Ante todo, quizás este artículo despierte tanto curiosidad como rechazo por asimilar las empresas con ciertos aspectos de las religiones tradicionales. Hecha la aclaración, y sin ánimo de ofensa alguna, aquí van estas ideas sobre lo que considero “misticismo corporativo”, que, guste o no, está presente en el mundo organizacional.
Creo que hay un mantra silencioso que recorre las salas de juntas, las reuniones de equipo y las plataformas de comunicación empresarial: una especie de rezo colectivo disfrazado de estrategia. No lo llamamos religión, pero se comporta como tal. Las empresas no construyen templos, pero sus oficinas son espacios de culto. No ofrecen salvación, pero prometen algo igual de poderoso: propósito. En un mundo donde lo tangible pierde terreno frente a lo simbólico, el trabajo ha absorbido un rol casi sagrado, y los líderes, a menudo sin saberlo, se han convertido en los sumos guías de un nuevo orden espiritual.
El término religión, que proviene “re-ligar”, volver a unir, es una buena síntesis de lo que significa hoy el mundo empresarial para muchas personas: conexiones, trabajar juntos y, a veces, compartir ciertos valores y principios que promueve el ente que los congrega.
¿Son las corporaciones una especie de templos de propósito?
Considero que hoy, como jamás antes sucedió, el tema de la misión, visión, valores y el propósito se ha vuelto cotidiano en el léxico de empresas de cualquier tipo y tamaño. No hay cultura que lo excluya -aunque otra cosa muy distinta, es que realmente lo vivan-.
En la antigüedad, los templos eran los centros de la vida comunitaria, espacios donde las personas encontraban guía, consuelo y sentido. Hoy, ese rol en gran medida lo cumplen las empresas. Desde las arquitecturas impecables de Silicon Valley hasta las promesas de “transformar el mundo” grabadas en los manifiestos corporativos, las empresas han aprendido a explotar nuestra sed de propósito colectivo. No sorprende que las oficinas abiertas y luminosas recuerden a las catedrales: techos altos, espacios diseñados para la contemplación —aunque sea de un próximo pitch—, y una sensación palpable de algo “más grande” que nosotros.
Sin embargo, al igual que los templos antiguos, estas empresas requieren de un componente clave: la devoción. Cuando alguien dice “hay que ponerse la camiseta”, o bien, celebran y felicitan a quienes la tienen tatuada, están siendo devocionales. “Devoto” viene de “devotio”, voto, consagración, dedicación. ¿Hay algo más parecido en lo que las empresas esperan de sus colaboradores? También, la entrega y la disponibilidad de un alto compromiso recuerda al concepto “devotio vítae”: ‘sacrificio de la vida’.
Las empresas tienen rituales son estrictos, aunque no lo parezcan: reuniones diarias, meditaciones-reflexiones obligatorias, ceremonias de premios que ensalzan a los más “santos” entre nosotros. Incluso los días de descanso son estructurados para que regresemos renovados al altar de la productividad.
Dogmas invisibles: Las escrituras de la cultura corporativa
El dogma en las empresas no necesita un texto sagrado. Está esculpido en sus valores fundamentales, aquellos que se exhiben en cada pared, en cada correo, en cada publicación en LinkedIn. Y lo más fascinante de estos dogmas es que, en su inmensa mayoría, se destacan por cierta rigidez. Si bien las empresas predican innovación, adaptabilidad y flexibilidad, sus culturas operan bajo leyes bastante inquebrantables. ¿Cómo es eso? Bastante simple: por ejemplo, en que expresar “este valor no se aplica en mi caso” es tan impensable como cuestionar un mandamiento de cualquier religión tradicional.
Más inquietante aún es cómo estas escrituras se internalizan. Los empleados no solo trabajan para las empresas, creen en ellas. Hablan de su misión como si fuera parte de su credo personal, defienden sus políticas como si estuvieran grabadas en piedra, y buscan constantemente la aprobación del liderazgo, que funge como una especie de evaluación divino. Por otro lado, en el lenguaje actual, ya no se habla tanto de empleados, sino de colaboradores, bastante parecido a ser acólitos, acompañantes de la liturgia diaria.
El líder como profeta: ¿De CEO a mesías?
