Este 20 de enero inicia una nueva administración encabezada por Donald Trump como presidente de los Estados Unidos. Una de sus primeras acciones anunciadas, es el cierre de la frontera con México y la deportación de 200 mil mexicanos cada año.
Se estima que 25 millones de mexicanos viven en Estados Unidos, de los cuales, entre 2.7 y 3 millones son poblanos que, desde 1940 han salido a buscar mejores oportunidades de vida fuera de nuestro estado. Estos poblanos se concentran principalmente en Nueva York, Nueva Jersey, Filadelfia, California y Texas.
También hay una migración mexicana interna hacia zonas agrícolas más desarrolladas, la cual ocurre en los meses de octubre a mayo cuando inicia la época seca. Se calcula que más de 2.8 millones de jornaleros agrícolas en México se trasladan a la cosecha de cultivos de alta densidad, principalmente en el centro-occidente y noroeste del país, provenientes de Oaxaca, Guerrero, y también muchos poblanos que salen a trabajar a Sonora, Sinaloa, Baja California y el Bajío.
Los envíos de remesas a México, procedentes de Estados Unidos, entre enero y junio de 2023 ascendieron a 30 mil 238 millones de dólares (MMDD), mayores al de 27 mil 516 reportado para el mismo periodo de 2022, y son superiores en 9.9%, según el Banco de México. Los ingresos por remesas entre julio 2022 y junio 2023 alcanzaron la cifra de 61 mil 232 millones de dólares.
En tanto, las remesas a Puebla, para 2023, superaron los 3 MMDD ya que en el primer semestre la cifra ascendió a mil 518 millones de dólares, según cifras del Banco de México.
Estos recursos han superado ya a los recibidos por la venta de petróleo, turismo y exportaciones agroalimentarias, y son un soporte invaluable para la economía nacional, de los estados y municipios, pero al mismo tiempo, son una prueba no superada en materia de políticas públicas migratorias, de asistencia social, educativas y de fomento productivo.
La tendencia natural del ser humano a buscar en donde desarrollarse mejor, es una de las causas de la migración mundial y, en consecuencia, migrar es una aspiración inherente en cada persona.
Paralelamente, hay carencias que inducen la migración con mayor intensidad y de acuerdo con experiencias conocidas, las principales son: la falta de servicios públicos en las comunidades, la sequía y carencia de agua, la ausencia de opciones productivas o baja productividad de las existentes, la falta de financiamiento a actividades económicas y la falta de empleo, que son, casualmente, las principales causas de la inseguridad pública y la pobreza predominante.
La sequía que se ha incrementado 29% en los últimos 23 años y, como consecuencia, la reducción de la producción agropecuaria que encarece los alimentos, son factores determinantes en las condiciones de vida de las familias y se agravan cuando las unidades productivas son pequeñas, escasamente tecnificadas y el nivel organizativo es muy precario.
La sequía que afectó a gran parte del territorio nacional, provocó la pérdida estimada de 1 millón de toneladas de maíz en la cosecha de 2023, al bajar de 27.5 a 26.5 millones de toneladas. Además, según datos del Consejo Nacional de Evaluación (CONEVAL), el Índice de Autosuficiencia Alimentaria en México en 2024, es de 69% contra un 75%, en el 2018.
Con el nuevo gobierno de Estados Unidos, se espera un endurecimiento de su política migratoria que preocupa y afectará a nuestros connacionales allá, a sus familias aquí y a los futuros migrantes que pretendan irse. Ante ello, se requiere una nueva forma de ver y atender la migración mexicana interna y la que va a Estados Unidos, Canadá y otros destinos.
En el ámbito agrícola, pecuario, acuícola, artesanal, minero, forestal y de aprovechamiento de recursos naturales, las comunidades expulsoras de migrantes se caracterizan por la ausencia de servicios técnicos y logísticos como una gran limitante para la productividad. Los bajos niveles de mecanización agropecuaria, son un ejemplo. Nos hemos envejecido y empobrecido haciendo muchas prácticas productivas manualmente. El desarrollo productivo depende de conocimientos y máquinas.
En este tenor, destacan también la falta de capacitación y asesoría técnica, acompañamientos básicos para promover la innovación productiva que mejore los rendimientos, la seguridad alimentaria de las familias, que integre o fortalezca las cadenas productivas, que reduzca costos, aumente calidad, promueva una mejor comercialización y mayores ingresos, todo esto cuidando los recursos naturales.
Aunado a lo anterior, deben existir programas de apoyo a la captación y aprovechamiento del agua, proyectos agroalimentarios, tecnificación y diversificación productiva, apoyo al desarrollo forestal, artesanal, gastronómico, minero y turístico, los que han mostrado bondades para el arraigo de las familias a sus comunidades.
El acceso a semillas, fertilizantes e insumos básicos para el proceso productivo, plantas y plántulas, así como disponer de financiamiento, servicios de mecanización, servicios reproductivos pecuarios, crías de peces y alimento, rescate de la pesca, infraestructura de acopio, empacado y primeros procesos, transformación, apoyos sanitarios y logísticos e integración de volúmenes mínimos para acceder a mercados, pueden también ayudar al desarrollo de las familias y comunidades de migrantes.