Val Kilmer ha muerto este lunes a los 65 años. Hizo de su última película una de sus más sólidas actuaciones de su trayectoria. Fue en Top Gun: Maverick, donde interpretó nuevamente al piloto Iceman Kazansky, el rival de Tom Cruise. Su personaje irradiaba una fuerza vital por el hecho de que Kilmer participó en el taquillazo a pesar de haber padecido un cáncer en la garganta, una dolencia que lo tuvo apartado de la industria por varios años desde 2014. La quimioterapia y una traqueotomía afectaron la voz de un actor que fue Batman en la era previa a Christopher Nolan y una estrella de acción en los noventa. A pesar del largo padecimiento, no ha sido el cáncer el que ha terminado con su vida. El motivo de su muerte, ocurrida en Los Ángeles, fue una neumonía, según ha confirmado su hija, Mercedes Kilmer, a The New York Times.
Los actores tienen la suerte de vivir muchas vidas en una. Kilmer fue Jim Morrison para Oliver Stone en 1991 (The doors); sirvió en una de las más flojas encarnaciones del héroe de DC Comics en Batman Forever y fue un convincente ladrón maestro del disfraz en El Santo, una de las muchas películas de acción con las que cargó como protagonista en los noventa. También participó en clásicos de culto como True Romance, escrita por Quentin Tarantino, y Heat, de Michael Mann. Y en desastres épicos como La isla del doctor Moreau, la cinta de John Frankenheimer en la que compartió escenario con Marlon Brando. Estuvo dos veces en lo más alto de la taquilla. Con la misma película y con 36 años de diferencia, 1986 y 2022, gracias a Top Gun.
Pero fue necesario ponerse ante una cámara documental para ajustar cuentas con la leyenda de “problemático” y “diva caprichosa” que se hizo en los platós desde que apareció en pantalla por primera vez en 1984 con una sátira de espías (Top Secret!). De hecho, la mala reputación viene de antes, pues contaba que abandonó la grabación de su primer trabajo pagado, un comercial.
El documental, simplemente titulado Val, fue lanzado en 2021 y ofrece muchas claves que el actor dejó en miles de horas de grabaciones hechas a lo largo de cuatro décadas. “He tenido una vida mágica, y he capturado en vídeo mucho de ella”, decía.

“Me curé rápidamente del cáncer, pero la radiación de la quimioterapia me afectó la voz”, dice con suavidad Kilmer en el documental. “Es difícil hablar y que me comprendan”, añade. La obra de la productora independiente A24 fue, desde su estreno en Cannes, muy celebrado por la crítica por ser un crudo autorretrato desprovisto del maquillaje usual de la maquinaria de Hollywood. Reflejó las complejidades de un carácter volcánico oculto que había detrás de una rubia cabellera, ojos azules y labios carnosos. Su rostro conquistó a una larga lista de mujeres en Hollywood, entre las que se contaban Cher, Cindy Crawford y Joanne Whalley, su coprotagonista en Willow y su primera esposa.
Kilmer, el hijo sensible de un desarrollador inmobiliario y una ama de casa, creció filmando historias y escenas en una cámara de 16 milímetros. Fue educado bajo la fe del cristianismo científico en Chatsworth, en el Valle de San Fernando, al norte de Los Ángeles, en una zona donde es fácil sentir la influencia de la industria del cine. Tuvo como compañero de escuela a Kevin Spacey y vivía en la misma calle que Roy Rogers, el famoso vaquero cantante de la pantalla.
Kilmer admitía que lo marcó la muerte de su hermano Wesley, menor, quien se ahogó en 1977 en una piscina cuando él iba en el instituto. Esto le dejó una herida traumática, con la que justificaba mucho de su comportamiento voluble. “No logré volver a la Tierra sino hasta dos o tres años después de la muerte de mi hermano”, aseguró.
Al graduarse se decidió por el prestigioso conservatorio Juilliard de Nueva York para formarse como artista, donde fue admitido a los 17 años, convirtiéndose en uno de los alumnos más jóvenes del programa de actuación. Pero él mismo reconocía que sus primeros resultados sobre los escenarios eran malos. Era un histrión exagerado y demasiado dramático, según admite en su biografía Val Kilmer: I’m your Huckleberry, firmada un año antes de que su documental viera la luz. Con el tiempo, logró mejorar en Juilliard. Se graduó con el protagónico de Ricardo III.
El título de su biografía era un guiño a la que fue una de sus obsesiones. Val Kilmer admiraba sobre todas las cosas a Mark Twain, el gran arquitecto del sentido del humor en la literatura estadounidense. A lo largo de su vida, el actor estuvo vinculado a diversos proyectos relacionados con el padre de Tom Sawyer. En 2010 encarnó a Twain en un monólogo que él mismo escribió y dirigió, Citizen Twain. Después lo convirtió en una película. Por muchos años consideró esta actuación “su mejor trabajo” en toda su carrera.
Kilmer llevó el monólogo por varias ciudades de Estados Unidos recibiendo buenas críticas. Esta no fue una constante en su trayectoria fílmica. Nunca estuvo nominado al Oscar ni a los Globos de Oro. Aspiró, en cambio, tres veces a un Razzie, que premian lo peor de la industria. Los críticos destrozaron muchas de sus actuaciones. No eran los únicos. Muchas veces las palabras negativas fueron pronunciadas por sus compañeros de trabajo.
“No me gusta Val Kilmer. No me gusta su ética de trabajo y no quiero volver a trabajar con él nunca jamás”, aseguró Joel Schumacher tras rodar Batman Forever, donde Kilmer enfrentó a Jim Carrey, quien se robó la cinta con su carisma con su personaje The Riddler.
Una de sus mejores actuaciones fue en Kiss Kiss, Bang Bang (2005), una comedia de humor negro en la que compartió créditos con Robert Downey Jr., quien entonces buscaba rehabilitar su carrera tras años de excesos. La química que mostraron ambos fue natural e hizo que Kilmer considerara un “hermano” a quien poco después se convirtió en el centro del universo Marvel. Mientras uno iba en ascenso, otro caía en picada.
¿Qué le pasó a Val Kilmer?, fue una pregunta muy repetida en los primeros años del siglo XXI. El actor prácticamente desapareció de las pantallas por una serie de motivos. Las deudas con el fisco lo obligaron a deshacerse de su rancho en Nuevo México, un lugar que lo inspiraba como artista y como un poeta amateur. Malas decisiones de sus representantes y publicistas también ayudaron a estancar su carrera. El golpe final lo dio el cáncer de garganta con su aparición en 2014. Su regreso triunfal fue de la mano de Tom Cruise y una flotilla de aviones ultrasónicos.