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Pensilvania, el estado donde el comercio de la madera protege al mayor bosque de EE.UU.

Autor: 20minutos

Con las últimas elecciones presidenciales en Estados Unidos hemos oído hablar mucho de Pensilvania como estado balanza, pero nada sobre su extraordinaria riqueza forestal, una característica que por sí sola justificaría muchos reportajes. Pocos saben que el quinto estado más poblado de ese país, 13 millones de habitantes, casi tantos como las comunidades de Madrid y Cataluña juntas, es también uno de los que más y mejor conservados bosques atesoran

Esta riqueza se basa en la extraordinaria calidad de su madera de roble, arce o cerezo, la más preciada en todo el mundo para hacer puertas, ventanas, muebles e incluso barricas de vino con un material tan sostenible como hermoso, sustentadora de una floreciente economía verde

Un viaje de prensa organizado por la American Hardwood Export Council (AHEC), asociación que promueve el consumo de esta madera de frondosas por todo el mundo, y a la que ha sido invitado el periódico 20 Minutos, ha permitido conocer sobre el terreno la importancia de este recurso natural, además de su extraordinario valor ambiental como refugio de biodiversidad y lucha contra el cambio climático. También descubrir un problema preocupante que igualmente puede acabar ocurriendo con los bosques europeos: el consumo de maderas nobles gestionadas bajo estrictos controles de sostenibilidad se está contrayendo en los mercados por culpa de la competencia de los materiales sintéticos y la guerra comercial de los aranceles. Al menguar su beneficio económico, se corre el riesgo de que los propietarios no consideren ventajoso mantener muchas de esas masas forestales no protegidas y las sustituyan por cultivos más rentables. 

Vista aérea de un bosque caducifolio en Pensilvania.
Vista aérea de un bosque caducifolio en Pensilvania.
AHEC

Un desierto convertido en selva

Hace 120 años ocurría exactamente lo contrario, la tala salvaje de los bosques para alimentar a la floreciente industria americana convirtió estas montañas en lo que se denominó “el desierto de Pensilvania”. La deforestación fue brutal. Nada que ver con ahora, donde los bosques se han recuperado de forma natural a una velocidad asombrosa, hasta el punto de que Pensilvania es ahora mismo el mayor bosque de EE.UU. Y no para de crecer.

Según la última actualización estadística del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, entre 1953 y 2012 el volumen de madera de frondosas aumentó de 5.200 millones de m3 a 12.000 millones de m3, cifra que representa un incremento de más del 130%. Y todavía más. Entre 2007 y 2012 creció a un ritmo de 124 millones de m3 al año (incluso habiendo descontado la extracción y la mortalidad natural), lo que representa una tasa de aumento de cuatro metros cúbicos por segundo.

De hecho, la superficie forestal americana ha crecido a un ritmo de 401.000 hectáreas al año entre 2007 y 2012, lo que equivale a añadir un nuevo bosque del tamaño de un campo de fútbol cada minuto.

Los bosques de frondosas estadounidenses son mayoritariamente de propiedad privada. Sus dueños suelen gestionarlos en turnos más largos, de hasta cien años, cortando unos pocos árboles por hectárea en vez de realizar talas a mata rasa. Además, después de la extracción, rechazan plantaciones con especies exóticas o de crecimiento rápido pues confían en la regeneración natural, tremendamente efectiva gracias a un clima húmedo y relativamente templado, además de a los profundos y fértiles suelos forestales de Estados Unidos.

Pero esta extraordinaria recuperación natural, sin necesidad de repoblaciones artificiales, tan solo dejando a la naturaleza hacer su trabajo y a los leñadores cortando pequeñas cantidades de árboles, es una historia de éxito ambiental que ahora mismo está en peligro.

Madera almacenada para secar en un aserradero de Pensilvania
Madera almacenada para secar en un aserradero de Pensilvania
AHEC

A menos consumo, menos bosques

“Desde los tiempos de la Segunda Guerra Mundial no había caído tanto el mercado de la madera americana”, asegura Michael Snow, director ejecutivo del American Hardwood Export Council (AHEC). Lo confirman tanto propietarios como empresarios del sector entrevistados; peligra el bosque porque peligra la economía que lo sustenta

China ha sido tradicionalmente su principal cliente, pero la crisis de las dos grandes inmobiliarias asiáticas, Evergrande y China Vanke, están haciendo tambalearse un mercado cuyo último gran apoyo, el europeo, también comienza a complicarse.

