Iglesia del siglo XVIII en la Piazza della Vittoria en Gorizia.

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Pie de foto, La ciudad medieval de Gorizia, en Italia, contrasta con la moderna Nova Gorica, en Eslovenia.
  • Autor, Noah Charney
  • Título del autor, BBC Travel

Aquí estoy, en Nova Gorica, una modesta pero hermosa ciudad moderna planificada de Eslovenia, cuya población es de 30.000 habitantes. Pero si doy apenas unos pocos pasos, puedo cruzar una frontera invisible hacia Italia, hasta la ciudad medieval de Gorizia, sin necesidad de mostrar ni siquiera mi pasaporte.

Alguna vez Nova Gorica y Gorizia fueron una sola ciudad. Las dos fueron creadas —y separadas— en 1947, después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el Tratado de París estableció las nuevas fronteras de Europa, restringiendo el viaje entre Italia y la antigua Yugoslavia.

Una comisión aliada determinó que Gorizia debía pertenecer a Italia y que la parte menos desarrollada de la ciudad debía formar parte de la República Eslovena dentro de la República Socialista Federal de Yugoslavia.

La nueva ciudad recibiría el nombre de Nova Gorica (Nueva Gorizia), y desde ese momento, Nova Gorica y Gorizia han existido como dos ciudades separadas en dos países.

Sin embargo, con la entrada de Eslovenia en la Unión Europea en 2004, la frontera entre ambas se disolvió, permitiendo un intercambio cultural por primera vez en generaciones. Y en 2025, Gorizia y Nova Gorica se reunificarán como la primera Capital Europea de la Cultura transnacional, en un proyecto denominado GO!2025.

Gracias a este título, se espera que entre dos y cinco millones de visitantes lleguen a las dos ciudades en 2025, en comparación con los habituales 250.000 turistas anuales.

Un gran salto para un destino que, por lo general, no recibe muchos turistas, aunque Gorizia fue apodada “la Niza austríaca” entre 1867 y 1918, cuando formaba parte del Imperio austrohúngaro.

Para celebrar este honor, se ha lanzado un calendario robusto de eventos culturales, que incluye conciertos, danzas y exposiciones de arte. Y yo estoy aquí para explorarlo.

Nova Gorica

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Pie de foto, Nova Gorica fue una ciudad planificada, creada a partir de un conjunto de casas y granjas en las afueras de Gorizia

Aunque cortadas con la misma tijera, las dos ciudades no podrían ser más diferentes.

La medieval Gorizia es de otro tiempo, con calles empedradas y rodeada de cafés animados, dominada por un imponente castillo que alberga un extenso museo lleno de exposiciones interactivas e instalaciones de alta tecnología que retratan la vida en el castillo a lo largo de los siglos.

Por el contrario, Nova Gorica –diseñada para mostrar al mundo que la Yugoslavia de Josip Broz Tito era capaz de llevar a cabo un desarrollo urbano a gran escala– es modernista, y su relativa “novedad”, con arquitectura de hormigón dispuesta en líneas, es la pista más obvia de que has cruzado una frontera.

Mientras paseo por esta ciudad planificada, que en su momento fue conocida principalmente como un centro de casinos y vida nocturna para los italianos, no me sorprende que no haya estado en mi radar, a pesar de haber vivido en Eslovenia durante más de una década.

Sin embargo, aunque Nova Gorica parece poco glamurosa a primera vista, pronto descubro jardines escondidos, palacetes en ruinas y frescos de realismo social ocultos, todos ellos reliquias de su turbulenta historia.

Con algo de suerte, el título de Capital Europea de la Cultura ofrecerá a millones la oportunidad de ser cautivados e intrigados, tal como pronto lo estaré yo.

La Capital Europea de la Cultura es otorgada por la Unión Europea cada año a dos ciudades (la otra ciudad seleccionada para 2025 es Chemnitz, Alemania).

Las ciudades solicitan este estatus casi una década antes, lo que les proporciona muchos beneficios, como financiamiento de la UE para programación y nueva infraestructura, como monumentos y puentes, además de la promoción turística.

Una plaza de Gorizia

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Pie de foto, Gorizia es una ciudad y municipio en el noreste de Italia, en la región autónoma de Friuli Venezia Giulia.

Siendo la primera postulación transnacional para este título, la propuesta conjunta fue particularmente atractiva.

Es refrescante contar con una Capital de la Cultura que tenga una frontera abierta de forma intencionada y que celebre las culturas de ambos lados de esa frontera.

La idea de una “capital sin fronteras”, un laboratorio sobre cómo los países pueden conectarse y cooperar mejor, navegando entre múltiples lenguas y sistemas políticos, parece ideal para nuestro tiempo

Administrativamente, Gorizia y Nova Gorica son dos ciudades, pero en la práctica casi todos los que viven aquí hablan tanto esloveno como italiano y los locales viven y trabajan en el lado de la frontera que prefieren.

La frontera entre Italia y Eslovenia.

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Pie de foto, La frontera entre Italia y Eslovenia.

Tomaž Gržeta, por ejemplo, es un periodista musical esloveno nacido en Nova Gorica, pero vive en Gorizia porque le gusta el ambiente.

No siempre serás consciente de haber cruzado entre los dos países; desde 2004 no hay puesto de control ni barrera.

Sin embargo, la frontera se celebra en la Piazza Transalpina (Plaza Transalpina), frente a la estación de tren principal (técnicamente en Eslovenia), donde los turistas hacen fila para tomarse fotos de pie, medio en Eslovenia, medio en Italia.

