Una feligresa de la iglesia evangélica Sumaria de Terrassa ha presentado en el juzgado una nueva denuncia por presuntos maltratos psicológicos, en la que incluye tanto al que era pastor de esta congregación, José García, conocido como Pepe, como a su mujer, según el documento al que ha tenido acceso EL PERIÓDICO. Esta denuncia se suma a la interpuesta por otros cuatro miembros de esta iglesia también por un delito contra la integridad moral. “En la iglesia se vivía un clima de angustia y miedo por las enseñanzas que transmitían los pastores”, señala D., la nueva denunciante, representada también por la abogada Mónica Santiago, de Vosseler Abogados. Los responsables, precisa, les atemorizaban con que, si se separaban de su doctrina, serían castigados con desgracias que sufrirían ellos o sus familiares, como contraer un cáncer o morir. “Era una cárcel mental”, sostiene.
Esta nueva denuncia ha sido remitida al juzgado de Terrassa que investiga por presuntas agresiones sexuales a dos miembros de esa comunidad religiosa. Se trata de un responsable de las actividades de ocio, T. A, y un miembro de la congregación. El juez tiene pendiente de decidir sobre las denuncias presentadas contra el pastor y su mujer por presunto maltrato psicológico.
D. formó parte de la iglesia Samaria de Terrassa desde su infancia. Cada fin de semana asistía al local, ubicado en la carretera de Montcada. Además de la misa del domingo, se realizaban otras actividades espirituales o la llamada Escuela Dominical. La denuncia expone que, bajo la dirección del pastor y su mujer o de forma directa por ellos, se visionaban vídeos que representaban supuestas imágenes del infierno, con “escenas muy explícitas y palabras que generaban terror en niños de muy corta edad”. A D. se le dijo, incluso, que cuatro feligreses habían sido elegidos para ir al infierno y que podían explicar su experiencia a todos los demás. “La existencia del infierno se proyectaba como real, con gritos de seres humanos ensordecedores y llamadas de desgarro fruto del dolor y del sufrimiento”, subraya esta mujer. Esta situación, les explicaban, la vivían personas que “pecaban” y eso suponía desde hablar mal de la iglesia, contravenir sus dogmas o no hacer caso de lo que se les indicaba. Le llegaron a hacer creer que, si dudaba sobre la congregación, es que el demonio se había introducido en su cuerpo.
Clima de represalia y control
“Este clima de represalia y control de los miembros de la iglesia”, según la nueva denuncia, han generado diferentes trastornos y lesiones en la integridad psíquica de los feligreses, que desde corta edad estaban sometidos a esa presión. La vulnerabilidad de los menores que “habían sido manipulados desde muy pequeños” y el control sobre ellos provocó, detalla el escrito remitido al juez, casos de agresión sexual, “ya que resultaron un blanco fácil” para los autores de estos ataques. D., en concreto, fue agredida cuando tenía 7 años por parte del que era tesorero de la congregación, en la actualidad fallecido. Este encargado de las finanzas le hizo tocamientos, además de enseñarle revistas pornográficas y hablarle abiertamente de sexo. Ella también vio cómo el tesorero agredía sexualmente a una amiga.
D. describe en la denuncia las consecuencias psicológicas que ha sufrido no solo por los abusos que padeció, sino también por ese maltrato psicológico que, a su entender, les infligían desde la iglesia. El abuso sexual, añade, le provocó una hipersexualización cuando era menor. Además, padeció ataques de ansiedad durante un año y medio. La alteración era tan intensa que tenía que caminar por la calle acompañada de su padre. También sufrió cambios en su personalidad, pues se encerró en ella misma y apenas se relacionaba. A causa de ello, fue medicada, al ser diagnosticada con un “trastorno obsesivo compulsivo”.
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