La creciente crispación entre los partidos, la hiperconectividad amplificada por las redes sociales y un estrés desbocado hacen que el ejercicio de la política sea cada vez más difícil y repercuta, además, en un mayor nivel de bronca en el debate público. Ante ese escenario, algunos dirigentes del PSOE, PP, Sumar e IU practican la atención plena o mindfulness, unos ejercicios que ayudan a concentrarse mejor, cohesionar equipos y sobre todo mantener a raya el estrés, al tiempo que favorecen, según sostienen quienes lo practican, la consecución de acuerdos.
La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz (Sumar); el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno (PP); el coordinador federal de IU, Antonio Maíllo; o la eurodiputada del PSOE Idioia Mendia son algunos de los políticos que suelen ser citados entre los que tienden puentes con otros partidos con más asiduidad. Los cuatro, según han contado ellos mismos o sus próximos a este periódico, intentan meditar a diario para lograr que el trajín de la actualidad y la dinámica frenética de los partidos, preñada de ruedas de prensa y actos los fines de semana, no distraiga el foco de las cosas importantes.
La atención plena consiste en apagar el piloto automático para, a través de ejercicios de respiración, centrarse en el aquí y en el ahora sin juzgar ni reaccionar, y así cultivar la quietud mental, según explican sus defensores. La técnica fue diseñada por médicos de Estados Unidos a finales de los años setenta mediante un programa de reducción del estrés para personas con dolor y estrés crónicos. Casi medio siglo después, parlamentarios de una decena de países como Reino Unido, Francia, Suecia o Australia practican la atención plena para intentar limar asperezas y facilitar pactos.
Mientras, en España la salud mental de los políticos sigue siendo un debate casi tabú. Los métodos de los líderes de los partidos para soportar la presión, interna y externa, así como las jornadas maratonianas, suelen quedarse en la cocina de cada organización.
Cabeza fría para controlar impulsos
El pasado 25 de julio el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno (PP), de 54 años, cerró el curso político en el Parlamento autonómico con una insólita recomendación a los otros 108 diputados: que mediten. “Si pueden, descansen, serénense, reflexionen, hagan mindfulness y espero que en definitiva puedan aportar paz y serenidad a su labor política”, dijo.
Moreno intenta meditar a solas en su despacho de San Telmo —sede de la Junta— entre 10 y 15 minutos todos los días. El líder popular cuenta con una instructora que también ayuda a gestionar el estrés a una decena de colaboradores cercanos. “La calma y la tranquilidad son pilares básicos para Juanma. Cabeza fría para controlar impulsos. Se cuida muchísimo, tanto su salud física como mental”, destaca un alto cargo que despacha a diario con Moreno. Hace dos semanas el presidente de la patronal CEOE, Antonio Garamendi, alabó ese aparante sosiego: “La moderación es lo mejor de Juanma Moreno, es un gusto trabajar con alguien que transmite paz”, afirmó.
La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz (Sumar), de 53 años, también medita para rebajar su acelerado ritmo diario. “Hace meditación y también camina mucho, que es un momento que dedica a pensar”, relata una colaboradora muy cercana.
Andrés Martín-Asuero, presidente de la Asociación de Instructores de Mindfulness MBSR de España, enfatiza la eficacia demostrada de la atención plena. “Nadie puede tomar buenas decisiones políticas desde la alteración emocional. Las redes sociales han facilitado una política de confrontación y desde ese estado emocional es difícil ver buenas decisiones más allá de los votantes propios”, sostiene Martín-Asuero. Él, como otros defensores de la atención plena, defiende que esta reduce la impulsividad y la reactividad, fomenta el respeto y favorece la regulación emocional. “Debería impartirse en las escuelas de política. Se trata de conectar con el respeto, facilitar un diálogo real y constructivo por el que nadie tiene que renunciar a sus planteamientos, sino entender al otro”, añade el experto, autor de seis libros sobre el tema.
El mindfulness es una intervención terapéutica llevada a cabo por instructores. Unos 300 funcionarios de la Junta andaluza, repartidos en 15 delegaciones y servicios centrales, la practican cada día en horario laboral, según fuentes autonómicas. En 2017 varios empleados comenzaron un movimiento con una guía que fue muy difundida entre sus 285.000 trabajadores.
Micromeditaciones de cinco o diez minutos
El líder de Izquierda Unida, Antonio Maíllo, que volvió la pasada primavera a la primera línea tras padecer un cáncer, hace micromeditaciones de cinco o diez minutos para sobrellevar “la locura del día”. “Medito a través del silencio, una actitud muy sanadora que procede de la tradición cristiana que valoro más que antes porque ahora estoy más metido en el ruido”, dice. “Esta vez me he propuesto no pasarme ciertos límites: el cuidado de la alimentación y el control de las emociones, porque no por enfadarte resuelves los problemas. Y sentir que eres prescindible, frente a lo que suele darse en política, descomprime mucho”. Maíllo, de 58 años, cuenta que renuncia a la gran mayoría de comidas y cenas lúdicas o de trabajo para equilibrar su rutina, de costumbres más austeras. Y, cuando acude a almuerzos excepcionales, lo hace sin móvil.