Este es el lugar donde se ha llevado a cabo la intervención más expansiva como parte del programa GO!2025, con la plaza transformada en un espacio cultural de representaciones y museos, que incluye tanto una galería de arte subterránea como asientos en forma de anfiteatro que se elevan como alas a ambos lados del punto fronterizo.

Una historia convulsa

La falta de fronteras entre Gorizia y Nova Gorica da cuenta de que su historia es, por lo menos, complicada.

El lugar pasó con frecuencia de unas manos políticas a otras: fue propiedad de la dinastía de los Habsburgo, los condes de Gorizia, Napoleón, el Imperio austrohúngaro, el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, el Reino de Yugoslavia, el Reino de Italia, Yugoslavia y, ahora, Italia (Gorizia) y Eslovenia (Nova Gorica).

Evelin Bizjak, una guía local, me dio un ejemplo mientras estábamos frente al Museo Esloveno del Contrabando Muzej na Meji: “Vivimos en una casa cerca de Solkan”, dijo, mencionando el puente de arco de piedra más largo del mundo, construido en 1905 y que cruza el río Soča.

“Mi abuela nació en Austria-Hungría. Mi padre nació en el Reino de Italia. Yo nací en Yugoslavia. Y si tuviera hijos, nacerían en Eslovenia”, agregó.

Cuando se trazó la nueva frontera en la Conferencia de Paz de París, las potencias aliadas dibujaron una línea recta con lápiz y una regla sobre un mapa y ordenaron a los soldados pintarla.

La línea cortaba campos y a veces incluso casas. Una foto de ese año muestra una vaca con sus patas traseras en Italia y su parte delantera en Eslovenia.

A unos pasos de donde se tomó esa foto, en dirección a Gorizia, se encuentra Lasciapassare, el museo italiano del contrabando.

En la dirección contraria, a un pequeño salto, está Muzej na Meji, su contraparte eslovena.

Cada uno fue construido en la antigua aduana de su respectivo país y los dos museos ofrecen exposiciones complementarias: el objetivo es visitar ambos y cruzar la frontera, caminando unos 200 pasos.

Los museos revelan cómo era la vida a lo largo de la frontera. Los yugoslavos podían cruzar con un pequeño libro especial que funcionaba como pase por el día para viajar a un máximo de 30 km.

Contenía vales que les permitían comprar productos que no estaban disponibles en Yugoslavia para llevarlos de vuelta a casa.

El café, el detergente, los plátanos y el chocolate eran las mercancías más codiciadas por los yugoslavos, mientras que los italianos cruzaban al otro lado en busca de carne y aguardiente casero.

Cualquier cosa más allá de lo que permitían tus vales tenía que ser contrabandeada, lo que era una práctica común. Una camiseta que vende el Museo Esloveno del Contrabando tiene un coche de marca Yugo con varios productos ilícitos escondidos en el revestimiento.

Un proyecto inacabado

“Cuando se trazó la frontera, las familias tuvieron dos meses para decidir si querían ser yugoslavas o italianas”, dijo Alex Tamer, un guía en Lasciapassare. “Todos aquí tienen familia en ambos lados”.

Aquellos que eligieron ser yugoslavos se convirtieron en los primeros residentes de Nova Gorica, un proyecto municipal que transformó el grupo de casas y granjas en las afueras de Gorizia en una nueva ciudad.

El diseño fue encargado al arquitecto modernista Edvard Ravnikar, y miles de residentes de territorios yugoslavos lejanos fueron invitados a construir la ciudad a cambio de viviendas y empleos en las nuevas fábricas.

Pero solo alrededor de una cuarta parte de la ciudad fue construida según el diseño de Ravnikar. El resto se erigió de forma fragmentada, priorizando el presupuesto por sobre la habitabilidad, lo que dejó a Nova Gorica con la sensación de ser menos una idea completa y más una noción inacabada.

La última parada en mi recorrido por la ciudad es Kostanjevica, una iglesia franciscana del siglo XVI en la cima de una colina, cubierta de rosas Bourbon, de un aroma embriagador, y de encorvados árboles de castañas.

La iglesia fue aplanada en la Primera Guerra Mundial, pero fue restaurada con más cariño después de que las bombas destruyeran todo, excepto el suelo y el presbiterio.

Pero la principal atracción está en la cripta encalada: seis ataúdes de mármol pulido que contienen los restos del rey francés Carlos X de Borbón (1757-1836) y miembros de su familia.

Su corazón fue extraído y enterrado con él, como una escena sacada de una película de terror.

Monasterio Franciscano de Kostanjevic

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Pie de foto, Monasterio Franciscano de Kostanjevica en Nova Gorica, donde se encuentran los restos del rey Carlos X de Francia en una cripta.

Carlos X fue el último rey Borbón de Francia y el único monarca francés enterrado fuera de ese país.

Murió aquí de cólera, pero su reinado fue tan impopular que Francia no quiso su cuerpo. Así que la familia de Carlos lo enterró bajo la iglesia local en un ataúd que descansa sobre un pedestal que contiene tierra francesa.

Quizás una ciudad transnacional sea un lugar adecuado para el descanso de una familia real franco-austriaca sin reino que gobernar.

Al salir de la fresca oscuridad de la cripta revestida de mármol, los rayos del sol mediterráneo caen sobre mí. Puedo ver tanto Gorizia como Nova Gorica desde esta colina.

El Adriático está solo 30 km al sur, los Alpes 40 km al norte. Aquí es donde se encuentran estos dos climas y donde dos culturas y nacionalidades han coexistido, casi en su totalidad, en armonía.

Es el lugar perfecto para ver cómo la ausencia de fronteras puede funcionar de manera fluida en la práctica.

Y GO!2025 ofrece una oportunidad ideal para explorar y celebrar uno de los verdaderos lugares transnacionales de Europa.

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