Los mejores planes (casi) siempre surgen de imprevisto. Si es en un ambiente animado, en el interior del bar de un pequeño pueblo de Soria —Miño de San Esteban, para que vamos a obviarlo—, es casi imposible fallar. Quería ir a otro Gran Premio de Fórmula 1, pese a la experiencia un tanto fallida de Montmeló en 2022, pero el destino —y mis amigos— me condujeron a las 24 horas de Nürburgring. Por precio y fechas era la mejor opción. En un momento de envalentonamiento adquirimos las entradas en apenas unos clicks, cuando todavía restaban meses para el evento.
Vuelos, alojamiento, coche de alquiler… Todo lo que conlleva un viaje da cierta pereza, pero a la vez sirve como motor de ilusión para esas semanas previas que se hacen eternas. En mi cabeza solo sobrevolaba una cuestión: ¿sería capaz de valorar un evento de tal magnitud? Rodeado de frikis del motor, mi perfil distaba un poco. Es difícil negar que pertenezco a ese mayoritario grupo que consume solo las competiciones más mediáticas, como la Fórmula 1 o Moto GP. La grandeza del evento sirvió como respuesta: sí. Nadie que pase por Nordschleife quedará indiferente.
✅ Una organización a la altura
Que el evento abarque un abanico temporal tan grande son todo ventajas. La principal, que la gente no se aglutina a una misma hora. El jueves accedimos al circuito sin atasco, sin colas en los accesos, sin calor, y aparcando relativamente fácil. A las 21:00, eso sí. Aunque el resto de jornadas, a horas más populares, tampoco nos depararon ningún imprevisto, más allá de dar con el parking que nos tocaba y echar un rato andando. Todo era mejor respecto a Montmeló, aunque el factor diferencial entre ambas citas está en la organización.
En Nürburgring había baños por doquier —en un estado más que notable— y puestos de comida y bebida cada pocos metros. Y no solo en la zona del GP, también en Nordschleife, en mitad del bosque. Y con precios de lo más asequibles. Todo estaba cuidado al detalle para que miles de personas pudieran acampar con las máximas facilidades posibles. Y es ahí, a la gente, al ambiente, donde quería llegar. El respeto que se respira en Nürburgring impresiona, sobre todo teniendo en cuenta que la vivencia de cada uno es muy diferente.
Jóvenes, de fiesta, subidos a carpas que parecen escenarios, conviviendo a las mil maravillas con familias que acuden a pasar el día. Hogueras, fuegos artificiales… Y eso que el tiempo no acompañó. Bueno, en cierto modo sí: yo soy más de lluvia que del calor que azotó en nuestra visita a Barcelona. Realmente agua no cayó mucha, pero sí la suficiente para embarrar el terreno, lo que complicó un poco la experiencia, pero, a la par, la hizo más atractiva.
🪄 Nürburgring, un lugar mágico
Porque transitar el circuito Nürburgring de noche, con barro, es algo único. Todo, mientras ves pasar a pilotos que, pese a las condiciones climatológicas adversas, conducen sin temor a desgastar sus gomas o a exceder los límites. Entre esto y el paseo en Mónaco el otro día tendría clara mi elección. Fue una lástima no poder verlos durante más tiempo. La cancelación de la carrera, en torno a las 23:00 del sábado por falta de visibilidad —por primera vez en más de 50 años— fue un palo difícil de asumir. Pero para entonces ya nos habíamos pasado el juego. Antes de que ondease la bandera roja con Audi en primera posición, nosotros estábamos en la mítica curva del Karussell.
El domingo hubo tiempo para aplaudir y saludar a los pilotos, que realizaron cinco vueltas de formación en una última intentona por volver a competir, pero la niebla no levantó. Tiempo para visitar los stands, con todo tipo de productos, o asomarte a las carreteras del entorno de Nürburgring para vislumbrar esos coches que en España apenas se encuentran. La zona, desde luego, da de sobra para echar cuatro días.
A mí, por lo menos, no se me hicieron largos. Y, de tanto escuchar a mis amigos, he regresado a Madrid con un poco más de conocimiento de eso que para muchos son solo coches, pero que para otros es la vida en sí misma. Fue increíble ver a tanto niño pequeño vestido con el merchandising del circuito. Gracias a esos padres el fervor por el automovilismo perdurará y, con él, eventos como este seguirán en la cima del deporte.
Una lección que he aprendido es que hay motor más allá de la Fórmula 1. Sobre todo porque escenarios como Nürburgring ofrecen algo distinto, con drift o carreras de clásicos. Me dejo cosas por contar. Muchas. Desde anécdotas que no tienen cabida en este texto a historias que harían demasiado extenso este artículo. Otro aprendizaje, quizá el más valioso, es que la compañía es la que marca este tipo de experiencias. Y, en mi caso, ha sido la mejor. Danke, bros.
