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«Los mitos de la inmigración», de Hein de Haas

Autor: Nueva Revista

Tiempo de lectura: 9 min.

Hein de Haas. Catedrático de Sociología en la Universidad de Ámsterdam, profesor de Migración y Desarrollo en la de Maastricht y fundador del International Migration Institute de la Universidad de Oxford, del que es codirector.


Como todo libro que quiera analizar un fenómeno con pretensión de exhaustividad, esta obra comienza por clarificar los conceptos con los que trabaja. Una especie de minidiccionario para afinar la precisión en los términos antes de usarlos. A continuación, la obra comienza pintando un panorama conocido que parece funcionar por defecto. Caravanas de centroamericanos intentando pasar la frontera entre México y Estados Unidos, africanos jugándose la vida en el Mediterráneo o el Atlántico para conseguir llegar a España, por no hablar de las historias de quienes tratan de cruzar como sea el Canal de la Mancha para llegar a Gran Bretaña. El conjunto se titula crisis migratoria.

Por otro lado van las voces de políticos, economistas y activistas que dicen que la migración no es un problema sino la solución de algunos problemas. También es conocida la letra de esa canción.

Hein de Haas: «Los mitos de la inmigración». Península, 2024

Hein de Haas es la persona adecuada para intentar huir de ambas imágenes plagadas de clichés e intentar «superar un debate cada vez más polarizado. Aquí se aportan pruebas que ponen en cuestión los relatos simplistas tanto a favor como en contra de la migración». Con ese aquí se refiere al libro Los mitos de la inmigración. 22 falsos mantras sobre el tema que más nos divide, que ha publicado este año Península. En él se dispone «a contar otra cosa, algo que contradice las ideas convencionales sobre la migración que se enseñan en escuelas y en universidades y que abrazan medios de comunicación, expertos, organizaciones humanitarias, laboratorios de ideas, películas, revistas y libros populares. Y voy a hacerlo porque nos hace mucha falta contar con una visión radicalmente nueva sobre la migración que no se base en intereses políticos o en planteamientos ideológicos, sino que observe la inmigración como lo que es». ¿Qué es? Primero empieza comentando qué no es: no es un problema que haya que solucionar ni la solución de ningún problema, es un fenómeno inseparablemente ligado a procesos más amplios «de cambio social, cultural y económico que afecta a nuestras sociedades y nuestro mundo, cambio que beneficia a algunas personas más que a otras, que puede presentar desventajas para algunos, pero que no puede ahuyentarse pensando o deseando que no exista».

Erradicar la dicotomía pro/anti

El autor de este este libro está algo más que preocupado, está enfadado. Es el enfado que le sobreviene después de actos o ponencias donde los responsables de las políticas migratorias le felicitan sistemáticamente por una «fascinante presentación» para añadir a continuación que es imposible llevar esas ideas a la práctica. Hablan de un «suicidio político». Es por ello que el libro se dirige a un lector general, del que requiere sobre todo una cosa: que salga de la dañina y paralizante lógica del pro/ contra inmigración, de las dinámicas de buenos y malos. Es estúpido votar a favor o en contra como promovió el moderador de una mesa redonda donde participaba Haas: «Estar, en términos generales, a favor o contra de la migración sería como estar a favor o en contra de la economía. Ninguna persona seria le preguntaría a un economista si está a favor o en contra de la economía, o de los mercados. O a una geógrafa si está a favor o en contra de la agricultura. O a una bióloga si está a favor o en contra del medio ambiente. Y sin embargo así es como se orientan los debates sobre migración, sobre todo en los medios de comunicación y en la política». De este hecho se deriva la adopción de políticas ineficaces, basadas en presunciones falsas y mitos que Haas quiere combatir. Por eso los examina con detenimiento a lo largo de los 22 capítulos en que divide su obra. Sus títulos son elocuentes. Aquí van algunos ejemplos:

Mito 1: La migración se encuentra en máximos históricos
Mito 3: El mundo se enfrenta a una crisis de refugiados
Mito 4: Nuestras sociedades son más diversas que nunca
Mito 8: Los inmigrantes roban trabajos y abaratan los salarios 
Mito 10: La integración de la migración ha fracasado
Mito 12: La inmigración dispara los índices de delincuencia
Mito 14: La inmigración es beneficiosa para todos
Mito 15: Los inmigrantes son necesarios para resolver los problemas de unas sociedades envejecidas
Mito 17: Los conservadores son más duros con la inmigración
Mito 18: La opinión pública se ha puesto en contra de la inmigración
Mito 20: La trata de personas es una forma de esclavitud moderna
Mito 21: Las restricciones fronterizas reducen la inmigración
Mito 22: El cambio climático conducirá a una migración masiva

Antes de desgranar cada uno de ellos, el autor elige el 18 para ejemplificar la (eludida) complejidad de los debates. Afirma con rotundidad que no es verdad que la opinión pública se haya vuelto masivamente en contra de la inmigración. Mucha gente siente preocupación legítima sobre la inmigración, la integración y la segregación» al tiempo que comprende que las migraciones son inevitables, que los «trabajadores migrados desempeñan trabajos esenciales y que inmigrantes y refugiados son merecedores de derechos fundamentales». Ante esos dilemas la respuesta la suele dar un debate polarizado. Es lo que hay que combatir. El autor apuesta por un debate informado «sobre las ventajas y desventajas de la inmigración, y sobre el modo de diseñar políticas mejores y más eficaces que eviten los errores del pasado y funcionen mejor para todos los miembros de nuestras sociedades».

