Que vivimos agobiados no es una sorpresa para nadie. Según un estudio internacional de Grupo AXA, en 2024, el 62% de los españoles confesó sentirse bastante estresado, en lo que se configura como el nivel más alto en los últimos tres años. Además, acorde al informe anual del Sistema Nacional de Salud 2023, España se sitúa a la cabeza de Europa en términos de sufrimiento psicológico, con los trastornos de ansiedad como mal más acuciante (con 106,5 casos por cada 1.000 habitantes).
Estos problemas son estructurales, y como tales han de ser atacados: la precariedad laboral, la dificultad de acceso a la vivienda o la falta de conciliación no son asuntos que podamos arreglar individualmente, sino organizándonos de manera colectiva. Sin embargo, en medio de estas circunstancias problemáticas para nuestro bienestar, sí hay algo que podemos hacer para mejorar nuestra salud mental: conectar con la naturaleza y con nosotros mismos.
Esto, que parece sencillo, no lo es tanto durante nuestra cotidianidad: ¿qué hacer en medio de una ciudad para sentirnos en comunión con la madre tierra? Es lo que explica el volumen Un año de conexión con la naturaleza (Cinco Tintas, 2024). Simplemente leer este libro, hermosamente ilustrado por Raluca Spatacean y escrito de manera a la vez bella y funcional por el equipo de The Leaping Hare, te sume en un estado casi meditativo.
Pero lo mejor es poner en prácticas sus múltiples ideas, que te acompañan a lo largo de los meses del calendario. En enero, por ejemplo, nos proponen parar para reconsiderar nuestras prioridades, mirando el nuevo año como un lienzo en blanco, y para lograrlo, nos acercan a la naturaleza y al conocimiento interior (¿no es, acaso, lo mismo?) a través de diferentes prácticas.
Cada mes está dividido en 11 secciones, cada una de las cuales nos invita a sumergirnos en los ciclos y ritmos naturales: bienestar, ecorreflexión, sabiduría, cultivo, recolección, conocimiento de las plantas, meditación, observación de estrellas, receta, visualización y ritual. En enero, por ejemplo, podemos observar el movimiento de las aves, caminar conscientemente por un parque y aprender que los árboles, por la noche, relajan sus ramas, en un gesto que se ha interpretado por los científicos como similar al sueño.