Una planta con florecillas y hojas diminutas, la naufraga balearica, está a punto de desaparecer. Hay muy pocos ejemplares en el norte de la Serra de Tramuntana y no existe en ningún otro lugar del mundo, por lo que las montañas de Mallorca custodian el valioso tesoro, entre otros muchos.
Su imagen en el Àlbum de flora de les Balears es la única que ha dibujado Vicenç Sastre basándose en una fotografía y sin haberla visto en su hábitat. «He estado buscándola durante mucho tiempo y no la he llegado a encontrar, pero por las fotos parece una maravilla», alaba el ilustrador del libro y popular divulgador de la naturaleza.
Es una de las 130 especies de plantas silvestres autóctonas que aparecen entre los dos volúmenes de la obra escrita por la bióloga y especialista en botánica Margalida Llabrés, del total de las 1.600 que existen en el archipiélago.
Publicaron la primera parte del álbum este año que acaba de finalizar y el segundo volumen llegará en unos meses, ambos con el objetivo de «ofrecer información y curiosidades sin afán científico, sino con un fin didáctico y sencillo para cualquier persona interesada en la naturaleza, aunque no tenga ni idea de plantas», afirma Llabrés.
Décadas de excursionismo
La selección se ha basado en las ilustraciones realizadas por Sastre durante décadas de excursionismo y paseos por el campo, siempre acompañado por su cuaderno de dibujo o cámara de fotos.
«Las imágenes, hechas con acuarela y tinta, son limpias y descriptivas, y siempre que ha sido posible se ha incluido el nombre común más utilizado de la planta, aunque en algunos casos hay variaciones. La intención es que los dibujos sirvan para quienes quieran aprender a reconocerlas», tal como explica el divulgador.
La bióloga y autora de los textos añade que para facilitar la aproximación, el primer volumen se ha dividido en dos partes: flora de montañas y peñascos y, en segundo lugar, flora de campos y márgenes de caminos.
En las montañas se hallan la mayoría de especies endémicas de Balears y en el libro aparecen 29 de las 39 ilustradas en total en este capítulo.
Según detalla en la introducción, «las plantas endémicas son las que confieren un alto grado de singularidad», aunque solo un 10% de la flora existente en el archipiélago es propia de aquí, ya que «muchas de estas plantas suelen tener una extensión territorial bastante reducida y la mayoría se han adaptado a vivir en ecosistemas muy especializados, como por ejemplo los roquedales y riscos de nuestras montañas», en palabras de Llabrés.
Más habituales son las especies de la segunda parte, ya que son las que crecen en hábitats como los márgenes de caminos y tanto en campos yermos como de cultivo, es decir, las que muchas personas consideran malas hierbas.
«Este grupo de plantas suele tener un área de distribución muy amplia. En general tienen una gran capacidad de colonización, lo que hace que algunas de ellas se puedan convertir en invasoras», destaca respecto a una flora que «suele ser poco exigente con las condiciones ambientales», como por ejemplo la trepadora corretjola, «pariente del boniato, aunque no lo parece», dice como curiosidad .
En el libro no se habla de especies foráneas, aunque la experta cuenta que hay «muchas plantas del Mediterráneo que son invasoras en diversos lugares, como la romaguera (zarza), introducida en América y Australia, al igual que la boca de dragón, que también está en esos lugares y el norte de Europa», entre otros casos.
Letra pequeña
La principal fuente de información de la que se ha nutrido la autora de los textos ha sido la serie de una veintena de volúmenes titulada Flora ibérica, publicada de forma periódica por el Real Jardín Botánico. «Son unos libros muy científicos, pero yo he ido a la letra pequeña para encontrar las curiosidades y he disfrutado un montón con la labor de investigación».
No ha querido ofrecer una estructura fija en cada una de las descripciones, sino que como las plantas tienen sus singularidades, los textos también. En ciertos casos, como por ejemplo en la caléndula (llevamals), indica algunos de sus usos comunes, entre ellos que «es buena para regenerar la piel»; mientras que de otras plantas y flores detalla su procedencia, como el pebre d’ase, que sorprende cuando el lector descubre que es de la familia de las solanáceas, o sea, la misma que la patata y el tomate, «básicos para la humanidad».
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