El coste mental de la política
El ruido que envuelve la tarea política diaria tiene un lado oscuro que ha ido creciendo a medida que el enfrentamiento se recrudecía: los ataques del adversario llegan desde las redes sociales o en forma de querellas —a veces con base, otras interesadas y archivadas―. “Las condiciones ambientales en las que se desarrolla la acción política en España han empeorado dramáticamente. Cada vez el precio moral es mayor y estás más expuesto a la calumnia y a las acciones judiciales temerarias. Estás con los cinco sentidos en permanente guardia y eso tiene costes”, reflexiona el europarlamentario y exministro socialista Juan Francisco López Aguilar.
¿Ha empeorado la salud mental de los políticos? “Mi percepción es que sí”, responde Guillermo Fouce, profesor de Psicología Social y Política de la Universidad Complutense y presidente de la Fundación Psicología sin Fronteras. “La política es uno de los ámbitos en los que el estigma de la salud mental se mantiene más. Parece que ir al psicólogo es manifestarme como frágil y el político quiere transmitir esa sensación de seguridad, de ‘puedo con todo y respondo a todo’. Eso les hace no tener emociones y los problemas se agrandan”, interpreta.
La Fundación Apolítica concluyó hace un año en su informe Meros mortales que el 41% de los políticos sufre un bienestar mental bajo o muy bajo, un nivel igual o peor que el de profesiones con alto estrés como los servicios de emergencias. La encuesta incluyó a 150 líderes de todo el mundo. “Esto es alarmante porque un mal estado mental mina la habilidad de los políticos para pensar a largo plazo, colaborar y tomar grandes decisiones. Además, hace que la tarea política resulte menos atractiva para muchos de los líderes con talento que necesitamos como políticos”, reflexiona por correo electrónico Rebeka Ison, portavoz de esta ONG.
Idoia Mendia, europarlamentaria socialista de 59 años y vicelehendakari del Gobierno vasco hasta el pasado abril, hizo el curso MBSR de mindfulness —enfocado a la reducción del estrés— tras la pandemia, y destaca que meditar le ayuda a tomar “decisiones acertadas”. “El curso te ayuda a explicar por qué te sientes mal, a entender al otro o por qué la otra persona te contesta con otras razones. Me ha ayudado a tener paz mental, me ha abierto la perspectiva y me ha dado un estado anímico más positivo”, explica.
Hiperconectividad, “el tabaco del siglo XXI”
Sobre la hiperconectividad, que tantos problemas genera en adolescentes y adultos, Maíllo augura: “Nos están volviendo locos las redes sociales y la hiperconectividad, que son el tabaco del siglo XXI, prestigioso en un momento, causa de enfermedad después. Ahora se está empezando a percibir los riesgos de esta hiperconectividad y habrá un momento en que el uso del móvil de modo indiscriminado perderá prestigio”.
Martín-Asuero incide en esa visión contraria a las redes sociales: “Desde hace 15 años estas empresas se han dado cuenta de que con sentimientos de odio, injusticia y rabia hay más interacción, por eso el algoritmo premia esas ideas y una visión de la sociedad que no es real y que nace desde la alteración emocional. Es un mecanismo tóxico que hace que las personas sufran al estar enrabietadas todo el día, que genera estrés. Ese malestar de las personas se puede monetizar hacia las compras o los votos”.
Marcos Peña, exjefe de gabinete con el anterior presidente argentino Mauricio Macri, expresó con crudeza, en una reciente entrevista con este diario, lo tóxica que puede llegar a ser la alta política: “El nivel de agresión, de exposición, de demanda… Hay mucha gente que empieza a decir: ‘No sé si quiero meterme en esto’. Es urgente hablarlo, por el bienestar de la democracia, no solo por el de los políticos”.
“Les ayuda a discrepar de mejor manera”
La atención plena está presente en Parlamentos como el británico, donde más de 350 diputados la han practicado en la última década, según la entidad The Mindfulness Initiative. Las Cámaras legislativas de otros países como Alemania, Uruguay o Canadá han contado con programas para difundir su práctica. Naciones Unidas reconoció hace dos semanas el potencial del mindfulness para la salud y el bienestar y declaró el 21 de diciembre Día Mundial de la Meditación.
“El mindfulness ayuda a los políticos a discrepar de mejor manera”, resume Chris Ruane, exdiputado laborista y miembro de la ONG Mindfulness Initiative, que acaba de terminar una gira por Asia para difundir la atención plena. La práctica, dice, les da a los políticos mayor resiliencia y optimiza sus respuestas sin reacciones emocionales. “Con todos los diputados trabajando 50 horas a la semana y casi la mitad 70 horas, les ayuda a manejar el estrés, la presión del trabajo y el burnout [síndrome de desgaste profesional]”, ilustra por correo electrónico Richard Edwards, presidente de esta ONG.
En un contexto combativo de presión, amenazas y constante escrutinio, antaño muchos políticos veían el mindfulness como un signo potencial de debilidad, recuerda este experto. “Pero hoy esos temores están disminuyendo, con muchos políticos demostrando cómo la práctica les ayuda a desarrollar sus habilidades de liderazgo”, destaca Edwards. A pesar de ciertos vínculos con el budismo, la atención plena es una práctica laica basada en la ciencia, recuerda.