Un 97% de la población vive en su país

Para desmontar el primer mito, el que dice la migración está en su pico histórico, echa la vista atrás. El porcentaje global de inmigrantes se mantiene notablemente estable desde mediados del siglo pasado en el 3% de la población mundial. Era más alta a finales del XIX y principios del XX. El dato es quizá más llamativo si se le da la vuelta: un 97% de la población vive en su país natal. Nada hace pensar en una sustancial aceleración de la inmigración, pero, como indica el autor, esto no implica que nada haya cambiado. Ha cambiado la percepción: si, como se ha mencionado, en el siglo XIX y hasta mediados del XX eran los europeos los que emigraban, ahora es Europa receptora de inmigrantes. En el libro se lee que «se han producido transformaciones profundas en los patrones migratorios, que han puesto totalmente patas arriba el mapa global de las migraciones. Esas transformaciones tienen poco que ver con las cifras y más con la dirección geográfica dominante de las migraciones globales desde el final de la Segunda Guerra Mundial, lo que explica por qué, al menos desde una perspectiva europea o estadounidense, puede parecer que la inmigración se encuentra en máximos históricos». No obstante, el autor admite transformaciones fundamentales. Por ejemplo, ha nacido en el extranjero entre el 10 y el 15 por ciento de las poblaciones de la mayoría de los países occidentales, incluidos Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y Francia (y descartando países receptores tradicionalmente como Canadá, Australia y Nueva Zelanda, donde esa cifra alcanza el 20 por ciento de la población).

La migración no es alternativa al envejecimiento

El envejecimiento de la población se está convirtiendo en un fenómeno mundial y la magnitud de la migración es demasiado baja para compensar, por sí sola, sus efectos. En autor trata este y otros aspectos en su web, en un artículo publicado originalmente en Der Spiegel donde examinaba este y otros mitos de la inmigración. Daba el dato de que Alemania, por ejemplo, necesitaría una inmigración neta de 3,5 millones de personas al año, doce veces más que la media anual de 280.000 entre 1991 y 2015 o que sociedades envejecidas como China han empezado a convertirse en destinos de migración internacional.

Los inmigrantes, el trabajo y la desigualdad

La mayoría de los emigrantes realizan trabajos que la población local rehúye. Los estudios demuestran que son sobre todo las empresas y las clases medias-altas quienes se benefician de la inmigración, aparte de los propios inmigrantes, afirma De Haas en el artículo colgado en su web. Y señala una importante contradicción que se suele pasar por alto: «Las rentas más bajas tienen generalmente mucho menos que ganar, o en algunos casos pueden salir perdiendo, mientras que, irónicamente, los exemigrantes son los que más tienen que temer de los nuevos inmigrantes en términos de competencia laboral. Los defensores de la apertura de fronteras suelen ignorar este potencial de la migración para aumentar la desigualdad».

La ayuda al desarrollo no impide la migración

Otro de los tópicos que se repiten como un mantra es que la ayuda al desarrollo sirve para reducir la migración. De Haas lo desmonta y desmonta, al paso, otro más, porque sostener que esas ayudas son válidas para contener la inmigración «se basa en la idea errónea de que la pobreza y la violencia son los principales motores de la migración Sur-Norte». Eso tampoco: es el desarrollo el que conduce inicialmente a un aumento de los niveles de emigración. A este fenómeno se le denomina la «paradoja de la migración» y es que la investigación ha confirmado que los países más pobres muestran un nivel de emigración mucho menor que las naciones más desarrolladas. La emigración, después de todo, requiere algún tipo de recursos. La pobreza extrema es lo que inmoviliza a las personas, que ni tienen nada ni pueden nada: por no poder no pueden ni marchar de su país.

Algunos ejemplos. No es casualidad que destacados países de emigración como México, Marruecos y Turquía sean países de renta media. Así, el desarrollo de los países más pobres, por ejemplo en el África subsahariana, conducirá casi inevitablemente a una mayor emigración desde esos países. El autor se lanza con un pronóstico: «Por lo tanto, los futuros inmigrantes en Europa podrían proceder cada vez más del África subsahariana en lugar de Turquía y el norte de África».

Se lanza también con una aseveración a contracorriente. No es realista la idea de que el cambio climático provocará migraciones masivas a Occidente: puede aumentar las aspiraciones de desplazarse, pero al mismo tiempo estará limitando la capacidad de hacerlo.

