la vida de miles de personas.

En México y Centroamérica, la noticia ha sido recibida con temor, ya que el aumento de las deportaciones podría agravar la situación económica en países que dependen en gran medida de las remesas enviadas por sus ciudadanos en EE. UU., además que la llegada de los miles de migrantes aumentarían la tasa de desempleo. Además, Trump ha calificado a algunos países centroamericanos como “exportadores de violencia y drogas”, lo que podría tener repercusiones en los apoyos a los gobiernos de estos.

Medio Oriente, en vilo

En el Medio Oriente, el posible acercamiento de Trump con Rusia podría significar un cambio en las alianzas y en la posición del país respecto a conflictos como el de Siria y la relación con Irán. Países como Israel podrían ver en Trump un aliado más firme, especialmente en temas de seguridad, pues el mandatario electo ha dejado claro su apoyo a Netanyahu y ha hablado sobre la necesidad en el reconocimiento de Jerusalén como capital, una decisión que ya generó y volvería a generar fuertes tensiones con el mundo árabe, al ser esta considerada una ciudad sagrada y disputada por muchos países.

Nuevos nombramientos

El nombramiento de Susie Wiles como jefa de gabinete es uno de los primeros movimientos de Trump en su equipo de transición. Wiles, una figura experimentada y leal dentro de su círculo, fue clave en su campaña electoral y es conocida por su capacidad para gestionar crisis y coordinar equipos. Sin embargo, otros nombres que suenan para puestos clave, como el multimillonario Elon Musk y el crítico de las vacunas Robert F. Kennedy Jr., podrían agregar aún más controversia a esta administración.

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La posible inclusión de Musk, quien ha expresado su apoyo a Trump en varias ocasiones, da cuenta que el nuevo presidente podría apostar por una administración empresarial y tecnológica, lo cual podría llevar a la reestructuración de algunas agencias gubernamentales. Por otro lado, la inclusión de Kennedy en temas de salud pública podría significar un cambio drástico en las políticas de vacunación que han sido bastante polémicas después del covid-19.

El legado de Biden

Por su parte, el presidente saliente, Joe Biden, prometió una transición pacífica y ordenada. Durante el discurso donde reconoció la victoria de Trump y la derrota de su partido, Biden destacó la importancia de la unidad y pidió a los estadounidenses ver más allá de sus diferencias políticas.

La llegada de Trump amenaza con revertir muchos de los logros de Biden, quien implementó varias reformas en temas de cambio climático y diplomacia internacional que Trump no reconoce. El presidente saliente no la tiene fácil, pues enfrenta críticas dentro de su partido por no haber cedido la candidatura a Kamala Harris antes, lo que podría haberle dado una ventaja frente a Trump. Su derrota también representa un duro golpe para los demócratas, que ven cómo muchos de sus proyectos podrían desmantelarse con la nueva administración. En este sentido, la salida de Biden marca el fin de un ciclo y abre la puerta a una era diferente para el futuro de EE. UU.

El regreso de Trump crea una de las coyunturas más complejas en la historia reciente de EE. UU. Su enfoque radical en temas como la migración, la política exterior y la seguridad nacional da cuenta de la gallardía del empresario pero no hay que olvidar que son grandes desafíos para los próximos años que genera un clima de incertidumbre a nivel global.

En medio de tensiones con Rusia, China y Europa, el mandato de Trump podría redefinir el papel de Estados Unidos en el mundo y marcar un cambio en el equilibrio de poder global. Algunos ven en Trump a un líder que devolverá a EE.UU. su antigua grandeza, otros temen que su estilo poco convencional y sus políticas agresivas puedan aislar al país en un momento en que el mundo está cada vez más interconectado.

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