Antropos
Su cimiento está en el monte Santo. Ama a Jehová las puertas de Sión más que las moradas de Jacob. Cosas gloriosas se han dicho de ti, Ciudad de Dios. Salmo 87.2,3
He aquí pongo en Sión la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa: Y el que creyere en él, no será avergonzado, Primera Epístola Universal de San Pedro Apóstol, 2, 6.
Sión aparece muchas veces citado en la Biblia, tanto en el Antiguo como Nuevo Testamento. Sus orígenes, según estudios, se “remontan a la fortaleza Jebusea de Jerusalén, la que sus fundadores construyeron tres mil años antes de Cristo. Se le conocía como Uru-Salem o bien con el nombre de Jebús, la cual fue conquistada por David y donde su hijo Salomón construyó un tempo”.
Sión, según la Biblia, simboliza la ciudad de David, centro del culto y presencia de Dios. Es la cúspide de la morada de Dios, que adquiere un alto significado y espiritual. Simboliza la Ciudad Santa o la Ciudad Celestial que sirve “de recordatorio de que somos ciudadanos de un reino diferente, llamados a vivir a la luz de la verdad y la justicia de Dios”. Es el lugar en el que simbólicamente el pueblo israelita erigió un monumento dedicado a las víctimas del Holocausto.
He tomado estos datos generales, para explicar al Monte Sión, ubicado a semejanza del sagrado lugar del cristianismo en Israel, sobre una de las colinas del lago de Amatitlán, construido por evangélicos de la Iglesia Presbiteriana como un centro de oración y meditación espiritual. La integran cabañas, salón de múltiples usos llamado Agape, un pequeño anfiteatro de piedra, canchas deportivas y senderos para caminar.
Siendo estudiante del Colegio Evangélico América Latina, tuve el privilegio de conocerlo. Celebrábamos en medio de un hermoso paisaje, días de reflexión, estudios bíblicos, oraciones, cánticos cristianos, juegos de salón y de campo. Compartíamos cada una de las cabañas con otros compañeros de estudio y al otro lado del campus, se ubicaban las mujeres.
Por la noche, bajo el techo del cielo, nos reuníamos en el pequeño anfiteatro para expresar nuestra fe cristiana con cánticos, lectura de la Biblia, oraciones, para cerrar con fervor espiritual, la predicación principal de don Virgilio Zapata, principal promotor de estos retiros espirituales.
A su vez, en el salón principal se hacían estudios de la Biblia, de una manera profunda y reflexiva, bajo la guía de doña Julia Esquivel. Mujer estricta, metódica y afable que siempre nos conducía a una mayor disciplina y elevamiento espiritual.
Fue en ese lugar que pude acercarme a través de las palabras sabias de nuestros guías y pastores a las enseñanzas cristianas. Un acontecimiento que lo interpretó ahora, como la continuación de mi niñez en los diferentes templos cristianos en los cuales mis padres José Manuel España y Virgilia Calderón, pastoreaban por los diferentes rincones del oriente del país.
La pregunta ahora es, a qué se debe que le de importancia al Monte Sión. Sencillamente porque mí retorno al Colegio América Latina, donde anteriormente hice los dos primeros grados de la secundaria me acogieron para continuar estudios hasta alcanzar el grado de Maestro de Educación Primaria. Anteriormente fui alumno de la Escuela Normal Central para Varones, lugar en donde se forjó mi conciencia ciudadana. En la práctica nos involucramos en la participación de la rebeldía propia de estudiantes. Protestamos algunas veces con huelgas de hambre, contra directores autoritarios y cero competencias para dirigir un centro educativo. Nos formamos como ciudadanos bajo la campana de uno de los corredores, en donde se alzaban las voces de los dirigentes más lúcidos, a la par de una radio y un periódico estudiantil contestarios. Nuestros docentes motivaban con sus enseñanzas, otra forma de ver el mundo y eso nos hizo salir también a las calles acompañando las marchas de los movimientos sociales en contra de los gobernantes de turno. Los gases lacrimógenos, tiros y encarcelamiento, era la forma que tenía el gobierno para reprimirnos. Pero mientras más poder de fuego mostraban los cuerpos de seguridad del Estado, más energía surgía en cada uno de los jóvenes como trueno en un movimiento estudiantil dispuesto a dar cumplimiento a sus ideales juveniles.
Describo dos momentos de mi vida como estudiante de secundaria, porque en un lugar forjaron mi conciencia ciudadana contra las injusticias sociales y en el otro, me elevaron espiritualmente bajo las enseñanzas bíblicas, lo cual pude articular como unión de fe y convicción por una patria mejor.
Siendo estudiante universitario, descubrí qué en América Latina, estaban presentes las voces de cristianos quienes basaban sus prédicas en las enseñanzas bíblicas, como lo que expresa la Santa Escritura, en Gálatas 2.10, en el que se afirma “solamente nos pidieron que nos acordáramos de los pobres”, lo cual fue interpretado por el teólogo José Anleu al decir que es necesario “comenzar con los pobres para llevar a cabo la más alta misión humana que conocieron los tiempos, atribuirles la dignidad que nuestra sociedad y nuestra justicia les niegan. Jesús no hace de los pobres meros sujetos pasivos de una caridad y ayudas, sino que les hace sujetos activos de su mensaje ético”. Lo cual está presente en la voz del Papa Francisco, quien traza el renacer del cristianismo inspirado en la vida y enseñanzas de Jesús de Nazareth, que lo lleva a decir que “la política no debe someterse a la economía y ésta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana”.
Estos evangelizadores nos dan un mensaje central para el logro del bien común, y en contra de los mercaderes y falsos adoradores que Cristo con voz enérgica los expulso del tempo de Dios. Habrá entonces que volver de nuevo los ojos a Sión, La Tierra Santa, lugar de donde emanan las verdaderas enseñanzas bíblicas y una elevación espiritual llena de fe, esperanza y conciencia ciudadana hacia la construcción de una sociedad con justicia y equidad social.
Pero David tomó la fortaleza de Sion, la cual es la ciudad de David. Samuel, 5. 7. Y los moradores de Jebús dijeron a David; No entrarás acá. Más David tomó la fortaleza de Sión, que es la ciudad de David, Crónicas, 11. 5.
Sión, colina de Jerusalén. En la Biblia Hebrea se habla del nombre de Sión. Se usa para describir la ciudad de David, el monte de Templo y Jerusalén.
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