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Los inmigrantes vienen a “darlo todo” pero envejecer en Estados Unidos “es muy triste” por la falta de recursos económicos

Autor: Anagilmara Vilchez

En las casi tres décadas trabajando en Estados Unidos, primero en factorías, después friendo chicharrones, quipes y empanadas en una bodega, la salud de Antonia Rivas se fue deteriorando: le han operado una mano, un brazo y un codo, cuenta, y en los días lluviosos de la Ciudad de Nueva York asegura que sufre vértigo.

“Ya no sirvo para nada”, explica esta inmigrante dominicana, que llegó a Estados Unidos con 29 años y ahora tiene 71. Sus males de salud los achaca “al trabajo, a lo que hice, a todo lo que yo trabajé”.

“Salir de freír 80 libras de chicharrón, el día entero friendo chicharrones, y a veces estaba la nieve que me daba a los pies; ahí se fueron mis rodillas”, cuenta Rivas en una videollamada desde el barrio neoyorquino de Washington Heights, donde acude a diario a uno de los tres centros de ARC XVI Fort Washington, que asiste a adultos mayores facilitándoles desde comida a ayuda con trámites y citas médicas.

“Desde que llegué comencé a trabajar en una factoría en Nueva Jersey, ganando la hora $3.75”, recuerda. Así crió a sus hijos, pero desde que se jubiló, poco antes de cumplir los 60 años, sobrevive con 900 dólares al mes de pensión, sin ahorros ni casa propia. En la ciudad de Nueva York una persona sin hijos necesita $138,570 al año para vivir cómodamente, según un análisis de la firma financiera SmartAsset. 

María Pichardo, también dominicana, emigró en la década de 1980 como madre soltera de cuatro: “Lo único que atiné fue a trabajar muy duro para poderlos traer a ellos a los Estados Unidos”, asegura.

Antonia Rivas (izq.) y María Pichardo en el centro para mayores de Washington Heights el 13 de mayo.
Antonia Rivas (izq.) y María Pichardo en el centro para mayores de Washington Heights el 13 de mayo.Dory García.

“Me retiré joven [con 46 años] porque en uno de los trabajos que tenía me lastimé muy duro la espalda”, detalla Pichardo, que ahora tiene 75 años. En su último empleo, a inicios de la década de 1990 en un deli, ganaba $5.25 por hora y no tenía seguro médico, explica.

“Me dan $685 por el social y creo que $350 por el SSI (Supplemental Security Income)”, calcula, “en resumen, me dan 1,000 dólares. Eso es mi entrada mensual para todo”. Lo complementa con 268 dólares de cupones de alimentos, un subsidio municipal del 70% de la renta de su apartamento, y la ayuda del centro de Washington Heights.

“Yo vine aquí con 32 añitos y tengo 75, dejé aquí más de la mitad de mi vida, ¿y qué tengo a cambio hoy?”, cuestiona. “Malamente estoy viviendo. Y esa es una dura realidad para la mayoría de nosotros que tenemos la tercera edad que estamos viviendo esta situación muy fuerte, muy difícil”, lamenta.


“Muchos inmigrantes podrían estar retrasando su retiro porque saben que no tendrán muchas fuentes alternativas para subsistir”

Leafia Ye,  profesora de sociología

RC XVI Fort Washington tiene tres centros para mayores, dos en el barrio de Harlem y otro Washington Heights; en este último, el 99.9% de los “miembros” son latinos, asegura Dory García, su directora ejecutiva, quien calcula que las pensiones de las personas a las que atienden no llegan a los 1,000 dólares: “Lo que estoy viendo ahora son 860, 880 mensuales. De ahí ellos pagan su renta, pagan su comida, su medicamento, si es que no tienen Medicaid”.

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Son más de un centenar de inmigrantes como Rivas y Pichardo que, según relata García, por décadas trabajaron en empleos precarios y sin beneficios; otros emigraron siendo mayores y solo pudieron contribuir durante un par de años para su retiro, agrega, y también hay madres que volcaron su vida al cuidado del hogar y la familia. 

“Existe esta idea de que los inmigrantes son trabajadores jóvenes que ayudarán a retrasar el proceso de envejecimiento en la sociedad que los recibe y brindarán nueva energía y vigor a la economía”, asegura por videollamada Leafia Ye, profesora de Sociología de la Universidad de Toronto, que ha investigado qué ocurre en la vida de los inmigrantes cuando envejecen. 

“Empeora al continuar envejeciendo”

En un estudio publicado en marzo en la revista académica Social Forces, la investigadora detalló que, a partir de los 50 años, los ingresos de migrantes caen significativamente en comparación con las personas nacidas en Estados Unidos. “Y su desventaja solo empeora al continuar envejeciendo”, asegura.

Ye analizó datos del Health and Retirement Study de la Universidad de Michigan, que entrevista de forma periódica a una muestra de unas 20,000 personas en Estados Unidos, contraponiendo los datos de inmigrantes varones mayores de 50 años entre 1992 y 2018 con el del conjunto de la población estadounidense. Los migrantes, dice, lograron integrarse y conseguir salarios equiparables al resto en sus ocupaciones, pero, por distintos factores como su estatus migratorio, la falta de beneficios o que sus primeros empleos fueron mal pagados, no han conseguido las mismas condiciones de retiro y bienestar en la vejez.

