(EEUU) Donald Trump vuelve el 20 de enero a la Casa Blanca tras ganar las elecciones de 2024 y lo hará con un mundo en llamas.
Su regreso también marca el inicio de un periodo de incertidumbre en la política exterior de Estados Unidos, con promesas de hacer “Estados Unidos grande de nuevo” y del “America First”, así como de redibujar sus acuerdos internacionales.
Durante su primer mandato, Trump remodeló los cimientos del orden global occidental con su salida del acuerdo nuclear con Irán, el inicio de una guerra comercial y tecnológica contra China y sus cuestionamientos de los compromisos estadounidenses con la OTAN.
Ahora, sus amenazas de recortar la ayuda a Ucrania –en plena guerra con Rusia– y de repensar la relación con los socios europeos pueden profundizar las tensiones.
Trump no estará solo para llevar a cabo sus planes: entre los nombramientos más polémicos destacan el de Mike Huckabee como embajador en Israel, un perfil conocido por su apoyo irrestricto a los asentamientos israelíes.
Al mando de la diplomacia, si el Senado lo ratifica, estará Marco Rubio como secretario de Estado, un miembro del ala más radical del Partido Republicano, cuya dura retórica contra China y los gobiernos de izquierda en América Latina podría redefinir las prioridades estratégicas de Washington, especialmente con Venezuela, Cuba, Nicaragua o Brasil.
Con estas primeras decisiones, Trump luce dispuesto a retomar su política exterior disruptiva.
Un presidente de la primera potencia mundial ante una Europa dividida y condicionada por la guerra en Ucrania, una China fuerte en su diplomacia exterior y un Medio Oriente en llamas.
Las decisiones tempranas de Trump en política exterior no solo marcarán su segundo mandato, sino que también definirán si sus planes menos intervencionistas, a priori, pueden producir resultados tangibles o se materizalizarán en un mayor aislamiento para Estados Unidos.
Medio Oriente, un escenario multifrente
Irán
La región ha sido y promete seguir siendo un foco caliente de la geopolítica en los próximos años. Durante su primera Presidencia (2017-2021), Donald Trump apostó por tensionar la relación de Estados Unidos con Irán con una estrategia de confrontación directa.
En mayo de 2018, Trump rompió con el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA), calificándolo como un acuerdo “defectuoso” que no abordaba temas como los misiles balísticos de Irán ni sus supuestas actividades desestabilizadoras regionales.
Desde ese momento, la estrategia se centró en una campaña de “máxima presión”, con sanciones económicas que afectaron sectores clave como el petróleo, la banca y los metales, sumiendo a Irán en una profunda recesión económica.
Las tensiones alcanzaron su punto cumbre en enero de 2020 con el asesinato del general Qassem Soleimani, líder de la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria, en un ataque con drones en Bagdad, Irak.
Esta ofensiva provocó represalias iraníes y consolidó a Trump como el primer presidente de Estados Unidos en autorizar un ataque directo contra un alto funcionario militar de Irán, avivando los temores de un llamado de guerra directa que finalmente no se consumó.
Al mismo tiempo, la Administración Trump buscó aislar diplomáticamente a Teherán con el embargo de armas en el Consejo de Seguridad de la ONU y el fortaleciendo de las alianzas regionales a través de los Acuerdos de Abraham, que normalizaron las relaciones entre Israel y varios países árabes: Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Marruecos y Sudán.
Sin embargo, la normalización entre Arabia Saudita e Israel, la piedra angular de la estrategia, no se llegó a formalizar y las negociaciones quedaron en pausa en 2023 luego del inicio de la guerra de Israel en Gaza, luego expandida a Líbano.
Ahora, voces aliadas al presidente electo sugieren que Trump podría aprovechar el debilitamiento iraní luego de la caída de Bashar al-Assad en Siria y el derrocamiento de la cúpula de Hezbolá en Líbano para atacar posiciones nucleares en Irán para evitar que Teherán siga desarrollando su programa nuclear.
Israel y los Territorios Palestinos
En su primera estancia en la Casa Blanca, Trump adoptó una política marcadamente pro-israelí.
Una de sus decisiones más controvertidas fue el reconocimiento oficial de Jerusalén como la capital de Israel en diciembre de 2017, seguida por el traslado de la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén en mayo de 2018.
En marzo de 2019, Trump reconoció oficialmente la soberanía de Israel sobre los Altos del Golán, un territorio sirio ocupado por Israel desde la Guerra de los Seis Días en 1967. Este gesto fue visto como un guiño al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.
La Administración trumpista presentó asimismo en enero de 2020 el ‘Pacto del Siglo’, un supuesto plan de paz que fue rechazado por los palestinos, ya que descartaba per se la creación de un Estado para ellos y se abría a la anexión de Cisjordania ocupada por parte de Israel. Pero este plan nunca fue más allá.
Ahora, el republicano ha dicho que si Hamás no libera a los rehenes en Gaza antes de su toma de posesión, se podría desatar “un infierno” en Oriente Medio.
