Daniel Zazo, poeta abulense que con sus libros anteriores se ha ganado un hueco en el estante de la poesía contemporánea más allá de nuestras fronteras provinciales, ha publicado recientemente el poemario La liturgia de la carne (editorial Páramo), un trabajo en el que, explica, «he intentado explorar, siempre desde el respeto a los sentimientos y a las creencias y con la mayor honestidad intelectual posible, la relación existente entre el cristianismo y el erotismo a través de la iconografía religiosa, la Biblia, la pintura y la escultura renacentista y barroca y el misticismo».
Explica Zazo que siempre ha creído que «hay un elemento de sensualidad que invade buena parte del arte religioso, desde los motivos ornamentales de los capiteles románicos a los frescos de la Capilla Sixtina», y que por eso «podamos hablar de un erotismo de lo sagrado», un convencimiento que ha llevado a su poesía con un libro en el que «al tiempo que hablo de la sensualidad de lo religioso y hago una relectura de la Biblia, una revisión que no es nueva porque ya otros poetas, escritores y ensayistas la han realizado, lo hago también sobre el amor como algo que es muy frágil».
Insiste el poeta en que este libro, en el que todo lo que está escrito «procede de la inhóspita región donde se anuda la carne y el espíritu», no es para nada «un desafío a lo sagrado, no hay provocaciones gratuitas ni una burda ofensa a las creencias», sino que en sus versos se alberga «la honesta intención de sacralizar lo profano sin profanar lo sacro», advertencia que ha creído oportuno hacer –«aunque siempre es triste y significativo tener que defender lo obvio, como advertía Bertolt Brecht»–, porque «ahora la gente tiene la piel muy fina y quise hacer una especie de declaración de intenciones en el sentido de que no pretendo ofender a ninguna creencia religiosa ni los sentimientos religiosos de nadie, porque todo está escrito desde el máximo respeto y, sobre todo, desde una honestidad intelectual máxima», lo que no quita para que el libro tenga también «algo de transgresión, algo de provocador, porque al final creo que la poesía debe tener ese papel».
iconografía religiosa. El hilo argumental de La liturgia de la carne es «la relación del cristianismo con el erotismo, y eso lo abordo a través de varios campos, por ejemplo desde la iconografía religiosa, también desde la biblia, de la pintura y de la escultura del Renacimiento y del Barroco, y obviamente también del misticismo». En esa variedad de campos relacionados «el objetivo último es buscar cuál es esa relación que existe entre lo religioso y lo erótico, que creo que es mucha, y de hecho creo que la pintura religiosa del Renacimiento y del Barroco, sobre todo ésta, es marcadamente erótica».
Esa relación entre realidades en principio tan contrapuestas, siguió comentando Zazo, «me parece paradójica, porque la religión ha jugado siempre el papel de ser un dispositivo disciplinante de la moral, y de hecho entendía el sexo como una propagación del pecado, y todo eso choca cuando la Iglesia hace encargos como esa Capilla Sixtina que es un monumento a la carne, Magdalenas penitentes o incluso esas Inmaculadas de Murillo que tienen una carga erótica tremenda, que son de alto voltaje».
En los poemas de este libro aparece también el interés que siempre ha tenido Zazo de «hablar de esa dicotomía que existe entre el alma y el cuerpo, y de ahí que la máxima del libro al final es esa que decía de sacralizar lo profano sin profanar lo sacro».
Daniel Zazo presentará este libro el próximo 4 de abril en Ávila, en Librería Letras, acompañado en el acto por el también poeta abulense Miguel Velayos.
