En la solapa, una hilera interminable de colores, banderas, estrellas y símbolos brillantes que ocupan el costado izquierdo de su esmoquin en una noche cualquiera de gala en Nueva York. Detrás de todos, 37 años en la Armada hasta llegar al rango de Almirante de 4 estrellas. James Stavridis (Florida, 69 años) ha sido el 16º Comandante Supremo Aliado en la OTAN, donde supervisó operaciones en las guerras de Afganistán, Libia, Siria, los Balcanes y la lucha contra la piratería frente a las costas de África. También estuvo al mando del Comando Sur de Estados Unidos en Miami, encargado de operaciones militares en América Latina durante casi tres años.
Es el militar con más años de servicio en la historia reciente de Estados Unidos y ha estado bajo el mando de los presidentes Bill Clinton, George Bush y Barack Obama, y en 2016 fue uno de los candidatos que la secretaria Hillary Clinton consideró para vicepresidente en su tique electoral. Ha sido durante cinco años decano de la Facultad de Derecho y Diplomacia Fletcher de la Universidad de Tufts, y en la actualidad, es vicepresidente del fondo de inversión Carlyle Group, y miembro del Patronato de la Fundación Rockefeller.
Ha publicado 24 libros y vendido más de medio millón de copias. Está orgulloso —y lo repite con sorna— de haber sido sancionado por el Kremlin el 11 de noviembre de 2022, en reconocimiento a su enorme desprecio por Vladimir Putin.
Pregunta. Su novela 2054 es un thriller ambientado en la posguerra entre Estados Unidos y China y en la que el presidente americano lleva más de diez años en el gobierno. Dígame que no es una profecía.
Respuesta. Espero que no se produzca el colapso del proceso político en Estados Unidos. Me preocupa el efecto de la inteligencia artificial en nuestra política, porque distorsiona lo que es real y lo que es propaganda y mentira. Pero en general, sigo siendo cautelosamente optimista acerca de nuestro país.
P. ¿En qué momentos resumiría su carrera?
R. Me vienen a la mente tres: primero, la importancia de las alianzas en operaciones de combate muy complejas como las guerras de Irak y Afganistán, que me mostraron lo decisiva que es la OTAN. En segundo lugar, nuestros éxitos en la Guerra Fría, los Balcanes, Colombia y la Guerra del Golfo Pérsico, que se basaron en nuestra capacidad para integrar todos los dominios de la guerra: el aire, el mar, la tierra, el cibernético y el espacio. En tercer lugar, las personas y el liderazgo unidos para conseguir éxitos.
P. ¿Recuerda la última vez que sintió miedo y pensó que estaba cerca de la muerte?
R. He tenido miedo muchas veces en combate a lo largo de mi carrera, pero sin lugar a dudas, el momento en que estuve más cerca de morir en acción fue en el Pentágono el 11 de septiembre. Mi oficina estaba a solo 100 metros del punto de impacto del avión que se estrelló contra el edificio, pero sobreviví a duras penas en medio del fuego y el humo. Fue irónico que después de décadas de combate, lo más cerca que estuve de morir fue en “el lugar más seguro del mundo”.
P. Como comandante supremo aliado de la OTAN dirigió la Operación Protector Unificado. ¿Cómo fue ser el epicentro de las decisiones militares?
R. Se siente, sobre todo, una inmensa responsabilidad por los jóvenes, hombres y mujeres, todos voluntarios de los Estados Unidos, a quienes se les ordena entrar en combate. Escribí más de 2.000 cartas personales a las familias de los que murieron bajo mi mando en Afganistán. Fue realmente duro.
P. También sirvió como comandante del Comando Sur de Estados Unidos, con responsabilidad sobre todas las operaciones militares en América Latina entre 2006 y 2009.
R. Me preocupaban cinco oponentes diferentes. En Colombia, las crueles guerrillas de las FARC. En toda América, los cárteles de la droga. Las pandillas también fueron una amenaza particular, especialmente en Centroamérica. Cuba y Venezuela (bajo Chávez) amenazaban a sus vecinos, aliados de Estados Unidos. Y finalmente, los terremotos y los huracanes. Era un grupo de desafíos muy variado y requería diferentes habilidades. Durante mi mando, dediqué la mayor parte de mi tiempo a ayudar a nuestros aliados en Colombia en la lucha contra las FARC.
