En el año 2005, Quentin Tarantino realizó una breve aparición estelar en Los Teleñecos y el mago de Oz, un musical televisivo en que se reunía con Gustavo para pensar posibles formas de plantarle cara a la Malvada Bruja del Oeste. Años más tarde, Tarantino participó en My Movie Mastermind, sección de la revista británica Empire que enfrentaba a diversos directores y estrellas a un cuestionario sobre sus propias películas. “Estoy harto de ver cómo muchos de mis compañeros vienen a Empire sin conocer su trabajo”, declaró desafiante antes de afrontar el reto: nueve preguntas endiabladamente difíciles e hiperespecíficas que, todo hay que decirlo, QT clavó sin excesiva dificultad. Y entonces llegó la décima y última, que versaba sobre… Los Teleñecos y el mago de Oz. “¡No es justo!”, se lamentó. “¡No tiene nada que ver con mi obra!”. Al final, Tarantino sacó un 9 sobre 10 en My Movie Mastermind, la mayor puntuación histórica de la tabla (compartida con Christopher Lee). Sin embargo, el enfado que se pilló fue tan enorme que, a día de hoy, le sigue guardando rencor tanto a los Muppets como, aunque sea de rebote, a la propia El mago de Oz,
Estrenada en Estados Unidos durante el verano de 1939, la producción más cara de la MGM hasta el momento no llegó a capturar de verdad la imaginación del gran público hasta algunos años después, cuando su reposición en salas de cine y, sobre todo, sus primeros pases televisivos hicieron de ella el mito cinematográfico que es hoy. Rodeada de un impresionante halo mítico y de culto, El mago de Oz es mucho más que una película: es un icono de la cultura popular del siglo XX y, como tal, ha espoleado todo tipo de interpretaciones, homenajes, leyendas urbanas, obras derivadas, reflexiones y, en suma, curiosidades que pasamos a revisar a continuación, justo antes de que la versión cinematográfica de Wicked reavive nuestra pasión por la Ciudad Esmeralda.