El concepto disruptivo, tan de moda actualmente y que se puede adaptar a cualquier ámbito, por trivial que sea, ya se podía aplicar a Eddie Jordan (Dublín, 1948) cuando este carismático ejecutivo con pinta de telonero de los Beatles se sentaba a negociar cualquier contrato de los gordos en la Fórmula 1 de los años noventa. Jordan falleció en Ciudad del Cabo (Suráfrica) a los 76 años, según informó su familia este jueves, a consecuencia de un cáncer de próstata y vejiga que se le había extendido por la columna y la pelvis y cuyo diagnóstico hizo público a finales del año pasado. Su familia subrayó que “estuvo trabajando hasta el final, tras haber comunicado durante el día de San Patricio —el 17 de marzo— su ambición por el London Irish Rugby Football Club, del que se había convertido recientemente en patrón”.
We are deeply saddened to hear about the sudden loss of Eddie Jordan.
With his inexhaustible energy he always knew how to make people smile, remaining genuine and brilliant at all times.
Eddie has been a protagonist of an era of F1 and he will be deeply missed.
In this moment… pic.twitter.com/ggf1ww9kmq
— Formula 1 (@F1) March 20, 2025
En su etapa de formación tocó varios palos poco interrelacionados. Estudió contabilidad, se interesó por la odontología e incluso valoró la posibilidad de hacerse sacerdote. Extraño esta última salida si tenemos en cuenta el tono irreverente y sarcástico que siempre le caracterizó, y que tantos adeptos le creó en su última etapa en el ‘paddock’, ya como comentarista televisivo. Eso sí, el buen rollo que transmitía la mayor parte del tiempo no le impedía encontrar las debilidades de cualquiera con quien se sentara para cerrar un trato. Solo así puede entenderse el éxito que tuvo la escudería que llevó su apellido, fundada en 1991 y vendida en 2005. Sobre la base de Jordan operó Midland (2006), Spyker (2007), Force India (2008-2019), Racing Point (2019 y 2020), hasta convertirse en lo que hoy es Aston Martin. Todavía hay empleados en la estructura de Silverstone que trabajaron bajo el paraguas y la áurea de Jordan, digno de sentarse en la misma mesa que Ron Dennis o Frank Williams, entre otros.
A diferencia de los peces gordos de la parrilla, Jordan contó de entrada con el apoyo de grandes marcas, un hándicap que compensó con su visión, tanto en la vertiente de los negocios como, especialmente, en la búsqueda de talento. Fue Jordan quien tuvo que buscar al sustituto de Bertrand Gachot, para el Gran Premio de Bélgica de ese mismo año 1991, y se la jugó con un joven alemán al que había visto correr en Fórmula 3. En esa carrera empezó a forjarse el mito de Michael Schumacher. Más adelante contrató a Damon Hill, quien estrenó el casillero de victorias de la estructura (cuatro, en total), en 1998, también en el mítico trazado de Spa.
En 2009, el irlandés se enroló como comentarista de la BBC, en la que creó escuela y en la que destapó exclusivas relevantes. Suya fue, por ejemplo, la que adelantó la salida de Lewis Hamilton de McLaren, en 2012, y su fichaje por Mercedes para 2013. Adrian Newey, otra leyenda, en este caso del diseño, le reclutó como agente el año pasado para que agilizara su salida de Red Bull y su firma por Aston Martin.
“Nos entristece profundamente la repentina pérdida de Eddie Jordan. Con su inagotable energía, siempre supo cómo hacer reír a la gente, siendo genuino y brillante”, lamentó Stefano Domenicali, presidente de la F1. “Qué personaje. Qué estrella del rock. Qué corredor. Muchos pilotos te debemos tanto por habernos dado una oportunidad y por creer en nosotros”, se sumaba Martin Brundle. “Estoy profundamente triste al haber sabido que Eddie ha fallecido. Un verdadero ícono y una figura muy querida de nuestro deporte”, añadió Carlos Sainz.
