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Muerte, depresión y dopaje: el lado oscuro de la medalla para los atletas kenianos

Autor: Administrador

Los atletas kenianos se encuentran entre los mejores corredores de fondo y medio fondo del mundo, pero sus éxitos a menudo ocultan graves problemas de salud mental, ilustrados trágicamente por recientes fallecimientos.

Ganar para vivir y mantener a la familia: el círculo es vicioso y lleva a algunos de estos atletas estrella de este país de África Oriental al dopaje, las adicciones y la violencia. También a la lacra de la violencia de género.

Desde 2017, más de 80 atletas kenianos han sido sancionados por dopaje, según la Unidad de Integridad del Atletismo Mundial. Una vez suspendidos, deben enfrentarse a una brusca caída en sus ingresos, lo que provoca dificultades financieras, físicas y mentales durante varios años.

El 6 de octubre, Kipyegon Bett, medallista de bronce en 800 metros en el Campeonato Mundial de 2017, murió en el hospital de su ciudad natal de Kericho, en el oeste de Kenia, a causa de una insuficiencia renal y hepática provocada por el alcohol. Tenía solo 26 años.

Bett, uno de los corredores de medio fondo más prometedores de Kenia, había sido suspendido por cuatro años en 2018 después de dar positivo por EPO.

“Entró en depresión y comenzó a beber mucho”, explicó a la AFP su hermana, Purity Kirui, muy afligida. Bett, asegura ella, ignoró las llamadas de su familia para retomar el entrenamiento después de la finalización de su suspensión, en 2022. Como resultado, no logró regresar a un alto nivel.

El mismo día del anuncio de su muerte, el cuerpo del corredor de obstáculos Clement Kemboi fue encontrado a unos 250 kilómetros de distancia, en Iten, el famoso centro de entrenamiento en altura del oeste de Kenia.

“No podemos ignorar que hay un problema”, declaró a la AFP Barnaba Korir, miembro del comité ejecutivo de Athletics Kenya, la federación de atletismo. “Los recientes fallecimientos muestran que los atletas enfrentan desafíos importantes, incluidos problemas financieros y de salud mental”.

Tras estas muertes, Julius Yego, medallista de plata en jabalina en los Juegos Olímpicos de 2016, pidió medidas para proteger mejor a los atletas kenianos.

“La cuestión de la salud mental de los atletas suspendidos por dopaje es alarmante”, subrayó a la AFP. “Estos atletas se sienten aislados y han tenido que luchar contra sus problemas literalmente solos, sin ningún apoyo de Athletics Kenya o de sus antiguos representantes y entrenadores”.

Yego está en contacto con un excorredor de fondo que enfrenta grandes dificultades tras una suspensión de cuatro años.

Las muertes de Bett y Kemboi ocurrieron cuando la comunidad atlética keniana, muy unida, ya estaba sacudida por la pérdida de otros tres atletas. En octubre también, el famoso maratonista Samson Kandie, de 53 años, fue asesinado durante una brutal agresión y, en septiembre, otro maratonista, Willy Kipruto Chelewa, fue encontrado muerto.

Las circunstancias de estos fallecimientos siguen bajo investigación y cuatro personas, incluida la esposa de Samson Kandie, comparecieron ante un tribunal esta semana.

Pero en un país donde un tercio de los 52 millones de habitantes vive por debajo del umbral de pobreza, los ingresos de los atletas los convierten en objetivos de agresiones, indicó a la AFP Asbel Kiprop, campeón olímpico de 1.500 m en 2008, hoy retirado.

“Es trágico ver que este fenómeno se está extendiendo. Los atletas deben ser más cuidadosos”, señala, citando el caso de Kandie, quien sufrió una agresión mortal frente a su casa en Eldoret.

Kiprop, quien hoy trabaja como oficial de policía, considera que pertenecer a las fuerzas del orden es a menudo la única forma de que los atletas garanticen su seguridad. “De lo contrario, una buena disciplina personal es esencial”, afirma.

Otro melón que asola al país es la violencia de género, que este 2024 se cobró la vida de la fondista olímpica ugandesa, Rebecca Cheptegei, rociada con gasolina y víctima mortal de las quemaduras provocadas por su expareja en Kenia, donde vivía y se entrenaba. Los casos de las kenianas Damaris Muthee Mutua y Agnes Tirop, asesinadas también por la violencia machista, ya habían levantado revuelo en los últimos años ante la inacción de las autoridades competentes.

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