El próximo reglamento EUDR, una ley pionera de la Unión Europea contra la deforestación mundial, les preocupa enormemente pues impondrá limitaciones y certificaciones que harán aún más complicada la venta de madera. “Están poniendo más pegas por un riesgo que en el caso de Estados Unidos es inexistente, no hay deforestación, todo lo contrario, nuestros bosques están aumentando”, se lamenta Snow. Este responsable señala que tales medidas, pensadas para otros países donde las talas masivas sí que están poniendo en peligro a los bosques, “castigarán sobre todo a los pequeños propietarios de Pensilvania” y, de rebote, “a sus bosques”. 

Roble rojo americano
Roble rojo americano
AHEC

Escasa superficie certificada

A pesar de contar con una ejemplar gestión sostenible, regulada por ley y  supervisada desde hace más de un siglo por las autoridades norteamericanas, tan solo el 13% de los bosques de Pensilvania cuentan con una certificación forestal internacional, ya sea FSC, PEFC o las dos.

Para los pequeños propietarios forestales, la complejidad de lograr tales etiquetas les imposibilita el acceso. “La Administración americana podría ayudar, pero tiene otras prioridades como proteger la vida silvestre, por encima de ayudar a mejorar la competitividad del sector o aumentar la rentabilidad de la madera”, justifica Rupert Oliver, consultor de AHEC en cuestiones de sostenibilidad. 

En ese país, la autonomía empresarial basada en un sistema fuertemente capitalista provoca tales paradojas. Certificar algo que para ellos es evidente, que practican una silvicultura moderna y sostenible, resulta de momento tan raro como poco atractivo. Ahonda en la reticencia el que los pensilvanos estén muy anclados a las tradiciones, lo que explica que los cambios, incluso administrativos, resultan difíciles de implementar.

David Whitten, director de exportaciones de Bingaman & Son Lumber no acaba de entender las limitaciones de Europa a su madera. “Nosotros cuidamos los bosques porque dependemos de ellos. Amamos la vida salvaje y la naturaleza, de eso no hay duda. Pero tener que demostrarlo es como una multa”.

Expertos en silvicultura

La científica Susan Stout, experta en silvicultura, en el Kane Experimental Forest
La científica Susan Stout, experta en silvicultura, en el Kane Experimental Forest
César-Javier Palacios

Y eso que de silvicultura sostenible saben mucho en Pensilvania, cuna mundial de esta ciencia que ha logrado algo tan complicado como extraer cada vez más madera al mismo tiempo que los bosques no paran de crecer. Así lo ratifica Susan Stout, prestigiosa investigadora emérita en el centro Kane del Bosque Nacional Allegheny, toda una institución en lo que la experta define como “el arte y la ciencia de controlar el establecimiento, el crecimiento, la composición, la salud y la calidad de los bosques para satisfacer las necesidades y valores de la sociedad”. 

Tras décadas estudiando estos valiosos ecosistemas forestales americanos, confirma su buen estado de conservación y el inmenso beneficio que estos hacen acumulando CO2 de la atmósfera como formidables secuestradores de carbono. Pero también muestra su preocupación por algo que aparentemente debería ser ajeno a un científico, la evolución de los mercados. “Las empresas madereras están empezando a cerrar porque cada vez es menos rentable el bosque”, se lamenta Stout.

Como igualmente se teme el director de la AHEC, “el peligro de que baje la demanda de madera está en que los propietarios consideren que ya no son rentables sus bosques y los eliminen para plantar o hacer otras cosas”. 

Lo ratifica Dan Brownlee, quien junto a su hermano puso en marcha en 1978 el aserradero Brownlee Lumber Company y cuya preocupación por el futuro no para de crecer. “Si los bosques no tienen valor para el propietario, corremos el riesgo de que los talen para hacer con esos terrenos otra cosa”.

Dan Brownlee, dueño de un aserradero en Pensilvania, junto a sus dos hijos
Dan Brownlee, dueño de un aserradero en Pensilvania, junto a sus dos hijos
César-Javier Palacios

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