P. ¿Qué pasa en la actualidad con el poder de los carteles en Estados Unidos?
R. Es real y muy peligroso y requiere una gran cooperación entre Estados Unidos y nuestros aliados en la región: Colombia, Panamá, El Salvador, México y muchos otros. Además, necesitamos una estrecha cooperación interinstitucional entre organizaciones estadounidenses como el Departamento de Defensa, el Departamento de Justicia y el FBI, la Agencia Antidrogas, el Departamento de Estado, la Patrulla Fronteriza, el Departamento de Seguridad Nacional y todas las agencias de inteligencia.
P. Alardea de haber sido sancionado oficialmente por el Kremlin.
R. Mientras no viaje a Rusia, no me preocupa Putin. Tiene mayores problemas que un almirante retirado de la Marina estadounidense. Siento desprecio por su régimen —no por el pueblo ruso— y su invasión ilegal, inmoral y plagada de crímenes de guerra a un vecino democrático, Ucrania. Putin me recuerda a Nicolás II, el último zar de Rusia. Las cosas no acabarán bien para él. Después de todo, el verano pasado su exchef personal protagonizó una rebelión que casi llega a Moscú. Siempre asesina a sus oponentes políticos. Tiene mucha sangre en las manos.
P. Israel. ¿Quién gana y quien pierde tras los últimos acuerdos?
R. Está claro que el alto el fuego será inestable. Suponiendo que se acabe consiguiendo, los ganadores son el pueblo del Líbano, que está siendo aplastado entre una organización terrorista, Hezbolá y el ejército israelí. El perdedor general es Irán, que verá a otro de sus representantes humillado y reducido en poder, incluso cuando Israel, Estados Unidos y Arabia Saudita fortalezcan su cooperación.
P. ¿Qué significa este alto el fuego para esa especie de “tablero de ajedrez” entre Irán, Estados Unidos e Israel?
R. El alto el fuego abre la puerta al reconocimiento diplomático de Israel por parte de Arabia Saudita, lo que creará un baluarte contra Irán. Eso probablemente sucederá después de que la Administración Trump asuma el poder para que puedan atribuirse el mérito (merecidamente) por ello. Irán es el gran perdedor dada la antipatía que siente Trump hacia los iraníes (a quienes acusa de intentar asesinarlo). Teherán está profundamente debilitado desde los acontecimientos del 7 de octubre con la destrucción de Hamás, el debilitamiento extremo de Hezbolá y la reducción de las defensas aéreas de Irán por parte de Israel en respuesta a los ataques con aviones teledirigidos y misiles.
P. Desde 1948 hasta hoy…
R. Oriente Medio seguirá ardiendo hasta que sus habitantes decidan que aman a sus hijos más de lo que odian a sus enemigos. Los enemigos de Israel siguen diciendo que quieren destruir el Estado de Israel. Hasta que eso termine, nadie estará a salvo.
P. ¿Ve el futuro más oscuro que el pasado?
R. Mi apuesta más optimista es que Irán será cada vez más débil, pero no se resignará. Israel será más fuerte como resultado de la destrucción en gran medida de Hamás y el debilitamiento de Hezbolá. Israel y el Reino de Arabia Saudita trabajarán juntos, incluyendo, con suerte, la reconstrucción de Gaza y la prestación de ayuda al pueblo palestino. La mala noticia es que Irán seguirá silenciosamente buscando el camino hacia un arma nuclear y patrocinando el terrorismo.
