Si una persona no es capaz respetar a su prójimo, si lo que desea es forzarlo a pensar como él, si no puede dejar de juzgar a quienes no conoce, si toma sus pasiones e ignorancia como referentes de la justicia, si deja que sus odios le nublen la visión, es mejor que deje de llamarse cristiano en lugar de que vaya a recibir un mal mayor cuando su vida llegue a su fin.
Las personas tienden a ser menos restrictivas y más abiertas cuando se expresan en las redes sociales. La ausencia de reacciones inmediatas y visibles, como las expresiones faciales, reducen la cohibición que los usuarios pueden experimentar al expresarse. A este fenómeno se le ha llamado «desinhibición en línea». En sus redes sociales las personas transparentan más honestamente su personalidad y manifiestan sus emociones y valores.
En las redes uno puede encontrar todo tipo de contenidos y de personas. Algunos se muestran en sus perfiles como cristianos, ya sea de manera asertiva o tácita. De ellos, unos dejan traslucir que son cristianos tanto por sus postulados, que muestran una lealtad al evangelio, como por su tono, en el que se percibe el respeto, la moderación y la humildad. Pero otros no poseen ni un mensaje ni un talente que tenga que ver con las buenas nuevas de Jesús.
Estos perfiles presentan una visión de un mundo dividido entre personas buenas sin pecado y malos sin redención posible. Utilizan la mentira y el insulto contra quienes no comparten su manera de ver las cosas. Ni las más honorables personalidades de iglesia se salvan de sus ataques furibundos. Es verdad que la crítica a los liderazgos eclesiales no necesariamente es mala, hay ocasiones cuando puede resultar buena y necesaria. Pero la mentira y el insulto no son recursos evangélicos y, por lo mismo, quienes los usan tampoco pueden ser cristianos aunque así quieran presentarse.
También existe todo tipo de personas entre los usuarios de las redes. Están las personas que logran percibir la incoherencia entre la confesión religiosa que alguien profesa y su manera de expresarse. Pero otros, lastimosamente, tienden a fiarse del lenguaje religioso olvidando que no todo lo que brilla es oro. Estos últimos, con frecuencia se vuelven replicadores de aquellos sin corroborar la veracidad de los contenidos y sin verificar las implicaciones éticas de las ofensas. Así, viralizan con toda liviandad mentiras y ataques que desdicen de su carácter moral.
Hay perfiles que se dicen ser cristianos que les dan gran relevancia a las prácticas religiosas, pero pasan muy de lejos por el capítulo veinticinco de Mateo, donde Jesús dice con toda claridad que él se encuentra en los hambrientos, sedientos, migrantes, desnudos, enfermos y encarcelados. En el desprecio que hacen de esos desposeídos muestran lo lejos que se encuentran de comprender el corazón de Dios. Son muy asiduos en temas como la participación en cultos y el uso parcializado de pasajes de la Biblia, haciéndose pasar por maestros de cosas que en verdad no comprenden, para luego lanzarse con toda saña a atacar a personas de quienes no conocen nada.
Jesús aseguró: «El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca». Lo que se expresa en las redes sociales es el más fehaciente testimonio de lo que se oculta en el corazón de sus administradores. No es necesario juzgar ni investigar nada, sus palabras revelan su interioridad. La vida no puede ser compartimentada entre lo religioso y lo seglar. Eso constituiría un desdoblamiento de la personalidad que no admitiría ningún otro calificativo que el de hipócrita. Las Escrituras que tanto manipulan como instrumento de desprecio y ofensa, serán las que les juzgarán al final. Les condenarán las mismas Escrituras en las que dicen confiar.
Jesús invitó a sus seguidores a no juzgar a los demás. Pero estos pretendidos creyentes no solo se erigen como jueces, sino que juzgan y condenan a todo aquel que ejerce su derecho a pensar de manera propia. No solo usan el nombre de Dios en vano, sino también el de cristianos. Si una persona no es capaz respetar a su prójimo, si lo que desea es forzarlo a pensar como él, si no puede dejar de juzgar a quienes no conoce, si toma sus pasiones e ignorancia como referentes de la justicia, si deja que sus odios le nublen la visión, es mejor que deje de llamarse cristiano en lugar de que vaya a recibir un mal mayor cuando su vida llegue a su fin.
Pastor General de la Misión Cristiana Elim.