Durante décadas, los periodistas de Estados Unidos y los que hablamos de las elecciones de allí en otros países, hemos estado contando la milonga de que durante los recuentos electorales hay que examinar con especial cuidado los resultados en Ohio, porque desde 1964 el candidato presidencial que ganaba allí acababa ganando las elecciones. Pero si usted sigue la actualidad norteamericana, quizá se haya dado cuenta de que últimamente ya no oye hablar de Ohio tanto como antaño. La razón inmediata es que en 2020 ganó Trump y perdió las elecciones, algo que no sucedía desde que Nixon ganó a Kennedy en Ohio ser derrotado a nivel nacional. Pero hay un cambio un poco más profundo detrás.
En Estados Unidos se suele hablar de estados rojos y azules, republicanos y demócratas, y los púrpuras, que son los que pueden decantarse por uno u otro partido dependiendo de las elecciones. Ohio era uno de ellos, pero con la singularidad de que su resultado coincidía siempre con el general. ¿Por qué? Bueno, es un estado que cuenta con varias ciudades importantes, pero no inmensas como su capital, Columbus, Cleveland y Cincinnati, pero una importante población rural y además un gran sector industrial, sólo por detrás de Texas y California, que son estados mucho más grandes. Su tradición política, merced a esa ventaja de tener un poco de todo, pero no universidades de élite, siempre ha sido bastante moderada.
Pero desde la irrupción de Trump, el Partido Republicano ha hecho grandes avances entre las minorías étnicas y, sobre todo, en lo que siempre hemos conocido como clase obrera. Y eso ha alterado significativamente el equilibrio de poder en Ohio, de modo que actualmente todos los cargos electos a nivel estatal: gobernador, fiscal general, secretario de estado, tesorero y auditor, que sí, todos ellos se eligen por votación, son republicanos, que además dominan el senado por 26 a 7 y la Cámara por 67 a 32.
Ohio, en definitiva, ha dejado de ser un estado púrpura para ser rojo, como ha pasado por ejemplo con Texas o Florida más recientemente, o California en sentido contrario, así que su resultado no permite ya predecir cómo quedaran las presidenciales en el resto del país. Habrá que buscar otro oráculo.