Su ingreso cae más y más con la edad, agrega: “A los 79 años, casi a los 80, están percibiendo menos del 70% que los nacidos en el país”, explica. El estudio sólo incluye a hombres, pero Ye estima las mujeres migrantes pueden estar “en mayor desventaja” aún porque, dice, suelen interrumpir su vida laboral por el trabajo en el hogar, a veces no toman sus decisiones financieras o han emigrado a través de peticiones familiares y dependen de sus parejas.

“Los migrantes están quedándose atrás principalmente en ingresos del seguro social o pensiones”, porque contribuyeron menos en su vida laboral, estima, por ser indocumentados, haber llegado al país ya adultos o no haber encontrado empleos estables con beneficios.

Para Ye es irónico que muchos de los migrantes trabajen en mejorar la calidad de vida de adultos mayores en Estados Unidos y luego su vejez sea tan precaria: “No hay un sistema formal de apoyo o iniciativas del Gobierno para ayudarlos”, denuncia, “por lo que los hijos casi siempre deben tener en mente planes para cuidarlos”.

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Muchos inmigrantes podrían estar así retrasando su retiro porque saben que no tendrán muchas fuentes de ingresos para subsistir, y “las consecuencias son muy severas”, resalta la investigadora, a lo que se suma los problemas de salud derivados de su edad o de las penalidades de sus oficios, y la falta de ahorros.

“Hoy yo no tengo un dólar y yo digo, mi ahorro de joven son mis cuatro hijos”, explica Pichardo. Como madre soltera, dice, “cuando yo quizás tenía $1,000 guardados se presentaba un problema con ellos” y “adiós $1,000”. Asegura además que nunca pensó en qué pasaría al jubilarse: “Quizás me agarró de sorpresa. Me agarraron los años, me agarró la enfermedad y los problemas”, lamenta.

El centro para mayores de Washington Heights tiene a dos trabajadoras sociales que ayudan a cinco o siete personas al día con sus aplicaciones para cupones de alimentos o ayudas de alquiler, según la directora de ARC XVI Fort Washington. Más del 60% de ellos no habla inglés, un obstáculo adicional, señala.

Para Pichardo, el centro es su “segunda casa”. Asegura que, si tiene una emergencia, le brindarán ayuda médica; si lo necesita, agrega, una trabajadora social le acompaña a citas médicas y le apoya como intérprete. Le sirve además de apoyo emocional, ante la amenaza de la tristeza y la ansiedad por sus limitaciones económicas, común entre los inmigrantes mayores, según la directora del centro.

“Comienzan a hablar de que no están comiendo bien, que no están durmiendo bien”, indica, “te das cuenta de que están sufriendo de depresión y ellos a veces no lo quieren admitir”.

“Yo he venido aquí llorando por esto, por el otro, por lo que sea, con un problema y a mí se me atiende”, agrega Rivas.

El miedo de ser deportado en cualquier momento es otro factor que contribuye a su inestabilidad económica, dice Ye.

“Muchos pueden sentir temor a meter dinero en el sistema de pensiones, o cuando se les pregunta si quieren abrir una cuenta de ahorros para el retiro eligen no hacerlo porque se siente como una gran decisión y pueden decir, ‘ni siquiera sé si voy a estar en Estados Unidos dentro de 10 ó 20 años’”, explica la investigadora.

Yo vine aquí con 32 añitos y tengo 75. Entonces yo dejé aquí más de la mitad de mi vida ¿Y qué tengo a cambio hoy?”

María Pichardo inmigrante dominicana

Otros inmigrantes, sobre todo aquellos que tienen familia en su país de origen, piensan en retirarse fuera de Estados Unidos, sobre todo cuando su salud y economía empieza a declinar, agrega.

Para Rivas y Pichardo, sin embargo, volver a casa no era una opción. “Todos nosotros estamos ya radicados aquí, mis hijos han comprado su casa, tienen todos sus hijos nacidos aquí, yo no me adaptaría a vivir sola con tantos años que hace que salí de mi país, tengo mis raíces aquí”, dice Pichardo.

¿Qué debería cambiar?

“Dado que se prevé que la población mayor en EE.UU. nacida en el extranjero se cuadruplicará para 2050”, explica Ye, en las próximas décadas “habrá una ola de inmigrantes mayores e indocumentados” y podría generarse una crisis “muy severa” si no se plantean opciones para que empiecen temprano a planear su retiro.

Esto implicaría, según Ye, crear opciones de pensiones para ellos y recursos que les permitan sacar el máximo partido a sus opciones financieras; y animarles a que, “sin importar su nivel de ingresos al llegar, es esencial planificar a futuro”, combatiendo las desventajas “ocultas” para los inmigrantes que “están generando más y más dinero en la fuerza laboral y, al mismo tiempo, no están poniendo tanto dinero al retiro”.

“Cuando yo estaba con mis 35, 40, 45, yo nunca pensé retirarme. Nunca, nunca, nunca. Porque el que tiene cuatro hijos, sin una ayuda, yo creo que no tiene mente para más nada”, dice Pichardo, “Uno viene aquí a darlo todo y a dejarlo todo”, agrega.

Rivas concluye con un consejo para los migrantes jóvenes: “Que se pongan a estudiar para que se preparen para que nadie abuse de ellos, porque después, cuando se llega a viejo con la mano pelada, es muy triste, es muy triste”.

Anagilmara Vílchez

Periodista digital en Noticias Telemundo. Cubre temas de migración, historias con enfoque de género y reportes de última hora.

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