El planeta parece estar colapsando bajo el peso de su propia temperatura. El 2024 se perfila como un hito climático preocupante. Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), este año podría convertirse en el más cálido jamás registrado, luego de una sucesión de temperaturas globales excepcionalmente altas entre enero y septiembre.
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La temperatura media del planeta en este periodo superó en 1,54 °C el promedio de la era preindustrial, situándose peligrosamente cerca del umbral de 1,5 °C considerado crítico por los expertos.
Aunque el calentamiento a largo plazo aún se mantiene bajo el límite de 1,5 °C, la tendencia es alarmante. Los últimos diez años han sido los más cálidos desde que se tiene registro, y 2024 podría consolidar esta trayectoria ascendente.
De acuerdo con el geólogo Nelson Rangel, este no es el resultado de un fenómeno aislado, sino de una peligrosa combinación de factores naturales y antrópicos.
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“Tiene que ver con emisiones asociadas a la quema de combustibles fósiles, deforestación y cambios en el uso del suelo. Estos gases, al acumularse, alteran el balance energético del sistema terrestre y provocan una retención de mayor cantidad de calor”, explicó.
A este panorama se suma la influencia de fenómenos climáticos naturales como El Niño. Este evento, que surge por el calentamiento anómalo de las aguas del océano Pacífico, intensifica temporalmente las anomalías de temperatura tanto en la superficie marina como en la atmósfera.
“El Niño actúa como un amplificador, sumándose al calentamiento global de largo plazo y elevando las temperaturas más allá de los récords previos”.
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Aunque es un fenómeno cíclico, su interacción con el calentamiento global puede generar impactos más severos y prolongados, como olas de calor extremo, sequías y lluvias torrenciales en diferentes partes del mundo.
Según Rangel, el primer paso hacia la desaceleración del calentamiento global es la reducción drástica de las emisiones de gases de efecto invernadero. Esto implica una transición urgente hacia fuentes de energía renovables como la solar, eólica e hidroeléctrica, que sustituyan progresivamente el uso de combustibles fósiles.
“La clave está en disminuir nuestra dependencia de los combustibles fósiles y promover fuentes de energía limpias”.
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Y es que el 20 % de los niños del mundo vive más de la mitad del año a temperaturas más elevadas de 35ºC. Unos 500 millones de niños habitan en zonas donde las jornadas de calor extremo al menos duplican las que afectaron a sus abuelos, por lo que las acciones deben ser concretas.
Además, es vital fomentar la adopción de tecnologías más eficientes y la mejora en la gestión del uso del suelo, lo que incluye la reducción de la deforestación y el impulso de proyectos de restauración de ecosistemas.
“La deforestación es uno de los principales motores del cambio climático, ya que elimina los sumideros de carbono naturales, por lo que es fundamental restituir la vegetación y conservar los bosques”.
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Para el ambientalista, Álex Paternina, se requiere incentivar la protección de nuestros ecosistemas, tanto los grandes bosques como nuestros océanos, ya que estos son los responsables de absorber gran parte del dióxido de carbono que se genera en la tierra.
Entre el 21 de octubre y el 1 de noviembre de 2024, Cali fue la sede del evento más importante a nivel mundial sobre preservación de la biodiversidad: la 16ª Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (COP 16) “Paz con la Naturaleza”.
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“Al albergar esta cumbre, Colombia no solo destacó su liderazgo, sino que también dio un paso importante en la agenda global de la biodiversidad, al ser el epicentro de un diálogo entre gobiernos, científicos, organizaciones no gubernamentales y comunidades locales”, dijo Rangel.
La cumbre se convirtió en un escenario privilegiado para la firma de acuerdos estratégicos que buscan abordar de manera conjunta los desafíos que enfrenta la biodiversidad mundial.