- Autor, Redacción
- Título del autor, BBC News Mundo
Los rebeldes en Siria aseguraron en la madrugada del domingo tener bajo su control Damasco y que el presidente Bashar al Assad había abandonado el país.
En un mensaje emitido desde la estación estatal de televisión y a través de Radio Damasco, declararon haber puesto fin al régimen de Bashar al Assad y liberado a los prisioneros políticos.
El líder del grupo insurgente fundamentalista Hayat Tahrir al Shams (HTS), Abu Mohammed al Jawlani, que ha encabezado el avance de los grupos rebeldes en la última semana, ordenó a sus fuerzas que no se acerquen a las instituciones públicas de la capital siria, afirmando que permanecerán bajo la supervisión del primer ministro hasta que sean entregadas “oficialmente”.
La caída de Al Assad supone el fin de un régimen que el mandatario ha controlado con mano de hierro desde que llegó al poder en el año 2000 (antes de él, su padre, Hafez, gobernó el país durante 29 años) y que ha estado marcado por la guerra civil que estalló en 2011 y que ha dejado cientos de miles de muertos y millones de refugiados.
Un accidente que marcó su vida
Hay muchos momentos que han marcado la vida de Bashar al Assad, pero quizá el que más fue un accidente de tráfico ocurrido en 1994 a miles de kilómetros de donde él vivía en ese momento.
En ese accidente en las cercanías de Damasco murió su hermano mayor, Bassel, y eso cambiaría la vida de Bashar, que entonces estudiaba Oftalomología en Londres y en quien nadie había pensado para heredar el poder de su padre, Hafez al Assad, entonces presidente de Siria.
Tras la muerte de Bassel, se aceleraron los planes para preparar a Bashar para ocupar el poder en Siria.
¿Cómo pasó Bashar al Assad de ser un doctor en formación a un líder autoritario al que se acusa de crímenes de guerra?
El legado de su padre
Bashar nació en 1965 de la pareja formada por Hafez al Assad y Anisa Makhlouf.
Aquella fue una época llena de acontecimientos dramáticos en Siria y Medio Oriente en general. El nacionalismo árabe dominaba la política regional en Siria y otros países de la región.
El partido Baaz se había hecho con el poder tras el fracaso de la efímera unión entre Egipto y Siria entre 1958 y 1961, y promovía un mensaje nacionalista árabe. Como la mayoría de los estados árabes de entonces, Siria no era una democracia con varios partidos.
La comunidad alauita, a la que pertenecen los Assad, era una de las peor tratadas en Siria y las penurias económicas habían empujado a muchos de sus miembros a unirse al ejército sirio.
En sus filas logró ascender Hafez al Assad, incondicional del partido Baaz que llegaría a ser nombrado ministro de Defensa en 1966.
Hafez ganó poder y en 1971 se convirtió en presidente de Siria, cargo en el que moriría en el año 2000. Su resistencia en el poder contrastaba con la tónica dominante en la historia de la Siria independiente, que había vivido varios golpes militares y cambios de gobierno.
Al Assad padre gobernó el país con puño de hierro. Aplastó a la oposición y rechazó la celebración de elecciones libres.
En política exterior, siguió una línea pragmática. Primero se alineó con la Unión Soviética, pero en la Guerra del Golfo de 1991 se sumó a la coalición liderada por Estados Unidos contra el Irak de Sadam Hussein.
De la medicina a Londres
Bashar había elegido un camino muy diferente, alejado de la política y del ejército. Quiso estudiar Medicina.
Tras graduarse en la Universidad en Damasco, se mudó a Reino Unido en 1992 para especializarse en oftalmología en el Western Eye Hospital de Londres.
De acuerdo con el documental “Los Assad, una dinastía peligrosa”, Bashar se lo pasó bien en la capital británica. Le gustaba escuchar la música de Phil Collins y admiraba aspectos de la cultura occidental.
En Londres conoció a la que se convirtió en su esposa, Asma al Akhras. Ella estudiaba informática y fue más tarde admitida para un programa MBA en la Universidad de Harvard.
Bashar era el segundo hijo de Hafez y su hermano mayor era visto por la mayoría de observadores como el “aparente heredero” del poder de su padre.
Pero la muerte de Bassel cambió radicalmente el curso de la vida de Bashar, que fue convocado de inmediato a Damasco para comenzar su preparación como potencial sucesor en el poder de su padre.
