Algo interesante es que, de confirmarse la tendencia, Trump también estaría ganando el voto popular. Eso lo sabremos a ciencia cierta a más tardar en diciembre. Sería la primera vez desde el año 2000 que un candidato republicano lo logra; aunque sí había sido lo común durante el siglo XX.
Esta elección de Estados Unidos deja muchos aprendizajes, además de paralelismos con la de México. Fue una elección llena de análisis desconectados de la realidad, y supuestos basados en cajas de eco y en posiciones viscerales.
Ha generado mucha sorpresa la victoria contundente de Trump, así como el hecho de que está a punto de confirmarse el control republicano del poder legislativo.
Pero la sorpresa parece estar desconectada de la realidad. Entendiendo que en Estados Unidos no hay una democracia directa, sino que se gana a través de los votos del Colegio Electoral y no del voto popular, es muy revelador que Trump subió sus porcentajes de voto en prácticamente todos los segmentos poblacionales.
Esto refleja un apoyo social sólido que no solo no ha bajado desde su primera elección en 2016, sino que ha crecido tanto en 2020, aunque perdió, como ahora en 2024; a pesar de los grandes escándalos y procesos judiciales que atraviesa.
Esta realidad puede resultar contraintuitiva para algunos, y por eso es fundamental entender que en Estados Unidos la sociedad lleva décadas en crisis. Y Trump ha logrado hablarle a un amplio universo de la población que se sentía, y estaba, olvidada y marginada por las élites en turno. Igual que AMLO en México.
Mientras no entendamos esta situación, seguiremos sorprendiéndonos de las victorias legítimas de este tipo de personajes, al tiempo que ellos siguen ganando terreno y sus detractores siguen haciéndose más y más irrelevantes.
Los demócratas cometieron muchos errores en estos cuatro años de gobierno ineficaz de Biden y Harris. El primero fue pensar con haber ganado 2020 ya habían desactivado el riesgo de su antecesor. Y el segundo fue no entender la realidad social de su país, como tampoco lo entendió Obama en su momento.
Tanto en el gobierno de Obama como en el de Biden, los demócratas se dedicaron a gobernar para sus élites, y para sus grupos de interés. Haciendo poco o nada por entender y atender la creciente división social; lejos de ello, en muchos casos la alimentaron.
Eso les valió perder apoyo de grupos importantes. En el caso sindical por ejemplo, si bien Biden y Harris se dedicaron a obedecer todo lo que los líderes sindicales les impusieron, nunca se dieron cuenta que las bases de esos sindicatos no estaban ni con sus líderes ni con los demócratas. Y eso se notó en la última elección.
En su cerrazón, los demócratas no vieron que se alejaban incluso de los grupos minoritarios que en algún momento fueron su base. Por eso Trump creció entre, por ejemplo, latinos y asiáticos; o entre la comunidad árabe, lastimada por las posturas de Biden sobre Israel.
Hace unos días, Chris Kofinis, ex colaborador de Joe Manchin, hizo declaraciones muy claras en una entrevista del New York Times sobre la pérdida electoral de su partido:
“Es muy sencillo, si tratas de ganar elecciones hablándole a las élites, te patearán el tresero…Trump no es la enfermedad. Es el síntoma. La enfermedad son las élites políticas, culturales y económicas tratando de decirle a la gente cómo debe pensar, sentirse y creer, y qué creen que les dijeron el martes pasado: váyanse al diablo.”
Los demócratas se equivocaron en muchas cosas. El esperar tanto tiempo para presionar a Biden de no buscar la reelección. El que una vez que se bajó, impusieran sin más a Kamala Harris sin un proceso abierto, a pesar de ser una figura con altos negativos en la que la gente no confiaba.
También se equivocaron al creer que recaudando más fondos que Trump iban mejor posicionados, sin entender que las elecciones ya no se ganan con dinero. Eso es cosa del pasado. Las elecciones cada vez más son de hablarle al electorado.
Son muchos más los errores de la campaña de Harris, como basarla en descalificar a Trump y contrastarse de él, cuando la gente lo que buscaba era que se distanciara de Biden y les dijera qué haría diferente a los últimos 4 años de un gobierno desatinado.
Los demócratas, como la oposición en México, no supieron entender a la sociedad. O más bien no quisieron. Pensaron, enconchados en sus cajas de eco, que sólo porque la alternativa era mala, los votantes debieron escogerlos a ellos. Una postura por demás arrogante.