Precisamente, Mike Huckabee, exgobernador de Arkansas, fue nominado por el expresidente como embajador en Israel. Una figura controversial por sus manifestaciones fuertemente pro-israelíes. Entre sus frases más polémicas, declaró que no existe tal cosa como el “pueblo palestino”.
Y en la misma línea, Jared Kushner, el yerno de Trump y uno de sus principales asesores en la región, causó también polémica al referirse a la Franja de Gaza, dejando caer que Israel podría considerar la expansión de su línea costera, diciendo que era “muy valiosa”.
Así las cosas, cabe esperar una línea continuista en la política exterior para Israel y los Territorios Palestinos. Trump podría mostrarse favorable a que Tel Aviv anexione más territorio de Cisjordania, así como forzar a Arabia Saudita para que finalmente normalice sus relaciones con el Estado hebreo.
También es posible que Trump se posicione del lado de Israel en los organismos multilaterales como el Consejo de Seguridad de la ONU, la Asamblea del ente multilateral o la Corte Penal Internacional, rechazando cualquier resolución que ponga en riesgo el liderazgo de su aliado Netanyahu.
Siria
En cuanto a Siria, permanecen las incógnitas sobre qué hará Donald Trump después de la caída de Bashar al-Assad y cuando aún Estados Unidos mantiene al grupo islamista radical Hayat Tahrir Al-Sham dentro de la lista de organizaciones terroristas (grupo que lideró la caída del régimen sirio).
Con base en su primera Administración, Trump podría continuar el retiro de tropas del país, así como hizo con gran parte de ellas tras el derrocamiento del autodenominado Estado Islámico.
Esto podría poner en riesgo a las milicias kurdo-sirias de las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo (YPG), que recibieron entrenamiento, armamento y apoyo aéreo de Estados Unidos en su lucha contra ISIS previamente.
En la actualidad, todavía llevan a cabo combates contra las milicias apoyadas por Turquía en territorio sirio. Sin embargo, permanece en interrogante cómo abordará el republicano esta cuestión que asimismo interpela a Recep Tayyip Erdogan, el presidente de Turquía y un aliado de la OTAN en la guerra contra los kurdos.
Rusia – Ucrania: ¿podrá Trump acabar la guerra en 24 horas?
Durante la campaña electoral, el republicano dijo en más de una ocasión que él puede acabar la guerra en Ucrania en un solo día. A principios de 2024, pasó meses presionando a los legisladores republicanos para que frenaran un paquete multimillonario de ayudas al Ejército de Kiev en el Congreso y, finalmente, los republicanos dieron luz verde al envío de fondos.
La postura de Trump respecto a la guerra ha sido ambigua, buscando marcar distancias con la Administración de Joe Biden. Y, generalmente, reiterando que Moscú nunca hubiera invadido al país vecino si él hubiera sido presidente.
Recientemente, matizó las palabras, afirmando que la invasión en curso, que ha permanecido sin grandes avances militares en el último año, será un asunto más complejo de lo que a priori pudiera parecerle. La llegada de tropas norcoreanas al frente, la retórica nuclear, la autorización de Biden a Zelenski para que utilice misiles de largo alcance en suelo ruso o el desarrollo de los misiles con capacidad nuclear Oreshnik han condensado el cambio de opinión.
Lo que sí quiere Trump, al margen de la situación en terreno, es que los países europeos destinen más recursos financieros hacia Ucrania, especialmente en el marco de la OTAN.
En cuanto al apoyo militar a Ucrania, el mandatario electo ha mantenido que quiere rebajar las cantidades de dinero enviadas a las tropas de Volodímir Zelenski. En sus palabras, la guerra en Ucrania ha resultado en un aumento sustancial del costo de vida para los estadounidenses y podría intentar negociar con eso.
Según algunos analistas, durante su primer mandato, Trump mantuvo una posición indulgente con Vladimir Putin, llegándolo a calificar de “genio”. Hace unos meses, llegó a insinuar que daría luz verde a su homólogo ruso de atacar otros países europeos si estos no contribuyen lo suficiente en el financiamiento de la Alianza Atlántica.
Quien sí ha profundizado en una idea más concreta para el futuro de Rusia y Ucrania es Keith Kellogg, el teniente general retirado designado por Trump como enviado especial para los territorios en conflicto. Kellogg publicó en el mes de abril un memorando llamado “Primero Estados Unidos, Rusia y Ucrania después”, en el que sostiene que la guerra se encuentra en un punto muerto, criticando las acciones de Joe Biden.
Afirma el memorando que, la solución pasa por un alto el fuego en el que Estados Unidos condicione la ayuda militar a Ucrania a que Kiev se siente en una mesa de negociación con Rusia. Además, debería asumir que los territorios ocupados no los recuperará por la fuerza, sino por la vía diplomática en una futura Rusia post-Putin.
Otro de los puntos clave es el aplazamiento de las aspiraciones de Kiev de entrar a la OTAN, uno de los que Zelenski considera imprescindibles para llevar a cabo su “plan de victoria” en esta guerra.