Las políticas migratorias no son más restrictivas

Otra afirmación a contracorriente. De Haas sostiene que esto es lo que los políticos quieren hacernos creer, pero la realidad es más matizada. Y explica un estudio que llevó a cabo en la Universidad de Oxford. Se examinaron 6.500 leyes de migración en 45 países entre 1945 y 2010. «Llegamos a la conclusión de que las políticas de inmigración se han vuelto más liberales para la mayoría de los grupos de inmigrantes en las últimas décadas. En Alemania, por ejemplo, alrededor del 61% de todas las normativas pertinentes aprobadas desde 1945 tuvieron un efecto aliviador, con un 35% de carácter más restrictivo y un 4% neutral».

Sí hay una excepción a esa regla: los llamativos controles fronterizos y las políticas de visados destinadas a impedir que los solicitantes de asilo y los inmigrantes irregulares entren en territorio europeo. Estos grupos, sin embargo, sólo representan una minoría del total de inmigrantes. «Si nos fijamos en las tendencias a largo plazo de las políticas de admisión, la mayoría de los demás grupos de inmigrantes  —incluidos los inmigrantes laborales, las familias y los estudiantes— han sido cada vez mejor acogidos. Hace apenas 20 años, los políticos alemanes y holandeses afirmaban con frecuencia que sus países no eran «países de inmigración». Hoy, esas voces se han convertido en la excepción o han quedado relegadas a la franja de la derecha. Esto también indica que la inmigración es cada vez más aceptada, a pesar de la retórica que sugiere lo contrario».

9 de cada 10 migrantes entran en Europa legalmente

Frente a la idea de crisis de refugiados persistente que se transmite muchas veces desde los medios, poniendo el foco en la llegada (o naufragio) de barcos y a los cruces irregulares de fronteras, De Haas sostiene que no: las políticas migratorias no están «rotas» y , de hecho, sostiene que son «bastante eficaces». Después de todo, dice, «la gran mayoría de los migrantes —según las mejores estimaciones disponibles, al menos nueve de cada 10— entran en Europa legalmente, desafiando la idea de que la migración está «fuera de control»». Como tal, la migración ilegal es un fenómeno relativamente limitado. Y recuerda que los periodos de migración extremadamente elevada de refugiados, como en 2015 o en la década de 1990 durante los conflictos de los Balcanes, son más la excepción que la regla y tienden a no durar.

Cerrar las fronteras no equivale a una menor inmigración

«No es tan fácil como cerrar la puerta de un portazo», escribe De Haas. Y, de hecho, soluciones tan drásticas como los cierres de fronteras pueden tener varios efectos secundarios no deseados que enumera el sociólogo en el artículo de su web. El más obvio: las restricciones harán que los emigrantes busquen otras vías legales o ilegales para conseguir sus objetivos. Segundo, los controles fronterizos estrictos suelen desviar los flujos migratorios, aumentando así el mercado para los traficantes. En tercer lugar, las restricciones pueden provocar oleadas de migración a la desesperada del tipo «ahora o nunca». Da el ejemplo de Surinam: cuando se independizó de los Países Bajos en 1975, cerca del 40 por ciento de su población emigró a Holanda antes de que se introdujeran los visados.

Otro efecto y otro ejemplo es el de los Gastarbeiter en la Alemania de los setenta y ochenta. Las restricciones excepcionales tienden a interrumpir la circulación y empujan a los emigrantes al asentamiento permanente. Es lo que ocurrió, por ejemplo, con los llamados «trabajadores invitados» (ese es el significado de Gastarbeiter): ante la duda o el miedo de no poder volver a emigrar tras un retorno temporal, optaron por el asentamiento permanente. Pero en España tenemos un ejemplo más cercano que recuerda Hain de Haas. Antes de 1991, muchos marroquíes iban y venían a España como trabajadores estacionales y temporales, pero la introducción de la obligación de visado en 1991, como consecuencia del Acuerdo de Schengen, puso en marcha el fenómeno de la emigración ilegal en barco y desencadenó el asentamiento permanente de trabajadores marroquíes en España. Estos, a su vez, trajeron a sus familias, lo que provocó el rápido crecimiento de la población marroquí en el país hasta superar los 700.000 habitantes.

Y concluye con una reflexión general: «Esto no significa que los gobiernos no puedan o no deban controlar la inmigración. Más bien demuestra que las políticas liberales de inmigración no conducen necesariamente a una migración masiva y que las políticas migratorias mal concebidas pueden ser contraproducentes. La migración libre suele ser fuertemente circulatoria, como vemos con la migración dentro de la UE. Cuanto más restrictivas son las políticas de entrada, más emigrantes quieren quedarse. Estos efectos imprevistos plantean dilemas fundamentales a los responsables políticos».


La imagen, de 2014, muestra a los refugiados en la Thomaskirche, de Kreuzberg, Berlín. La imagen es de Montecruz Foto, bajo licencia Creative Commons y se puede consultar aquí

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