Entonces Bashar se unió al ejército y comenzó a forjar su imagen pública en preparación del papel que sabía que la historia le tenía reservado.
Sueños de cambio
Hafez al Assad murió en junio de 2000 y su hijo Bashar, que tenía entonces 34 años, fue proclamado presidente después de un cambio constitucional que rebajó la edad mínima de 40 años para ocupar el cargo vigente hasta entonces.
El nuevo presidente fue juramentado en el verano boreal de 2000 introduciendo un nuevo tono. Hablaba de cosas como “transparencia, democracia, desarrollo, modernización, rendición de cuentas y pensamiento institucional”.
A pocos meses de ser nombrado presidente, se casó con Asma al Akhras, con la que tendría tres hijos: Hafez, Zein y Karim.
Al principio, la retórica del nuevo presidente y sus mensajes sobre apertura política y libertad de prensa dieron esperanzas a muchos sirios. Su estilo de liderazgo, unido a la educación occidental de Asma, hicieron creer en una nueva era de cambio.
Siria viviría un breve periodo de debate abierto y relativa libertad de expresión conocido como la Primavera de Damasco, pero para 2001 las fuerzas de seguridad habían retomado sus prácticas de arrestos masivos y represión.
Mientras Bashar introducía reformas económicas limitadas para fomentar la actividad privada, en los primeros años de su presidencia emergió la figura de su primo Rami Makhlouf, quien estableció un emporio que, según sus críticos, debía a sus conexiones con el poder.
Irak y Líbano
La guerra de Irak de 2003 deterioró sustancialmente las relaciones del régimen de Al Assad con las potencias occidentales. Al Assad se opuso a la invasión de Irak por parte de una coalición liderada por Estados Unidos, según algunos por temor a que Siria fuera el siguiente objetivo de Washington en la región.
Estados Unidos, a su vez, acusaba a Damasco de permitir el contrabando de armas destinadas a los insurgentes alzados contra la ocupación de Irak y el paso de militantes extremistas por la frontera.
En diciembre de 2003, Washington impuso sanciones a Siria por su papel en la crisis iraquí, pero también estaba en la mira el involucramiento de Siria en Líbano.
El ex primer ministro libanés Rafiq Hariri murió asesinado en febrero de 2005 en un atentado en el centro de Beirut del que rápidamente se culpó al régimen sirio y a sus aliados.
Las protestas masivas en Líbano y la presión internacional llevaron a la retirada de Siria de un país en el que sus militares llevaban cerca de 30 años presentes.
Pero Al Assad y su vital aliado libanés, el partido-milicia Hezbolá, negaron repetidamente cualquier implicación en el magnicidio, incluso después de que un tribunal internacional condenara en 2020 a un miembro de Hezbolá por su rol en el crimen.
La Primavera Árabe
La primera década de Bashar al Assad en el poder vio fortalecerse las relaciones de Siria con Irán, así como con Qatar y Turquía. Las relaciones con Arabia Saudita tuvieron altibajos pese a que Riad apoyó inicialmente al joven presidente.
En general, Bashar siguió los pasos de su padre en política exterior, manejándose con prudencia y evitando el enfrentamiento militar directo.
Los diez años de gobierno habían dejado claro el enfoque autoritario de Al Assad y la persecución de la oposición continuaba.
En diciembre de 2010, Asma al Assad le dijo en una entrevista a la revista Vogue que su país era gobernado “democráticamente”.
Ese mismo día, en Túnez, un tendero llamado Mohamed Bouazizi se prendía fuego en la calle después de haber sido abofeteado por una agente de policía, desencadenando un alzamiento popular en ese país que terminó por derrocar al presidente Zine el Abidine ben Ali.
El levantamiento tunecino inspiró movimientos revolucionarios similares en varios países árabes, como Egipto, Libia, Yemen, Bahréin y Siria.
La Siria “libre de bombas, tensiones y secuestros” de la que hablaba la revista Vogue se transformaría dramáticamente en poco tiempo.
A mediados de marzo de 2011, una gran protesta tuvo lugar en Damasco y días más tarde se extendió a la ciudad de Daraa, donde un niño había sido detenido por escribir mensajes contra Al Assad en las paredes.