Y respecto a Rusia, el enviado especial de Trump propone obligarles a sentarse en la mesa de negociación seduciendo a Moscú con un alivio parcial de las sanciones económicas y también gravar la energía rusa para la reconstrucción de la infraestructura ucraniana.
Un plan que genera posiciones encontradas en Bruselas, donde hay una corriente creciente, encabezada por el presidente francés Emmanuel Macron, para que la Unión Europea se “emancipe” y deje de ser tan dependiente de Washington.
China: ¿segundo round de la guerra comercial?
Antes de regresar a la Casa Blanca, Trump ha subrayado la intención de establecer un arancel del 60% a la importación de productos chinos, siguiendo la estela de su primer mandato. Según él, una estrategia para fortalecer la economía nacional, pero que tiene ecos mundiales al tratarse de las dos principales economías globales.
Uno de los pilares de la política de Trump hacia Beijing fue la guerra comercial. En 2018, el republicano estableció aranceles por valor de 50.000 millones de dólares a productos de importación china, con base en una supuesta trama de competencia desleal y presunto robo de propiedad intelectual.
China respondió con aranceles sobre productos estadounidenses, lo que desencadenó un conflicto económico a gran escala.
Esta tensión arancelaria se mantuvo durante más de un año, hasta que en 2020 ambos países firmaron el ‘Acuerdo Comercial de Fase 1’, mediante el cual Beijing se comprometía a aumentar compras de bienes estadounidenses como la soja o la energía.
En paralelo, también se desató una guerra tecnológica con Huawei. Washington acusó al gigante chino de ser una amenaza para la seguridad nacional estadounidense por sus vínculos con el gobierno de Xi Jinping. Esta acusación desató amenazas de restricciones a la empresa, que después se expandieron a otros gigantes como Google o Tik Tok.
En cuanto a Taiwán, el republicano mantuvo buenas relaciones con el Gobierno de Taipéi, enviando a la isla en 2019 al representante de mayor rango diplomático desde 1979. En estos momentos, las tensiones militares en el Mar de China Meridional sugieren ser un punto sensible de la política exterior estadounidense. China busca desplegar su fuerza disuasoria para mandar un mensaje a Trump de que no se inmiscuya en sus asuntos internos y su voluntad de “una sola China”.
Los analistas sostienen que el republicano podría buscar un fortalecimiento con acuerdos comerciales con otros aliados regionales como Japón, Corea del Sur o Australia para contrarrestar la influencia de Beijing.
No obstante, cabe esperar una línea hostil en las relaciones con el Gobierno de Xi Jinping. China forma parte también de los BRICS, un grupo de países que ha ganado influencia demográfica, geopolítica y económica en los últimos tiempos.
El republicano ha amenazado con imponer un arancel del 100% si los territorios que conforman el grupo crean una moneda paralela o comercian en una divisa que no sea el dólar estadounidense.
América Latina: ¿buscará Trump reposicionarse?
En esta disputa arancelaria, Donald Trump también ha disparado contra sus vecinos directos: México y Canadá. Con aranceles del 25% a los productos de importación si estos territorios no controlan la entrada de fentanilo y los flujos migratorios hacia Estados Unidos.
En el plano migratorio, Trump enfrenta además otra cruzada: un plan de deportaciones masivas para expulsar a 11 millones de migrantes indocumentados. Por eso, la relación con México será especialmente sensible. Primero, porque México es un país fronterizo con Estados Unidos, pero además es el país que exporta el 80% de sus bienes a suelo estadounidense.
Así que quizá cabe esperar también una renegociación del Tratado de Libre Comercio T-MEC que engloba a los tres países norteamericanos, donde Trump pueda buscar condiciones beneficiosas con base en su programa de ‘America First’.
La nominación de Marco Rubio, hijo de inmigrantes cubanos, al frente del Departamento de Estado (a la espera de que el Senado lo confirme) es otro punto sensible para las relaciones con América Latina, ya que el senador se ha mostrado favorable a una línea dura de sanciones contra Venezuela, Cuba o Nicaragua, pero también ha mostrado sus animadversiones a otros gobiernos de izquierda de la región.
Sin embargo, en las relaciones con Nicolás Maduro, otros asesores de Trump han sugerido al magnate, con base en informaciones periodísticas recientes, que trate de negociar con el Gobierno venezolano para comprar más petróleo a cambio de que Caracas ponga más trabas a los flujos migratorios.
Lo que sugieren los expertos es que el mandatario electo buscará afianzar su posición en la región luego de años en los que China ha ganado terreno económico y diplomático, pero está por ver desde qué enfoque, dada la elección de Rubio al frente de la diplomacia en una región tan heterogénea.
Por el momento, son más las incógnitas que las certezas en el regreso de Donald Trump y su política exterior. Él ha comentado que devolverá la grandeza de Estados Unidos por la fuerza y pacificará el mundo de la misma manera. Tiene cuatro años para cumplir -o no- sus palabras.
Fuente: France 24
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