Steve Jobs no vendía tecnología; vendía fe. Elon Musk no construye autos eléctricos; evangeliza sobre un futuro mejor. Estos líderes no son vistos como ejecutivos tradicionales, sino como visionarios, casi profetas. Su palabra no es solo estratégica, es reveladora. Cada tuit, cada conferencia, cada declaración se analiza como si ofreciera una visión del futuro.
Este fenómeno no es casual. La narrativa corporativa moderna gira en torno a la personalización del liderazgo. Si antes las religiones hablaban a través de figuras como Moisés o Buda, hoy los líderes corporativos han tomado ese lugar, ofreciendo caminos claros hacia una especie de “tierra prometida” del éxito, la innovación y la trascendencia.
Cinco claves para empresas más auténticas y menos dogmáticas
¿Hay alguna manera de elevar la autenticidad en el mundo corporativo? ¿De qué forma la cultura empresarial ha tomado elementos de los ritos y tradiciones, para “re-ligar” a sus integrantes?
Para pensar en estos aspectos, comparto cinco ideas que pueden ser disparadores para quien desee adaptarlos y adoptarlos:
1. Cuestionar los valores sagrados
Las empresas necesitan permitir que sus valores fundamentales puedan ser cuestionados y revisados periódicamente. Porque un valor que no se adapta al tiempo y contexto corre el riesgo de volverse dogma. Es saludable fomentar debates internos sobre la relevancia y aplicación de estos principios; sería una forma poderosa de mantener la autenticidad.
2. Rituales con propósito real
No todos los rituales corporativos deben permanecer inalterados. Las reuniones semanales o los “team buildings” necesitan evaluarse en función de su impacto real, no solo por tradición, formato, o “porque sí o sí hay que hacerlo”. Diseñar prácticas que refuercen las conexiones humanas, en lugar de la mera productividad, puede ser una vía para humanizar la cultura empresarial.
3. Liderazgo humano, no mesiánico
Los líderes no deberían posicionarse como profetas que son vistos como infalibles, sino como facilitadores del crecimiento colectivo. Promover liderazgos cercanos, incluyendo la vulnerabilidad, es una clave para estimular la escucha activa y la co-creación. Al modelar el liderazgo de esta forma, se ayuda a desmitificar al CEO o a los altos ejecutivos como figura mesiánica que tienen todas las respuestas, y reduce la dependencia de una sola persona como símbolo.
4. Espacios para la disidencia
Cualquier empresa que se precie de ser auténtica tiene dar la bienvenida a perspectivas críticas y divergentes, cosa que no es siempre bienvenida ni en las religiones tradicionales ni en lo corporativo. Crear foros donde las personas puedan expresar desacuerdos sin temor a represalias fortalece la diversidad de pensamiento y previene que la cultura empresarial se cierre sobre sí misma.
5. Redefinir el concepto de éxito
Si alcanzar el cielo es una metáfora de trascendencia y del perdón que alguien da a otros como un dictamen, en las empresas abandonar la obsesión por los resultados como el único indicador de éxito, les permitirá que cultiven un entorno más humano. Incorporar métricas que evalúen el bienestar, la equidad y el impacto social genera un propósito que trasciende el rendimiento financiero y evita el dogmatismo de la hiperproductividad a toda costa.
El problema de cualquier religión es el mismo que enfrenta la empresa moderna: ¿qué pasa cuando el propósito se convierte en dogma? Cuando el ritual, en lugar de ser una herramienta de conexión, se convierte en una obligación monótona. Cuando los valores, en lugar de guiar, sofocan. La fe, en cualquier forma, puede ser una poderosa fuerza transformadora, aunque también un arma de control.
Quizá la pregunta más urgente no sea si las empresas se están convirtiendo en religiones, sino si queremos que lo hagan. Porque cuando el lugar de trabajo se transforma en un templo, y la cultura corporativa en un credo, estamos cediendo algo fundamental: nuestra capacidad de decidir qué creemos, nuestra libertad, y más importante aún, por qué lo cedemos.
Contacto:
Daniel Colombo es facilitador y Máster Coach Ejecutivo especializado en alta gerencia, profesionales y equipos; mentor y comunicador profesional; conferencista internacional; autor de 33 libros. LinkedIn Top Voice América Latina. Coach profesional certificado por ICF en su máximo nivel, Coach certificado, Miembro y Mentor en Maxwell Leadership, el equipo de John Maxwell.
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