Al Assad se tomó dos semanas para responder. Se dirigió al Parlamento y prometió acabar con lo que llamó una “conspiración” contra Siria, aunque admitió que mucha gente no tenía cubiertas sus necesidades.
Cuando las fuerzas de seguridad dispararon contra los manifestantes en Daraa el descontento aumentó y las peticiones de dimisión de Al Assad se oyeron en muchas ciudades sirias.
Las autoridades respondieron con violencia y culparon de los desórdenes a “saboteadores e infiltrados dirigido por fuerzas extranjeras”.
La situación se agravó en solo unos meses, con enfrentamientos cada vez más frecuentes entre las fuerzas del gobierno y las facciones rebeldes que habían decidido tomar las armas.
Intervención internacional, yihadistas y crímenes de guerra
A medida que el conflicto se agravaba y complicaba, otros actores internacionales se iban implicando.
Rusia, Irán y los grupos armados apoyados por Teherán, como la milicia libanesa Hezbolá, se sumaron al bando del ejército de Al Assad, mientras que Turquía y varios estados del golfo Pérsico tomaban partido por facciones opositoras.
Las reivindicaciones iniciales de democracia y libertad dieron paso a una creciente violencia sectaria. Algunos grupos rebeldes acusaban al régimen de favorecer a la minoría alauita en detrimento de la mayoría sunita de Siria.
Y la intervención de potencias extranjeras no hizo sino profundizar la división sectaria. Las facciones islamistas se volvieron en contra de los alauitas, mientras que milicias chiitas leales a Teherán, con Hezbolá a la cabeza, enviaban más y más hombres y armas hacia Siria.
En el vecino Irak, un nuevo grupo fundamentalista autodenominado Estado Islámico emergía y se aprovechaba del caos para tomar el control de parte del territorio sirio, estableciendo en la ciudad de Raqqa su capital.
En agosto de 2013, cientos de personas murieron en un ataque con armas químicas en una zona controlada por los rebeldes en las cercanías de Damasco.
Las potencias occidentales y la oposición culparon al régimen de Al Assad, aunque el gobierno negó su participación. Finalmente, ante la presión internacional accedió a desmantelar su arsenal químico.
Pero eso no terminó con la larga lista de atrocidades en la guerra civil. Hubo más ataques químicos y las comisiones de Naciones Unidas acusaron a todos los bandos combatientes de crímenes de guerra como asesinatos, torturas y violaciones.
Para 2015 el régimen parecía a punto de caer. Había perdido el control de amplias zonas del país, pero la intervención militar de Rusia cambió el curso del conflicto y le permitió a Al Assad recuperar territorios claves.
La guerra de Gaza
Entre 2018 y 2020, distintos acuerdos internacionales llevaron a una situación en la que las fuerzas gubernamentales controlaban la mayor parte de Siria, aunque los islamistas y guerrileros kurdos conservaban feudos en el norte y noreste del país.
El panorama fortaleció a Al Assad, que poco a poco fue regresando a la escena diplomática. Siria fue readmitidia en la Liga Árabe y en 2023 los países árabes empezaron a reabrir sus embajadas en Damasco.
Aunque el país vivía una situación económica cada vez peor, castigado por años de guerra, su presidente parecía haber resistido al desafío de los insurgentes.
Pero en octubre de 2023 la organización armada palestina Hamás lanzaba un ataque contra el sur de Israel, desencadenando una guerra en Gaza que pronto reverberó en Líbano, causando un notable impacto en Hezbolá, uno de los principales sostenes de Al Assad.
La ofensiva israelí contra Líbano se intensificó en los últimos meses y causó numerosas bajas a Hezbolá, incluida la muerte de su líder, Hassan Nasrallah, el pasado 27 de septiembre.
El mismo día que entraba en vigor un alto el fuego en Líbano, los rebeldes sirios, liderados por los islamistas de Hayar Tahrir al Sham (HTS) lanzaron un ataque sorpresa con el que se hicieron con Alepo, la segunda ciudad del país.
Sin apenas oposición, los insurgentes siguieron avanzando y tomando poblaciones, mientras que áreas del sur empezaban también a escapar de control del gobierno.
A medida que iba quedando claro que ni Rusia ni Irán podían no estar en condiciones de ayudarlo esta vez, la situación del presidente sirio parecía cada vez más precaria.
Finalmente Al Assad no pudo el empuje de sus enemigos.