La propuesta del presidente electo de EU, Donald Trump, de imponer aranceles del 25% a productos mexicanos, representa una amenaza directa a la estabilidad económica de Norteamérica.
Esta medida, lejos de ser una estrategia de negociación efectiva, es un peligroso juego de suma cero que perjudicaría gravemente a ambos países y de paso sería una sentencia de muerte para uno de los bloques comerciales más competitivos del mundo que se materializó hace 30 años con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Estados Unidos, a pesar de las bravatas de Trump, es altamente dependiente de la economía mexicana. En 2024, el déficit comercial con México superó los 13 mil millones de dólares, evidenciando una relación comercial mutuamente beneficiosa.
La industria automotriz, pilar fundamental de ambas economías, se vería especialmente afectada por esta medida en caso de prosperar.
Estados Unidos importa casi el 80% de la producción de autos fabricados en México, y alrededor de un 42% de las autopartes que utiliza en sus plantas son manufacturadas en nuestro país.
Patrick Anderson, CEO de Anderson Economic Group, una consultora ubicada en Michigan, en el Rust Bell, el viejo corazón industrial y automotriz de EU, señaló que no hay una sola planta en ese estado, en Ohio, en Illinois y Texas que no se vea afectada por estas medidas.
Vehículos con la Ram Charger —fabricada por Stellantis en su armadora de Saltillo—, la Chevrolet Silverado y las versiones eléctricas de Equinox y Blazer —que General Motors manufactura en México—, y hasta el Maverick, de Ford, incrementarán sus precios.
Entre enero y julio de 2024 México exportó a EU 20 mil 53 autos de lujo, 283 mil 185 compactos, 489 mil 819 pick-ups y 778 mil 216 SUV’s para sumar un total de un millón 571 mil 273 vehículos, de acuerdo con cifras de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz.
Nuestro país es el principal proveedor de vehículos ligeros y piezas automotrices para EU.
Por ello, al imponer aranceles, se encarecerían drásticamente los vehículos fabricados en México por empresas estadounidenses como Ford, Stellantis y General Motors, lo que a su vez reduciría las ventas y provocaría la pérdida de cientos de miles de empleos en Estados Unidos.
Los expertos coinciden en que esta medida sería un boomerang económico. El aumento de precios de los productos importados generaría inflación y reduciría el poder adquisitivo de los consumidores estadounidenses, lo que aletargaría el crecimiento económico. Además, la incertidumbre generada por esta política proteccionista impulsada por Donald Trump desalentaría la inversión y podría desencadenar una guerra comercial a escala global.
Es fundamental comprender que la economía global está altamente integrada. Las cadenas de suministro son complejas y transfronterizas. Al atacar a un socio comercial clave como México, Estados Unidos estaría poniendo en riesgo su propia prosperidad.
La amenaza de imponer aranceles a productos mexicanos es una decisión miope y contraproducente. En lugar de buscar soluciones conjuntas a los desafíos migratorios y de seguridad, se está optando por una estrategia que solo traerá pérdidas y divisiones y afectará principalmente a las personas que votaron por Donald Trump.
Sotto voce
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