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Álex Luna
En Montilivi, con la presencia de los patrocinadores del club, Quique Cárcel, director deportivo, y Nacho Mas-Bagà, CEO, ofrecieron una charla para repasar el camino recorrido por el Girona en un año histórico. Lo que comenzó como un sueño lejano terminó con el equipo debutando en la Champions League, enfrentándose a retos que han marcado un antes y un después en la historia del club.
Nacho Mas-Bagà destacó el recorrido del club durante la temporada pasada, subrayando la consistencia del equipo: “Excepto la primera jornada, estuvimos en posiciones de Champions el resto de la temporada”. Sin embargo, alcanzar la máxima competición europea también reveló las limitaciones de Montilivi. “Desde octubre ya nos decían que no sería posible jugar en nuestro estadio. Intentamos remodelar la grada de preferente y gol norte, pero no fue viable”, explicó el CEO, recordando los esfuerzos para adecuarse a los requisitos de la UEFA.
“La norma era clara”
Finalmente, tras meses de trabajo y contactos con organismos como la UEFA y el City Football Group, el Girona obtuvo la licencia necesaria para competir en la Champions. Mas-Bagà subrayó la complejidad del proceso: “La normativa era clara: si no se ajustaba, iríamos a Europa League. Al final, logramos una solución conjunta con un bufete de abogados en Londres”, contó.
Para Quique Cárcel, la clasificación a la Champions fue un cambio radical: “El valor de la plantilla pasó de 60-70 millones a más de 350 en meses. Era engañoso porque muchos jugadores clave no eran de nuestra propiedad, como Savinho, Couto o Eric García”. El director deportivo también reconoció que este mercado de fichajes fue una prueba de fuego, donde el Girona pudo realizar inversiones más ambiciosas sin perder el sentido común.
“No queríamos vender a Dovbyk”
Además, el club enfrentó la dificultad de retener jugadores ante el interés de otros equipos: “No queríamos vender a Dovbyk, pero hubo ofertas importantes. El caso de Aleix García fue diferente; su traspaso, aunque con dudas, no era malo”, añadió Cárcel.
La decisión de jugar en Montilivi durante la Champions fue un gesto hacia la afición. “Todos renunciamos a algo por vivir esta experiencia en casa. Era lo mejor deportivamente y para la gente de Girona”, aseguró Mas-Bagà. No obstante, el precio de las entradas generó debate, especialmente frente a equipos como el Liverpool: “No fue por el precio en sí, sino porque los abonados pedían un trato diferente”, reconoció.
Con el debut en la Champions en el historial, ambos dirigentes miran hacia el futuro con ambición. Cárcel confía en el potencial del equipo para seguir creciendo: “Este formato de Champions es muy exigente, pero tenemos bases para aspirar a una segunda vuelta brillante en la liga”, añadió convencido.
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Consolidar el proyecto sigue siendo el objetivo principal, pero el Girona ya ha demostrado que está preparado para soñar en grande, afrontando los retos con madurez y visión de futuro.