ALICIA SEOANE | Jueves 20 de junio 2024 | 11:45
María Moure de Oteyza es tal y como ella se denomina una ferrolana adoptada. Amante del barrio de A Magdalena y farmacéutica de profesión aunque su verdadera vocación es la Etnobotánica.
Puesto que se acerca el solsticio de verano, hemos aprovechado para hablar con ella sobre plantas y costumbres populares en torno a su utilización.
Su trabajo doctoral María das Herbas e as Herbaxeiras do Caurel ha sido publicado por la editorial Teófilo edicións. Su obra apoyada por la Deputación de Lugo,el Colegio Farmacéutico se Lugo, Caixa Rural Galega y la Fundación Uxío Novoneyra va por la segunda edición.
Cuando María das Herbas estaba finalizando sus estudios, y tras varias incursiones al Caurel descubre la riqueza de este territorio de Galicia, que recoge en un 5% de extensión, el 50% de la variedad de la flora gallega, « la Etnobotánica pone el foco en las personas y su relación con el mundo vegetal, ya sea para hacer cestería, para fabricarse la ropa a base de materias de origen vegetal como el lino, o bien en este caso para saber tratarse y curarse. Es la importancia de la relación del hombre y del aprovechamiento que hace de las plantas».
Por todo lo anterior y atraída por esa relación ancestral entre el hombre y la naturaleza, decide hacer su tesis doctoral sobre Ecología Vegetal, la que fue su asignatura favorita, «no quería que la Tesis Doctoral terminase en un cajón. Quería que fuese un trabajo divulgativo al que pudiesen acercarse más personas aunque no fuesen del ámbito farmacéutico».
Durante un año María das Herbas como fue bautizada por los vecinos del Caurel, vivió en un pueblecito llamado Seoane. Allí tuvo la suerte de convivir con los habitantes de esta zona y poner en valor todo el saber que tienen sobre conocimientos que llevan transmitiéndose de generación en generación, «lo más importante de mi trabajo es que de alguna manera, mi presencia en ese lugar hizo que los vecinos se dieran cuenta de la importancia que tienen sus saberes, y que si esto no se registra, al ser un conocimiento transmitido de forma oral se hubiese perdido».
Los habitantes del Caurel quisieron implicarse y acercarse a ella. En su obra aparecen 30 informantes clave, como se llaman en Etnobotánica, 30 familias con las que mantuvo un contacto directo, quienes le abrieron las puertas sobre sus usos y costumbres, no sólo del mundo vegetal, aunque también.
Su obra serían tres tomos, tan sólo el primero que es el que está publicado, sobre herbáceas silvestres, la segunda parte es sobre árboles, arbustos y helechos silvestres, y el tercer tomo sobre plantas cultivadas y naturalizadas.
Aunque, como acabamos de explicar, el foco se coloca en el elemento humano y la tradición, pues en su obra lo que es la catálogación de plantas sólo ocupa la tercera parte de la obra. El resto son canciones, adivinanzas, chistes, ritos ancestrales, historias…
Esta semana se acerca una festividad que para María das Herbas es importante, ya que celebramos el solsticio de verano, San Xoan, «es una de nuestras tradiciones que lleva celebrándose mucho antes de que el cristianismo la rebautizase con el nombre de un santo» explica María.
María das Herbas participo hace unos años en la presentación de la obra, de Rosalía Bermúdez: Sete Herbas máxicas. Conocedora y amadora del mundo vegetal y sus propiedades, nos comenta como en esta zona es frecuente utilizar siete hierbas, entre ellas la conocida como herba de San Xoan (Helichrysum foetidum). Una planta con un aroma muy característico que florece en verano.
Popularmente la gente de la zona recogía a mayores seis plantas distintas, «en muchas ocasiones las que tenían o encontraban, romero, rosas, hinojo, salvia, malva y hierbaluisa, que mezclada con la Herba de San Xoan, se dejaban toda la noche a remojo, al aire libre a poder ser, para recoger el rocío de esta noche. A la mañana siguiente las personas se lavaban la cara con el agua resultante».
En el solsticio popularmente se quemaba lo que era viejo por eso se hacían los rituales de fuego, «era una forma de dejar llegar la luz y también se purificaban con agua. Aunque esto no se hacía igual en toda Galicia. En la zona del Caurel recogían las plantas y hacían ramilletes ornamentados con los que protegían sus hogares el resto del año».