P. La otra gran guerra: Rusia y Ucrania.
R. Lo que está sucediendo hoy es bastante claro: ambas partes prevén que la Administración entrante de Trump las obligue a negociar. Por lo tanto, hasta entonces, intensificarán las operaciones de combate para obtener la mejor posición posible en el campo de batalla antes de que llegue el momento de “congelar” el conflicto, en gran medida siguiendo las líneas que vemos hoy: Rusia posee alrededor del 20% de Ucrania, incluidas Crimea y las cuatro provincias de Donbas; y Kiev posee el 80% restante del país, incluyendo Odessa y la crucial costa suroeste del Mar Negro. Putin no devolverá Crimea ni las cuatro provincias, que tienen un alto porcentaje de rusos étnicos. Zelenskiy no lo aceptará y protestará, pero las realidades militares de la ocupación rusa son fijas.
Suponiendo que ese sea el cálculo aproximado del terreno, el siguiente paso será crear un alto el fuego significativo forjando una zona desmilitarizada entre el territorio controlado por cada lado. Aquí la Guerra de Corea proporciona un precedente razonable: crear una franja, y hacer que las partes opuestas la patrullen, tal como los norcoreanos y los surcoreanos llevan haciendo 70 años. O, tal vez mejor, pero menos probable, podría haber una fuerza neutral de fuerzas de paz de las Naciones Unidas de América Latina o África.
P. Putin podría simplemente volver a invadir Ucrania desde sus posiciones en Donbás.
R. Es lo que habría que evitar. Si bien ser miembro de la OTAN sería ideal desde la perspectiva de Kiev, no es realista en este momento. Putin exigirá que Ucrania sea neutral, sin entrenadores, tropas, aviones ni apoyos exteriores en territorio ucraniano. Con el tiempo, es posible que los ucranios quieran también ser miembros de la Unión Europea, y están en el camino de lograrlo. Posponer la posibilidad de ser miembro de la UE durante, digamos, cinco años y de la OTAN durante diez años, podría ser un punto de partida en las negociaciones.
P. ¿Qué gana la OTAN con esto?
R. En realidad, bastante. Si esta guerra termina con una negociación, Ucrania tendrá las fuerzas terrestres más experimentadas, innovadoras y mejor equipadas de Europa. Incluso si tardan una década en ser miembros. Todo el mundo odiará partes de este acuerdo. Putin, porque no obtiene lo que realmente quería: Ucrania entera, 40 millones de nuevos ciudadanos vasallos y los ricos recursos naturales de la nación. En cambio, obtendrá el 20% de ese territorio, lleno de municiones sin detonar, minas e infraestructuras destrozadas. Zelenski odiará también el acuerdo, porque en realidad está intercambiando tierras por paz. No es correcto ni justo, pero tampoco lo es ni la vida ni la realpolitik. En última instancia, estas son decisiones que deben tomar los ucranios y los rusos, pero la forma del acuerdo se está volviendo clara. Todo lo que se necesita es un golpe en la mesa, que puede llegar desde Washington muy pronto.
P. Donald Trump ha dicho que va a poner fin a esta guerra en 24 horas, en cuanto llegue a la Casa Blanca.
R. Parece muy improbable, pero si lo logra, votaré para que le otorguen un premio Nobel. Lo que parece posible es que tengamos meses de negociación, pero que al final terminemos con un conflicto congelado entre las dos partes.
P. Y mientras llega 2025, sin esperarlo, cae el régimen sirio.
R. Los acontecimientos en Siria se han desarrollado a una velocidad sorprendente. La caída y el exilio de Bachar el Asad han resultado desastrosos para el prestigio y las bases rusas en la región. También es otro golpe más para los mulás de Teherán, que ya no disfrutan de acceso ilimitado a sus representantes en el Líbano. Los ganadores son los israelíes (que destruirán gran parte del ejército convencional de Siria) y los turcos (que respaldaron a los rebeldes y serán determinantes en Damasco). Estados Unidos en la Siria posrevolucionaria tendrá que evitar que las armas de destrucción masiva de Asad caigan en manos de los yihadistas, detener el resurgimiento de Al Qaeda o del Estado Islámico y proteger a los aliados kurdos en el noroeste de Siria. Nadie sabe cómo será el nuevo gobierno, pero las potencias occidentales trabajarán con la Liga Árabe para empujar a los nuevos líderes en Damasco hacia el Estado de derecho.